Ejecutivo y legislativo
Las recientes declaraciones dimanantes del n¨²cleo central del Gobierno en el sentido de que, en su gesti¨®n futura, no abusar¨¢ de la f¨®rmula del decreto-ley, plantean una cuesti¨®n de primer¨ªsima magnitud en la organizaci¨®n y en el funcionamiento del sistema institucional.Que el Gobierno se someta o no al control del Parlamento es un problema clave, de cuyo tipo de soluci¨®n depende la mayor o la menor autenticidad de un sistema democr¨¢tico. Y, a mi juicio, esas declaraciones, lejos de tranquilizar, resultan, en parte, inquietantes. El sicoan¨¢lisis ensena que las negaciones rotundas suelen ocultar, a veces, afirmaciones no menos tajantes. En la misma actividad pol¨ªtica ese fen¨®meno parad¨®jico se produce en no pocas ocasionesen los pa¨ªses capitalistas son ya habituales, por ejemplo, los ment¨ªs oficiales respecto a futuras devaluaciones de la moneda... que, no obstante, acaba devalu¨¢ndose pocos d¨ªas despu¨¦s.
Esas declaraciones tampoco eliminan la preocupaci¨®n ante tal eventualidad si tenemos en cuenta una tendencia que podemos observara escala internacional: los parlamentos influyen cada vez menos en el sistema de poder concreto. O, dicho de otro modo, en los sistemas democr¨¢ticos liberales, los gobiernos est¨¢n acentuando su autonom¨ªa relativa respecto a los otros centros institucionales y principalmente en relaci¨®n con las asambleas de parlamentarios que constituyen la oposici¨®n. El Ejecutivo usurpa, cada vez m¨¢s, las tareas del ¨®rgano Legislativo.
Esa tendencia hemos de someterla a an¨¢lisis constante sobre todo en nuestras latitudes, puesto que acabamos de liberarnos del sistema dictatorial y porque el Gobierno, de momento, no est¨¢ subordinado a la cr¨ªtica y a la presi¨®n parlamentarias. En el plano espa?ol, esa tendencia tambi¨¦n queda confirmada -en contra de tales declaraciones- por la reorganizaci¨®n que Su¨¢rez est¨¢ realizando de su espacio personal de poder: el presidente promueve y tal vez siga desarrollando la categor¨ªa de consejero presidencial. Es lo que sucede en otros sistemas democr¨¢tico-liberales, por ejemplo en Francia: Giscard se rodea de consejeros y ya se ha confirmado que algunos de estos consejeros tienen m¨¢s poder f¨¢ctico, en su sector de responsabilidad, que el ministro correspondiente.
Acaso se argumente que Su¨¢rez no tiene por qu¨¦ temer la subordinaci¨®n al control parlamentario, puesto que la UCD cuenta con una mayor¨ªa relativa (y a esta mayor¨ªa pueden sumarse los votos de la Alianza Popular) que, en principio y desde la perspectiva actual, apoyar¨¢ su gesti¨®n gubernamental. Cierto, pero el presidente seguramente no olvida que su partido es un conglomerado de corrientes pol¨ªticas relativamente diversas que pueden disgregarse siguiendo los intereses de unas u otras fracciones de la clase econ¨®micamente dominante; la UCD tambi¨¦n puede quebrarse por la acentuaci¨®n de las ambiciones personales de tales o cuales pol¨ªticos.
En cualquier caso, si volvemos al an¨¢lisis de ese problema a escala internacional, podemos afirmar que tal tendencia a la concentraci¨®n del poder en el ¨¢rea presidencial se desarrolla como una manera de alejar y de fortalecer el n¨²cleo central del Gobierno respecto a las tensiones entre las clases sociales (expresadas o no en el Parlamento), as¨ª como es una forma de evitar graves fraccionamientos internos del partido mayoritario. En suma: se trata de un medio de subordinaci¨®n acentuada del conjunto de los trabajadores y de los sectores no-monopolistas al gran monopolismo financiero. En sus an¨¢lisis sobre la gradual concentraci¨®n de poder en el Ejecutivo, algunos de los m¨¢s l¨²cidos te¨®ricos europeos dela pol¨ªtica llegan a sostener la tesis de que el sistema liberal est¨¢ acabando su ciclo hist¨®rico; seg¨²n ellos, las sociedades capitalistas europeas se orientan hacia la organizaci¨®n de nuevos Estados ?fuertes?. No comparto plenamente esa tesis. En gran parte, no pongo en duda el rigor de las previsiones de tales analistas, pero desde mi punto de v Ista no tienen suficientemente en cuenta las posibilidades de r¨¦plica y por ende de rectificaci¨®n de esa tendencia que se encuentran en manos de los partidos y de los sindicatos de izquierda.
Decir que ?no se abusar¨¢ del decreto-ley? es manifestar una cierta y ambigua buena voluntad gubernamental, dado que al mismo tiempo expresa notables resabios dictatoriales: porque, por ejemplo, ?cu¨¢l ser¨¢, a juicio del equipo presidencial, el l¨ªmite cuantitativo de decretos-leyes que les permitir¨¢ no incurrir en ?abuso?? Pero, por otra parte, ?cu¨¢ntos ser¨¢n los decretos-leyes que dejar¨¢ pasar la oposici¨®n de izquierdas sin poner el grito en el cielo denunciando que se atropellan las funciones del Legislativo?
El pr¨®ximo futuro se encargar¨¢ de responder a tales cuestiones. Conviene, en cualquier caso, que todo el mundo siga teniendo presente que el pueblo espa?ol est¨¢ cansado de las arbitrariedades m¨¢s o menos jur¨ªdicas.
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