El di¨¢logo entre Espa?a y M¨¦xico puede caer en la rutina
La ceremonia de presentaci¨®n de sus cartas credenciales al presidente L¨®pez Portillo fue calificada por el embajador espa?ol en M¨¦xico, Luis Coronel de Palma, marqu¨¦s de Tejada, como acto que culmina el proceso de reanudaci¨®n de relaciones diplom¨¢ticas entre ambos pa¨ªses. Cabe ahora preguntarse c¨®mo ser¨¢n esas relaciones a partir de la normalizaci¨®n de los intercambios diplom¨¢ticos. Seg¨²n todas las apariencias, Espa?a no gozar¨¢ en M¨¦xico de esos privilegios con que algunos espa?oles, establecidos aqu¨ª de largo tiempo, so?aban.
Pasados los momentos de euforia y alborozo que provocaron el encuentro, el 28 de marzo pasado, en Par¨ªs, del ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja, y del secretario de Relaciones Exteriores, Santiago Roel, para, intercambiarse las notas de mutuo reconocimiento y transcurridos casi dos meses desde la venida aqu¨ª del presidente Su¨¢rez, que tanto inter¨¦s suscit¨®, es posible que el di¨¢logo entre Espa?a y M¨¦xico caiga en una rutina tediosa o, lo que ser¨ªa peor, que vuelvan a encenderse muchas de las suspicacias de anta?o.En los ¨²ltimos d¨ªas, en efecto, despu¨¦s de que el triunfo de los partidos democr¨¢ticos en las elecciones fuera celebrado casi como propio, empiezan a escucharse cr¨ªticas, algunas de las cuales salen de las mismas plumas que analizaron a conciencia y con optimismo el resultado del escrutinio. Uno de esos analistas -Mario Ezcurdia, en el peri¨®dico El D¨ªa- se alzaba casi airado contra esa idea de puente entre Iberoam¨¦rica y Europa que, seg¨²n el, s¨®lo puede interpretarse de un modo: ?Triangulaci¨®n, es decir, comprarnos a nosotros lo que no necesitan para venderlo, con sus respectivas ganancias, claro, a quienes s¨ª lo necesitan, sin que nosotros podamos vend¨¦rselo directamente.? Seg¨²n el mismo escritor, el programa de la pol¨ªtica exterior de Espa?a con relaci¨®n a Iberoam¨¦rica incluye puntos que para los mexicanos ?pueden considerarse poco gratos?, y rechaza la idea de que M¨¦xico pueda necesitar ?que alguien oriente nuestros pasos a fin de que podamos entrar en tratos con Europa. O la idea de que alguien -Espa?a o cualquier otro pa¨ªs- se constituya en rector de alg¨²n aspecto de nuestra pol¨ªtica exterior?.
Son muchos los mexicanos, que no creen que Espa?a haya entrado en la democracia, aunque es evidente que, en este aspecto y en menos de dos a?os, la imagen democr¨¢tica espa?ola ha superado en mucho a la mexicana, donde prevalecen reticencias para legalizar un Partido Comunista u otros socialistas.
Las p¨¢ginas de colaboraciones de peri¨®dicos y revistas acogen las opiniones m¨¢s dispares, que en algunas ocasiones llegan a ser disparatadas: unos ensalzan a Su¨¢rez, otros lo tildan de franquista, todos, eso s¨ª, desprecian a Fraga. Pero lo que extra?a es el abierto ataque contra Felipe Gonz¨¢lez, contenido en un art¨ªculo que esta semana inserta el semanario Proceso. Seg¨²n el articulista, ?el PSOE, de partido, de socialista, de obrero y, de propiamente espa?ol, tiene muy poco?. ?No es partido -contin¨²a- puesto que le faltan cuadros, estructuras, implantaci¨®n y, sobre todo, un ideario. De socialista tiene esencialmente los gloriosos y heroicos recuerdos del partido hom¨®nimo de anta?o. Los obreros estar¨ªan muy mal en un PSOE que recluta sus miembros principalmente entre los ni?os bien de la nueva clase promovida por Franco. En fin, ?puede insistir mucho en su car¨¢cter espa?ol un movimiento que con ocasi¨®n de su primer congreso, en diciembre ¨²ltimo, se present¨® a la opini¨®n p¨²blica bajo la ¨¦gida de los mismos estadistas y l¨ªderes europeos que hab¨ªan puesto fin a la experiencia revolucionaria de Portugal?? Y concluye que los cuarenta a?os de franquismo, de destrucci¨®n de ideolog¨ªas, de todo pensamiento, de instauraci¨®n de un consumismo exitoso... ?se traducen en la victoria de Adolfo Su¨¢rez y de Felipe Gonz¨¢lez, ambos adalides del mundo capitalista y de la Europa de los negocios?.
Lo que quiz¨¢ sea m¨¢s de lamentar es la falta de mutuo conocimiento entre espa?oles y mexicanos, resultado, sin duda, de los cuarenta a?os de falta de comunicaci¨®n.
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