El modelo sueco, ?meta o espejismo?
La llegada a Espa?a de la ministra sueca de Asuntos Exteriores, Karin S?der, que visita oficialmente nuestro pa¨ªs, plantea la curiosidad ante el modelo pol¨ªtico y socioecon¨®mico de Suecia, durante largos a?os ex¨®tico y hoy, para unos, meta; para otros, espejismo. No vale ya, en 1978, la imagen de Suecia como una Jauja lejana y prohibida, ni mucho menos la impresi¨®n, falsa y estereotipada, de unos pol¨ªticos que recaudan, y unos ciudadanos que entregan fondos ?para los terroristas espa?oles?. Como jefa de la diplomacia sueca, Karin S?der encarna ante nuestro pa¨ªs el principio b¨¢sico de la pol¨ªtica exterior de Suecia, la denominada neutralidad activa, punto de coincidencia entre el Gobierno y la Oposic?¨®n, y en virtud del cual, sin variaciones por su parte, la misma opini¨®n p¨²blica que se mostr¨® sistem¨¢ticamente hostil a la clase pol¨ªtica del franquismo mira hoy con simpat¨ªa el proceso democratizador que, vive Espa?a. La propia se?ora S?der quiso recalcarlo cuando la visitamos en Estocolmo y nos insisti¨® en que el significado de su visita no era otro que hacer patente el apoyo del pueblo sueco al camino democr¨¢tico emprendido por Espa?a pac¨ªficamente, e iniciar unas intensas relaciones sobre estos nuevos planteamientos.
La pol¨ªtica exterior sueca sigue, as¨ª, su l¨ªnea tradicional de apoyo a las mayor¨ªas nacionales contra la opresi¨®n exterior o interior. Suecia fue el primer pa¨ªs occidental que apoy¨® los movimientos de liberaci¨®n nacional de Africa: Mozambique, Angola, Guinea Bissau e islas del Cabo Verde, y todav¨ªa sigue suministrando ayuda a los movimientos de liberaci¨®n de Rodesia, Namibia y Sur¨¢frica. Igualmente, Suecia apoy¨® la lucha de liberaci¨®n del pueblo vietnamita y protest¨® contra la presencia de Estados Unidos en Indochina y, asimismo, critic¨® severamente la invasi¨®n de Checoslovaquia por las tropas sovi¨¦ticas en 1968.
Por otra parte, la defensa de los derechos humanos, dif¨ªcil de reivindicar dentro de un pa¨ªs con una democracia estable y un respeto institucional inveterado a tales derechos, la ha ejercido la opini¨®n p¨²blica sueca con ocasi¨®n de su violaci¨®n por otros Gobiernos, especialmente en casos de aplicaci¨®n de penas de muerte, torturas, presos pol¨ªticos, consejos de guerra sumarios. Un hecho que sensibiliz¨® especialmente a la opini¨®n p¨²blica sueca fue el derrocamiento, en Chile, del presidente Allende. La prensa sueca -la primera del mundo en difusi¨®n- es, por todo ello, la m¨¢s abierta a lo que ocurre en el mundo, cansada tal vez de escrutar un pa¨ªs en el que nunca pasa nada.
En materia social, la rica Suecia se justifica intemacionalmente con la aportaci¨®n del 1 % de su producto nacional bruto para ayuda al desarrollo de las naciones del Tercer Mundo. Es una cantidad que Suecia capitaliza en la ONU, donde los peque?os pa¨ªses de esta ¨¢rea apoyan sistem¨¢ticamente las causas promovidas por el pa¨ªs n¨®rdico, uno de los m¨¢s activos en la citada organizaci¨®n internacional, a cuyos cascos azules ha aportado m¨¢s de 40.000 suecos.
?Sirve el caso sueco como modelo para la Espa?a actual? En pol¨ªtica internacional nos separa la renuncia sueca a formar parte de la CEE, en contraste con nuestra aspiraci¨®n... En pol¨ªtica interna, mientras el pragmatismo sueco, capaz de suprimir una segunda C¨¢mara superflua, se centra en el ''debate parlamentario de los presupuestos -que dura de enero a mayo, ambos inclusive- y las grandes luchas pol¨ªticas- se dejan para las elecciones, la incipiente democracia espa?ola se debate todav¨ªa en el tr¨¢mite constituyente (el ¨²ltimo refer¨¦ndum sueco dilucid¨® si se deb¨ªa circular por la derecha o por la izquierda; los espa?oles nos encontramos a caballo entre el de la ley de Reforma y el de la Constituci¨®n). El t¨¦jido laboral sueco est¨¢ controlado, a nivel sindical, por la Confederaci¨®n General de Trabajadores (LO), con una afiliaci¨®n del 92 % de los trabajadores y vinculada al Partido Socialdem¨®crata, mientras en Espa?a se produce en estos momentos el reparto de la tarta sindical entre varias centrales de diversa inspiraci¨®n partidista.
Nos separa de Suecia el Sol la cultura meridional, la concepci¨®n latina de la vida, la mezcla de etnias que han dado lugar al espa?ol de hoy, el sustrato religioso cat¨®lico, la pluralidad de pueblos y regiones. Espa?a es m¨¢s dif¨ªcil de gobernar que una Suecia donde son sagrados los sem¨¢foros, los pasos de cebra...
Una fuerza pol¨ªtica espa?ola, el Partido Socialista Obrero Espa?ol (PSOE), ha centrado su atenci¨®n, en buena medida, en el modelo sueco. Cuadros y miembros de las bases del PSOE y de la UGT viajan con relativa frecuencia a Estocolmo para estudiar el funcionamiento del partido de Olof Palme y de la Landsorganisationen (LO). Existe, al menos, un punto com¨²n: en Suecia y en Espa?a gobierna una coalici¨®n de centristas, liberales y moderados, y en ambos pa¨ªses la socialdemocracia y el PSOE esperan acceder al poder en las elecciones de 1979. La diferencia favorable a Olof Palme no es desde?able: una experiencia de cuarenta a?os de Gobierno socialdem¨®crata y el control del ¨²nico sindicato fuerte.
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