La finalidad de la autogesti¨®n es conseguir la democracia industrial
Una moderaci¨®n de este sistema naci¨®n en Yugoslavia el a?o 1950 mediante la llamada ?autogesti¨®n?. Ella quiso representar una transacci¨®n entre los principios b¨¢sicos del socialismo y las ven tajas del libre funcionamiento del mercado. Siendo ahora muchas, y algunas muy importantes, las voces que en Espa?a se declaran partidarias de este mito, no pare ce inoportuno recordar algo de lo ocurrido en Yugoslavia, con el mejor deseo de imparcialidad.La finalidad de la autogesti¨®n era llevar a la empresa la democracia industrial, y, al propio tiempo, negar la dial¨¦ctica del socialismo del Estado sovi¨¦tico con su insoslayable tendencia a la burocracia comunista. Seg¨²n la Constituci¨®n yugoslava, la organizaci¨®n econ¨®mica est¨¢ constituida por la autogesti¨®n de los trabajadores en la producci¨®n y en el reparto del producto social, en el seno de la organizaci¨®n del trabajo y de la comunidad social. Te¨®ricamente el elemento decisivo de las empresas autogestionadas es el consejo obrero elegido por los propios asalariados y del cual se deriva, tambi¨¦n por elecci¨®n, un comit¨¦ de gesti¨®n que se reune semanalmente y que est¨¢ compuesto de seis miembros, entre los cuales, el presidente es el jefe del Consejo obrero. Por otra parte, est¨¢ el director t¨¦cnico de empresa, que participa en ese comit¨¦ con voz pero sin voto.
El funcionamiento de la realidad
Pero como ha dicho un escritor, una cosa es la organizaci¨®n autogestionaria de la empresa, tal como existe sobre el papel, y otra cosa muy distinta su funciona miento concreto en la realidad. A lo largo de la ¨²ltima d¨¦cada la participaci¨®n de los obreros en el Consejo Obrero y en el Comit¨¦ de Gesti¨®n ha tendido a disminuir, a la vez que aumentaba la importancia de los cuadros superiores. Cada vez se ha ido haciendo mayor la influencia en las empresas de las c¨¦lulas comunistas que pretenden llevar, de nuevo, a Yugoslavia al ¨¢mbito de los pa¨ªses sometidos al imperio sovi¨¦tico. En las empresas en Yugoslavia resulta dif¨ªcil contentar a todo el mundo y as¨ª lo demuestra el hecho que desde 1960 a 1970 se han producido alrededor de 2.000 huelgas en el pa¨ªs. Los obreros se quejan del reparto in justo de los beneficios. Los mismos yugoslavos suelen decir que la autogesti¨®n ha ido m¨¢s lejos que el socialismo del Estado y que est¨¢n obligados a servirse de instrumentos del sistema capita lista. Debemos ser conscientes, a?aden, que hemos de satisfacer exigencias diversas: la de la econom¨ªa y la de la autogesti¨®n.
En resumen, el sistema de la autogesti¨®n tiene grandes deficiencias entre los mismos socialistas yugoeslavos, los cuales reconocen que dista mucho de los ideales oficialmente perseguidos y a¨²n de las pautas en vigor..Esto explica, en opini¨®n de Jos¨¦ Luis Ugarte (art¨ªculo publicado en este diario de 19 de junio pasado) el hecho de que ?un mill¨®n de trabajadores yugoeslavos prefieren los altos salarios capitalistas centroeuropeos a las ventajas del socialismo autogestionado. La cifra representa casi un 20 % del empleo total asalariado en el pa¨ªs. La gente ?hace su Europa, con mejor o peor fortuna, y se vuelve a casa?.
Libre iniciativa del empresario
Pues bien, mientras que el sistema de la autogesti¨®n aparece como modelo para los reformistas de los dem¨¢s pa¨ªses socialistas del Este, ninguno de los pa¨ªses de la Europa Occidental, a¨²n aquellos gobernados por partidos social dem¨®cratas e incluso socialistas, han adoptado el sistema de la cogesti¨®n y siguen fieles al mercado libre y a la libre iniciativa del empresario. Un hecho harto elocuente consiste en que la reacci¨®n hacia el partido conservador ocurrida ¨²ltimamente en Suecia y la consiguiente derrota del socialismo, tantos a?os imperante, fue motivada precisamente por el hecho de que este ¨²ltimo partido pensaba introducir en Suecia el sistema yugoeslavo.
Vivimos en un pa¨ªs situado m¨¢s ac¨¢ del tel¨®n de acero. En el programa del Partido del Gobierno actual no se menciona la autogesti¨®n, como soluci¨®n para la reforma de la empresa. Este hecho nos autoriza a suponer que esa reforma, el d¨ªa en que se realice, quedar¨¢ inscrita en el marco de los restantes pa¨ªses de la Europa Occidental; y que ser¨ªa insensato introducir en nuestro sistema econ¨®mico un ingrediente extra?o y contradictorio como es el de la cogesti¨®n. Recordemos una vez m¨¢s, las acertadas palabras de Alvarez Puga, cuando dice que ello equivaldr¨ªa a dar carta de naturaleza al ?rechazo? y no olvidemos tampoco la opini¨®n del presidente de la Rep¨²blica francesa cuando afirma que la idea de la autogesti¨®n conduce a una colectivizaci¨®n general de la econom¨ªa.
Los pa¨ªses de la Europa Occidental han rechazado, pues, la autogesti¨®n yugoeslava y en ello; la reforma de la empresa se ha detenido en la cogesti¨®n o, dicho m¨¢s exactamente, en la reforma de la sociedad an¨®nima. Y precisamente por no ser la cogesti¨®n , verdadera reforma de la empresa, la cogesti¨®n se ha acogido con escepticismo tanto por la doctrina jur¨ªdica como por las asociaciones obreras.
En Italia, la mayor¨ªa de los m¨¢s ilustres mercantilistas repudian este sistema, consider¨¢ndolo como una mera distorsi¨®n de la estructura capitalista, de la sociedad an¨®nima, sin beneficio para nadie; y especialmente, sin beneficio para los obreros, ya que, como ha dicho Ferri, de la cogesti¨®in no derivar¨ªa m¨¢s que un debilitamiento de la posici¨®n de los trabajadores, los cuales deber¨ªan renunciar a sus reivindicaciones cuando as¨ª lo impusieran las exigencias de la empresa, sin obtener ning¨²n beneficio objetivo. Por su parte, la Confederacia General del Trabajo en Fracia, ha dicho que se trata de variaciones m¨¢s o menos nuevas sobre melod¨ªas antiguas, con las, que el capital acuna, desde hace un siglo, la aspiraci¨®n de los trabajadores a su emancipaci¨®n, ofreci¨¦ndoles el sue?o de la colaboraci¨®n de las clases.
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