Est¨¢ en juego el futuro de la fiesta
El momento, de verdad cr¨ªtico, para la fiesta, empieza hoy, con las reuniones para la reforma del reglamento. No somos alarmistas ni nos mueve el dogmatismo, sino la realidad de unas proposiciones, que conocemos y que, de aceptarse, atentar¨¢n contra la propia naturaleza del espect¨¢culo.
M¨¢s que reforma, el reglamento necesita retoques. Hay una parte del mismo que quieren cambiar los toreros, m¨¢s espec¨ªficamente- los novilleros, para poner en mejores condiciones su promoci¨®n profesional. Seguramente cuanto se haga en este sentido siempre ser¨¢ poco, y las comisiones que empiezan hoy a deliberar sobre la reforma deber¨ªan dedicar tiempo e inter¨¦s a dejar bien solventado este tema.Los ganaderos consecuentes desean, por su parte, una vigilancia m¨¢s estricta de la integridad del toro una vez ha salido de las dehesas, y garant¨ªas para su correcta lidia; entre otras que la suerte de varas se haga a conciencia y con disminuci¨®n del peso y el tama?o de los petos. Y algunas. cuesti¨®n es hay m¨¢s, de este tenor.
En determinados aspectos, el reglamento quiz¨¢ adolezca de caduco porque, se haya visto desfasado en el tiempocon relaci¨®n adiversos pormenores de organizaci¨®n y control. Pero lo que de ninguna forma pueden tocar -estas comisiones, ni ninguna, es cuanto afecta a la lidia, sobre todo para degradarla. Ya hemos dado aqu¨ª el toque de atenci¨®n sobre esa grave pretensi¨®n de eliminar toda referencia al trap¨ªo, o sobre lo que podr¨ªa ser la institucionalizaci¨®n del puyazo ¨²nico.
Pero hay m¨¢s: no diremos de qu¨¦ mentes preclaras ha surgido la idea peregrina de que se demoren los tiempos de los avisos, sin otro motivo que ese falso argumento de que ?hoy lo que gustan son las faenas de muleta?. He aqu¨ª una clave de cu¨¢les son determinadas tendencias: puesto que se ha llegado a la degeneraci¨®n de la lidi¨¢, d¨¦se respaldo legal a esa degeneraci¨®n.
Cuando la postura deber¨ªa ser precisamente, la opuesta: el legislador ha podido comprobar que el reglamento de 1962 (el actual), simplemente por prever las excepciones, dej¨® abierta la posibilidad de convertir lo excepcional en regla como asi ha ocurrido. Y por ah¨ª han venido el puyazo ¨²nico que dec¨ªamos, la desaparici¨®n de los quites (con ellos, el toreo de capa) y la reducci¨®n del inter¨¦s de la fiesta al ¨²ltimo tercio, que si, es el que cuenta (alguno ten¨ªa que contar), pero viciado a su vez, por el descontrol en las concesiones de oreja, efectuadas tan sin rigor, con tanta condescendencia, que la p¨¦rdida de calidad del toreo de muleta ha sido progresiva, y radical la de la suerte de matar, en otros tiempos -?y no hace tanto! considerada fundamental.
Nada menos que la fiesta misma est¨¢ en juego ahora, pues de lo que se decida en estas reuniones, y su posterior aprobaci¨®n por el ministro del Interior, depender¨¢ que se posibilite su renacimiento, que siga en el decadente transcurrir de ahora o que se pierda definitivamente, con la desaparici¨®n de sus valores esenciales."
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