Un hombre puede soportar ochenta d¨ªas en huelga de hambre
La huelga de hambre que viene manteniendo en la prisi¨®n de Beaumettes (Francia) el etarra Miguel Angel Apalategui, Apala, desde el pasado 30 de julio, y su firme actitud de continuar hasta el fin (ha tenido, al parecer, alg¨²n paro card¨ªaco y tiene problemas de visi¨®n, c¨®mo consecuencia de la p¨¦rdida de la mayor¨ªa de sus funciones cerebrales),-a pesar del grav¨ªsimo estado en que se encuentra, viene a poner sobre el tapete una vez m¨¢s la vieja pol¨¦mica, de hasta qu¨¦ punto es l¨ªcito permitir que una persona se quite la vida de esta manera. Siendo como es la huelga de hambre el ¨²nico medio contundente de protesta que tiene una persona privada de libertad, ?debe de permit¨ªrsele llegar hasta su propia muerte?Jur¨ªdicamente (seg¨²n el reglamento carcelero espa?ol) un preso en huelga de hambre no puede negarse a someterse a tratamiento m¨¦dico, aunque s¨ª puede negarse a participar activamenfe en ¨¦l. Desde un punto de vista de medicina legal, el caso no se contempla y se deja al criterio de cada m¨¦dico el suministro o no de alimentos que puedan evitar la muerte por inanici¨®n de un huelguista de hambre.
En nuestro pa¨ªs, a pesar de la progresiva generalizaci¨®n de huelgas de hambre, por motivos pol¨ªticos o sociales, y de la extensi¨®n de las mismas (algunas, como las de un grupo de objetores de conciencia llegaron a durar dos meses) no se ha producido hasta la fecha ninguna muerte por este motivo: solamente en agosto de 1976, un preso com¨²n estuvo en estado de coma, sobreviviendo Posteriormente.
No obstante, hasta ahora el sistema que han seguido nuestras autoridades penintenciarias ha sido el de permitir la celebraci¨®n de estas huelgas hasta que las mismas empiezan a poner en serio peligro la vida de los huelguistas. En ese punto los responsables penitenciarios han obligado a los pacientes a ingerir alimentos y a un largo proceso de recuperaci¨®n.
Seg¨²n los responsables del Departamento de Endocrinolog¨ªa de la cl¨ªnica de la Concepci¨®n de Madrid, una persona puede mantenerse en huelga de hambre entre sesenta y ochenta d¨ªas. Puede incluso llegar hasta los tres meses, si su metabolismo es normal, su peso es acorde (o superior) al que le corresponde por edad, talla y sexo, y recibe las m¨ªnimas atenciones m¨¦dicas. A pesar de ello ha habido personas que han superado estas marcas: nueve presos irlandeses se mantuvieron en huelga de alimentos en la c¨¢rcel de Cork, durante 94 d¨ªas; Ronald Barker estuvo durante 375 alimentado, -forzosamente- por una sonda; Auguste Grandvillemin muri¨® el pasado, a?o en Toulouse despu¨¦s de mantener una huelga de, hambre intermitente de diez meses; Terence McSwyney muri¨® asimismo despu¨¦s de m¨¢s de sesenta d¨ªas de huelga, etc¨¦tera.
En Espa?a, adem¨¢s de 1 grupo de objetores de conciencia antes aludido, mos¨¦n Xirinacs estuvo sin ingerir alimentos, en una de sus siete huelgas de hambre, durante 47 d¨ªas. Desde principios de 1970, se han producido en Espa?a centenares de huelgas de hambre (en su mayor¨ªa protagonizadas por presos militantes vascos, y familiares de estos), con duraciones algunas de ellas superiores a treinta d¨ªas.
Los efectos de una huelga de hambre
Desde un punto de vista m¨¦dico, una huelga de hambre total puede eliminar la actividad total de un organismo humano en un tiempo comprendido entre quince d¨ªas y un mes, seg¨²n las reservas energ¨¦ticas de que disponga cada organismo. Si de la huelga de hambre no se excluye el agua, la muerte tarda a¨²n unas cuantas semanas en sobrevenir. Y si se le suministran alimentos por procedimientos m¨¦dicos (normalmente paraenterales) el organismo puede vivir unos dos meses m¨¢s.
El agua, durante una huelga de hambre, evita que la muerte se produzca por deshidrataci¨®n al ser necesaria hasta para las funciones respiratorias.A los cinco d¨ªas de iniciada una huelga de hambre empiezan a da?arse dos ¨®rganos claves: ri?ones e h¨ªgado. A partir de la primera semana comienza la degradaci¨®n del sistema circulatorio. La acidosis (descenso del ph de la sangre) empieza a dificultar las funciones del coraz¨®n. A partir de los veinte d¨ªas esta insuficiencia puede producir paros card¨ªacos. El cerebro empieza a perder parte de sus funciones vitales. Como este ¨®rgano no puede funcionar si no es con una aportaci¨®n de gl¨²cidos, y aunque al cabo de los primeros ocho d¨ªas existe ya una adaptaci¨®n del cerebro que reduce el consumo de prote¨ªnas para utilizar en su lugar las sustancias que fabrica el h¨ªgado a partir de las grasas, la p¨¦rdida de sus funciones vitales se hace patente a partir de la tercera semana. Empiezan a hacerse ostensibles los mareos, p¨¦rdidas de memoria y de visi¨®n y fuertes sensaciones de v¨¦rtigo.
Al no ingerir alimentos (se calcula que unas mil calor¨ªas constituyen una reserva energ¨¦tica para doce horas y que el cerebro consume 150 gramos de gl¨²cidos en una semana, que generalmente no se tienen como reserva en un organismo) el h¨ªgado se ve forzado a trabajar a tope produciendo unas sustancias -los cuerpos cet¨®nicos- que intentan sustituir la funci¨®n de las prote¨ªnas en el funcionamiento de los ¨®rganos vitales.
Estos cuerpos cet¨®nicos explican el mal olor del aliento y de la orina en las personas en huelga de hambre.
El deterioro completo de las grasas del organismo humano se puede realizar en menos de cincuenta d¨ªas en una persona que pese setenta kilos (si esta persona es mujer la destrucci¨®n total de los tejidos adiposos puede durar una o dos semanas m¨¢s, dado que tienen mayor n¨²mero de tejidos de esta ¨ªndole). A partir de este tope, lo normal -salvo casos realmente excepcionales- es la inmovilidad absoluta y la p¨¦rdida del conocimiento, para entrar posteriorment¨¦ en estado de coma. La muerte por inanici¨®n se produce en d¨ªas, y generalmente es por causa del no funcionamiento del cerebro o por fallo card¨ªaco.
El conflicto entre la libertad personal y la defensa de la vida
Si jur¨ªdicamente a un huelguista de hambre se le puede obligar a ingerir alimentos, la soluci¨®n m¨¦dica al problema se complica en cualquier cas¨® hasta extremos cr¨ªticos, dado que entra en colisi¨®n la libertad personal con el sentido social de defensa de la vida. Normalmente, los huelguistas son atendidos a tiempo por, los m¨¦dicos. La alimentaci¨®n llamada paraenteral (sondas, inyecciones) con amino¨¢cidos esenciales, hidratos de carbono, suero y vitaminas suele ser utilizada siempre. Pese a ello todo queda a la voluntad del paciente (un preso norteamericano muri¨® en 1970 despu¨¦s de estar alimentado durante m¨¢s de un a?o por estos procedimientos) ya que la situaci¨®n no es mantenible indefinidamente ni la actitud pasiva de un huelguista, a quien se le administran alimentos por la fuerza, soluciona el estado f¨ªsico del huelguista, aunque pueda mantenerlo vivo.
El problema se plantea en el modo de conciliar los principios de que un individuo es due?o de su vida y el derecho que tiene la sociedad de defender la vida de cada persona que se inserta en su cuerpo social.
Hasta la fecha la mayor¨ªa de los huelguistas de hambre han sido recuperados desde un punto de vista cl¨ªnico. Si la huelga de hambre prolongada no da?a gravemente a alguno de los ¨®rganos vitales (ce rebro, coraz¨®n, h¨ªgado) la recuperaci¨®n total es posible. Durante los primeros d¨ªas es muy lenta y la alimentaci¨®n se hace a trav¨¦s de sondas e inyecciones. Estos alimentos son l¨ªquidos. Al cabo de unos meses el funcionamiento del organismo puede llegar a ser normal, con s¨®lo trastornos, cr¨®nicos o no, en el aparato digestivo.
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