Federico Fellini: ¡°No s¨¦ qu¨¦ significa ser un monstruo sagrado¡±
"Por favor d¨¦jeme en paz. Voy a estar en Madrid s¨®lo tres d¨ªas y no quiero dar entrevistas. Adem¨¢s, todo lo que tengo que decir sobre cine y sobre mis pel¨ªculas, lo he dicho ya mil veces."
-Bien, pues d¨ªgame qu¨¦ es lo que piensa de la vida... ?cu¨¢l es su visi¨®n del mundo ...?
-La ¨²nica visi¨®n que tengo en este momento es la de mi habitaci¨®n del hotel. Le ruego... no insista, d¨¦jeme tranquilo...
-Tengo que insistir. Perd¨®neme, pero yo no tengo la culpa de que usted sea un mito y de que yo sea periodista. Cada uno tiene que hacer su papel.
As¨ª empez¨®, por tel¨¦fono, nuestra entrevista con Federico Fellini, diecisiete pel¨ªculas durante veinticinco a?os de actividad, cuatro Oscars -La Strada, 1955; Las noches de Cabiria, 1958; Ocho y medio, 1964; Amarcord, 1975-, un ?Le¨®n de Oro? en Venecia, (La Strada) y un gran premio de Cannes (La dulce vida, 1960). Un monstruo sagrado del cine en todo el mundo. Un personaje dif¨ªcil de entrevistar, como los primeros ministros o los hombres p¨²blicos. Sin embargo, al d¨ªa siguiente, por la ma?ana, hemos tenido toda una hora para nosotros.
Producto de exportaci¨®n
Fellini nos espera en el hall de su hotel. Tiene un aspecto distra¨ªdo, un poco aburrido, como quien est¨¢ cumpliendo con su obligaci¨®n, aunque no con gusto. Lleva un traje gris. S¨®lo una corbata color rojo oscuro interrumpe la monoton¨ªa del traje. Lleva bien sus 57 a?os: su cara tiene una cierta inmovilidad, mientras que al contrario, sus ojos no paran un instante, como si estuvieran buscando constantemente algo que le interesara. que le divirtiera. La gente, sobre todo los italianos que lo reconocen, se paran a saludarle.
Nuestro coloquio estar¨¢ interrumpido por sonrisas y apretones de manos en respuesta a las de los desconocidos. Fellini recibe los homenajes contesta con la seguridad de un viejo monarca.
Aunque su cara est¨¢ detr¨¢s de la c¨¢mara, Fellini es tan popular como un actor, como Sof¨ªa Loren. ?Qu¨¦ se siente cuando se es un monstruo sagrado?
Fellini: Lo primero no s¨¦ lo que significa ser un monstruo sagrado -contesta- quiz¨¢s significa ser un producto de exportaci¨®n, o quiz¨¢ s¨®lo el ser reconocido en la calle. Esta segunda parte no resulta desagradable, siempre que no sea agobiante. El hecho de que personas que te encuentras quieran saludarte, quiere decir simplemente que t¨² les has dado algo, una diversi¨®n, una alegr¨ªa, una sensaci¨®n.
EL PA?S: Tambi¨¦n en Espa?a sus pel¨ªculas cuentan cosas familiares, emocionan. Amarcord, por ejemplo, ha significado para muchos espa?oles volver al pasado. Y usted, Federico Fellini, ?qu¨¦ recuerda de la Espa?a en guerra?, ?qu¨¦ im¨¢genes le llegaban al mundo aislado de su provincia?
F.: Poco, muy poco. Todo ven¨ªa englobado, cocinado por la ret¨®rica fascista: himnos, insignias, marchas. Tambi¨¦n la guerra espa?ola formaba parte de esta ret¨®rica. La radio y los peri¨®dicos hablaban de ella como de una cruzada. Solamente recuerdo con precisi¨®n cuando mi profesor de gimnasia se fue a alistar en aquella guerra. Qu¨¦ raro... ahora en mis recuerdos parece que ¨¦l un fascista, llevaba una gran boina, como en las fotos que m¨¢s tarde de los milicianos republicanos. La Espa?a de Franco, en realidad la conoc¨ª solo a?os despu¨¦s al final de la guerra mundial, cuando empezamos a descubrir que adem¨¢s de Rimimi, la peque?a ciudad donde nac¨ª, y de Roma, exist¨ªan tambi¨¦n, Londres, Madrid. Fue entonces cuando nos dimos cuenta que Espa?a est¨¢ viviendo como nosotros lo hab¨ªamos hecho a largo de veinte a?os.
Personajes funcionales
Mientras hablamos, Fellini sigue moviendo los ojos y saludando a la gente que pasa. Hay un joven con largos bigotes, que recuerda haberlo visto una vez en Cinecitt¨¢, la Hollywood romana. Una se?ora le pregunta si puede representarle a su hija adolescente. ?l es amable. ?A la ni?a no le interesa nada conocer a Fellini?, dice luego ri¨¦ndose. Ha llegado la fot¨®grafa del peri¨®dico. Fellini posa de buen grado.
?Qu¨¦ siente, acostumbrado a retratar, ahora al ser retratado?
F.: Me gustar¨ªa ser presentado de un modo eufem¨ªstico, mejor¨¢ndome, con m¨¢s pelo en la cabeza. Es muy triste perder el pelo (ir¨®nicamente se lo alisa).
EL PA?S: Sin embargo, Fellini no es tan piadoso con sus personajes. Sus mujeres, a menudo son monstruos, reflejadas en un espejo que de forma, aunque sean siempre fascinantes.
F.: Mis mujeres son guap¨ªsimas. Yo cuento historias a trav¨¦s de im¨¢genes, me expreso como puedo para que mi mensaje llegue a la gente. Mis mujeres, mis personajes son funcionales para mi expresi¨®n cinematogr¨¢fica. En este aspecto se transforman en cuando logran cumplir esta funci¨®n sem¨¢ntica
La dulce vida
EL PA?S: Ha pasado tiempo desde La dolce vita ?Ha vuelto a ver esta pel¨ªcula monstruo?" ?Por qu¨¦ cree que no se ha permitido en Espa?a?
F.: No, no he vuelto a verla y quiz¨¢ me dar¨ªa tristeza volver a hacerlo. Las pel¨ªculas una vez terminadas, las termino para siempre. Es cierto que La dolce vita tiene un significado especial. Aqu¨ª, probablemente, ha sido prohibida como un obsequio malentendido al Papa, con un sentido hip¨®critamente piadoso hacia la censura cat¨®lica. La ataco ferozmente en la pel¨ªcula y la Espa?a de Franco quiso hacer ese gesto.
EL PA?S: Pronto aqu¨ª tambi¨¦n -en la tierra de Don Juan- se estrenar¨¢ el Casanova. Pero ?qui¨¦n es el Casanova?
F.: Mi Casanova es un personaje que deja a la gente desconcertada. Es una pel¨ªcula que no gusta a todo el mundo. La gente espera la representaci¨®n cl¨¢sica de un se?or al cu¨¢l todo siempre le sale bien. Hace el amor de la ma?ana a la noche y de la noche a la ma?ana, y adem¨¢s, es querido por la super-mujer llamada Fortuna. El Casanova que est¨¢ en la cabeza de todo el mundo no es un neur¨®tico tiene, por el contrario, la fascinaci¨®n de la mediocridad. El m¨ªo es un desgraciado, un incomprendido que rueda por el mundo v¨ªctima de su fama. La gente queda frustrada, espera otra cosa; dice: ?Pero qu¨¦ Casanova es ¨¦ste? Mientras que este hombre en la pantalla busca continuamente su realizaci¨®n, intenta hacer algo m¨¢s qu¨¦ repartir los goces del amor.
Cada pel¨ªcula, un nuevo amor
EL PA?S: Y usted, Fellini, con sus 57 a?os ?se siente realizado?
F.: Digamos que lo estoy intentando. No s¨¦ si lo he conseguido. Estas preguntas no se hacen por la ma?ana. Por supuesto cada pel¨ªcula es un nuevo amor. Me enamoro de todo cuando proyecto y emprendo una nueva pel¨ªcula: los personajes, los actores. Hay una seducci¨®n rec¨ªproca. ?A esto le llama usted realizarse?
Nos dice que en julio ir¨¢ a Estados Unidos: tiene dos pel¨ªculas en proyecto- Luego habla sobre la situaci¨®n espa?ola. Hace algunas preguntas y comenta: ?Bueno todo esto me parece como una evoluci¨®n. La evoluci¨®n es algo suave, no crea controversias, compone las facturas. La asimilaci¨®n consciente siempre me ha parecido el m¨¦todo mejor en la vida.?
Vamos a desayunar juntos.
Ahora ¨¦l se siente m¨¢s c¨®modo -sin defensas. Pero la entrevista acaba. Fellini tiene que marcharse. "Solamente le pido -dice de despedida- que no me haga decir m¨¢s que lo que he dicho."
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.