Marxismo frente a cristianismo
El padre Gabriel del Estal, profesor de Derecho Pol¨ªtico en la Universidad Mar¨ªa Cristina, de El Escorial, nos ofrece un denso y documentado trabajo sobre un tema tan candente (e incluso tan sobado) como las relaciones entre marxismo y cristianismo. El autor parte de la renuncia total al enfrentamiento: los anatemas hay que encerrarlos en el arca de la historia y custodiarlos celosamente para que no vuelvan a salir a la superficie. Pero esto no quiere decir, ni mucho menos, que el grave contencioso hist¨®rico entre marxismo y cristianismo est¨¦ resuelto o en v¨ªas de soluci¨®n. Ni mucho menos. ?Marxismo y cristianismo -escribe- se repelen, sin duda. Existe entre ellos una antinomia inconciliable: el origen de la materia, la energ¨ªa creadora, el esp¨ªritu, Dios, el hombre inmortal.? (P¨¢g. 275.) Para el padre Del Estal parece que no existe m¨¢s que el marxismo de rostro dogm¨¢tico, neg¨¢ndosele carta de ciudadan¨ªa a los numerosos ?marxismos? de rostro progresista y abierto como pululan, no s¨®lo en nuestro Occidente, sino tambi¨¦n en las catacumbas marxistas del Este sovietizado. Por eso creo que ya en el punto de partida toda su argumentaci¨®n carece de fuerza sustancial.Adem¨¢s, no me parece muy correcto que desde la orilla cristiana y con pretensiones de profesionalidad teol¨®gica se ponga tan frecuentemente en el mismo nivel a Marx y a Cristo: ?Marx cosifica al mundo. Cristo lo sobrenaturaliza. Marx proclama el materialismo dial¨¦ctico: fuera de la materia, de lo concreto real, no hay nada. Cristo es dial¨¦ctico tambi¨¦n, pero espiritualista: sobre la materia, como categor¨ªa y como impulso, alienta concreto y real el esp¨ªritu.? (P¨¢g. 44.) Cristo no vino a rivalizar con la filosof¨ªa, ni mucho menos con la ci¨¦ncia: ¨¦l, como dice San Pablo (I Cor. 2, 1-4), ofrec¨ªa solamente una fe, que por cierto no caminaparalelamente al mundo del razonar humano. Igualmente Marx, en punto de partida, pretendi¨® ofrecer unos principios m¨¢s o menos cient¨ªficos en orden a la superaci¨®n de las antinomias del mundo burgu¨¦s capitalista y en funci¨®n de un posible futuro socialista. Es cierto que a este aspecto o dimensi¨®n cient¨ªfica se a?adi¨®, ya desde el principio, una WeItanschauung o cosmovisi¨®n de talante filos¨®fico, que inclu¨ªa una inmanencia materialista y una actitud de ate¨ªsmo. Pero, como observa R. Orfei (Marx, il regno della libert¨¢. Roma, 1976, p¨¢g. 163), el humanismo de Marx es ateo para Marx y seg¨²n Marx; pero queda abierta la cuesti¨®n de si el pensamiento marxista, objetivamente considerado, es intr¨ªnsecamente ateo. Los que niegan esta vinculaci¨®n intr¨ªnseca entre ate¨ªsmo y marxismo observan, con raz¨®n, que la estructura compleja del pensamiento de Marx es de tal manera que, si se le extrae toda referencia a la religi¨®n, se aguanta perfectamente e incluso sigue planteando todos los inquietantes problemas que plantea. As¨ª lo entienden muchos marxistas, no s¨®lo a nivel individual, sino a nivel de organizaci¨®n social y pol¨ªtica, como es claramente el caso de algunos grupos pol¨ªticos espa?oles de signo marxista: el Partido Comunista de Espa?a, el Partido Socialista Popular, el Partido Socialista Obrero Espa?ol y algunos otros. Tambi¨¦n es cierto que otros grupos sedicentes marxistas creen no poder renunciar al inmanentismo filos¨®fico y, por consiguiente, al ate¨ªsmo. Por tanto, desde el punto de vista socio-hist¨®rico, no podemos hablar alegremente del marxismo como un bloque unitario perfectamente monol¨ªtico.
Gabriel del Estal
Marxismo y cristianismo: ?di¨¢logo o enfrentamiento? Real Monasterio de El Escorial, 1977.
Un Guadiana
Quiz¨¢, para comprender plenamente la tesis sostenida por el padre Del Estal en su libro, sea necesario descubrir una infraestructura ideol¨®gica, que, como un oculto Guadiana, atraviesa toda la argumentaci¨®n. O sea, el cristianismo es considerado no ya como lo que deb¨ªa ser (una fe trascendente, encarnable en todas las culturas, pero irreductible a ninguna), sino como lo que ha sido en gran parte de su historia, o sea una determinada civilizaci¨®n o un determinado humanismo. El autor lo dice claramente cuando hace este elogio de la ?constantinizaci¨®n? del cristianismo: ?Las diez persecuciones sangrientas con que el l¨¢baro de los c¨¦sares se enfrent¨® a la cruz, desde el a?o 64 hasta el 311, tuvo como resultado la romanizaci¨®n del cristianismo, por conversi¨®n de la "pax romana" en "pax christiana". Constantino y Teodosio salvaron la romanidad cristianizando su ser, conducido a la pila bautismal de la Iglesia... Romanizaci¨®n del cristianismo y cristianizaci¨®n del romanisno son una misma cosa.? (P¨¢g. 278.) En una palabra, el autor teje toda su argumentaci¨®n desde una plataforma que no pone en cuesti¨®n: que el cristianismo es un humanismo; es decir: una determinada civilizaci¨®n, una determinada cultura, una determinada tradici¨®n jur¨ªdica e incluso una determinada ciencia pol¨ªtica de altos vuelos. Estamos en una postura abiertamente dem¨®cratacristiana.L¨®gicamente, esta postura implica la tendencia a reproducir en pleno siglo XX la vieja y gloriosa (?) experiencia constantiniana: esta vez no se tratar¨¢ de bautizar el romanismo, sino el marxismo: ?Hoy asistimos a un movimiento similar, aunque de otro orden. Su fuerza es el impulso marxista, en auge progresivo, vigoroso, pujante... Lleva acentos mesi¨¢nicos, salvadores en su empuje. ?Ser¨¢ capaz la Iglesia de cristianizar este impulso?? (P¨¢gina 279.)
Al padre Del Estal hay que agradecerle la sinceridad con que consibe este posible bautizo del marxismo: ?Cristianizar el marxismo es transustanciarlo. Y transustanciar no es otra cosa que convertir.? (P¨¢g. 279.( ?Al cabo de esta haza?a, con transmutaci¨®n to tal, lo que queda del marxismo no es m¨¢s que el nombre. La conciliaci¨®n y el di¨¢logo resultan as¨ª fecundos y posibles.? (P¨¢g. 274.) ?Posibles para qui¨¦n? ?Para los marxistas, a los que se les amenaza fraternalmente con convertirlos desnaturaliz¨¢ndolos? ?C¨®mo el padre Del Estal, por otra parte, se muestra tan receloso de la buena voluntad de los comunistas para un futuro democr¨¢tico, si ¨¦l, en nombre del cristianismo, insin¨²a la reaparici¨®n de unas nuevas cruzadas (eso s¨ª, muy remozadas) para convertir a los pobres enga?ados marxistas?
En una palabra: creo honestamente que el libro del padre del Estal es un importante acicate para volver a poner las cosas en su punto. El no concibe m¨¢s que un di¨¢logo entre un cristianismo dogm¨¢tico-integrista y un marxismo dogm¨¢tico-integrista. El cristianismo dogm¨¢tico-integrista es el que cree que la fe es un punto de partida que cubre toda la realidad humana, remans¨¢ndose en una determinada cultura global que abarque toda la vida privada y p¨²blica del hombre. El marxismo dogm¨¢tico-integrista opina lo mismo: desde un supuesto socialismo cient¨ªfico se puede cubrir toda la realidad humana sin que nada escape a la vigilancia y control de los responsables del v¨¦rtice. Entre un cristianismo y un marxismo as¨ª no puedes saber m¨¢s que relaciones diplom¨¢ticas, pero el contencioso hist¨®rico queda abierto: uno y otro se est¨¢n acechando mutuamente para convertir al interlocutor, transmut¨¢ndolo sustancialmente y, en el mejor caso, perdon¨¢ndole, no la vida, sino simplemente el nombre. Afortunadamente, la realidad es muy otra: tanto la fe de muchos cristianos como la postura cientif¨ªca de muchos marxistas no tienen esas pretensiones totalitarias y est¨¢n en disposici¨®n de contagiarse mutuamente, dando lugar al nacimiento de un nuevo mundo, de una civilizaci¨®n que trascienda los actuales modelos democristianos y sovietizantes y que alcance quiz¨¢ una fusi¨®n ben¨¦fica de muchos valores rec¨ªprocos.
Eso si, este contagio mutuo se ir¨¢ haciendo desde la base, a trav¨¦s de una praxis com¨²n, no desde un v¨¦rtice perfectamente establecido en el poder y, por ello mismo, impulsado a llevar a cabo cualquier compromiso hist¨®rico con tal de permanecer en las alturas del Estado.
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