Por favor, J. G.C., por favor
La comedia es mediocre, absoluta e irremediablemente mediocre, garbancera, inane. No se trata s¨®lo de que sea antigua o moderna. Formalmente Jamaique es el cl¨¢sico estirador de una sola situaci¨®n, alargada con el librillo de las t¨ªpicas novelas rosas, sin la menor inquietud por las posibilidades de un espacio esc¨¦nico. El fondo y la teor¨ªa general de su propuesta se articulan en torno a una banal revisi¨®n de la condici¨®n humana de la protagonista. La elegante traducci¨®n de Arteche ha debido mejorar el original, atirant¨¢ndolo y d¨¢ndole un cierto fulgor coloquial. Pero lo del se?or Jamiaque, sencillamente, no es de reciba. Si ha tratado de salir a contracorriente del actual teatro para presentar, como se dice en el programa, ?algo ins¨®lito?, tan ins¨®lito como ?una comedia limpia y divertida, sin hermetismos, claves ni complicaciones?, lo ha conseguido. Dentro de la comedia no hay nada. Nadie va a sonrojarse. ?Nadie? Pues yo me sonroj¨¦.La comedia es un g¨¦nero noble, de definici¨®n dif¨ªcil, que ha fluctuado mucho salvo en la permanente exigencia de una cierta participaci¨®n del p¨²blico, a trav¨¦s de la risa, la aceptaci¨®n de la iron¨ªa o la rendici¨®n ante el encanto. Esta participaci¨®n no es reducible a un sistema y de ah¨ª nace la gran riqueza del g¨¦nero. Pero s¨ª est¨¢ claro que esta vivacidad y variabilidad la ha cargado, en nuestros d¨ªas, con la pretensi¨®n de ser un espect¨¢culo que, como todos, pretende introducir al espectador, por su propia v¨ªa, en un mejor conocimiento de la condici¨®n humana. Ello, precisamente, confiere a la comedia un dif¨ªcil trabajo de b¨²squeda de nuevas reglas de juego con las convenciones generales, un nuevo realismo no l¨®gico, una provocaci¨®n distinta, una forma especial de contemplar en comunidad la eterna lucha de los seres humanos. Por eso es tan sensible la comedia a la actualidad: porque s¨®lo la sostiene su capacidad o incapacidad para relacionarse de forma inmediata y directa con los espectadores. La comedia es un g¨¦nero extraordinariamente ambicioso. Pero el se?or Jamiaque no.
Acapulco
.., se?ora, de Ives Jamiague. Versi¨®n espa?ola: Juan Jos¨¦ Arteche. Director: Manuel Collado ?lvarez.Decorador: Javier Arti?ano. Int¨¦rpretes: Julia Guti¨¦rrez Caba, Mar¨ªa Jos¨¦ Alfonso, Francisco Piquer, Antonio Medina y Gonzalo Santos. En el teatro Club.
?Y Julia, nuestra Julia nacional, Julia Guti¨¦rrez Caba, una de las tres mejores actrices de nuestro censo? ?Y Mar¨ªa Jos¨¦ Alfonso, espl¨¦ndida actriz, medio retirada, que vuelve para esto? ?Qu¨¦ pasa? Julia, encantadora, tierna, sobrante de recursos, jugando con el personaje, a veces casi s¨®lo para su personal recreo. Mar¨ªa Jos¨¦, entreteni¨¦ndose en componer de arriba a abajo un papel inexistente. ?Qu¨¦ sucede aqu¨ª? La etapa es confusa. El desconcierto, grande. Las tensiones del juego econ¨®mico est¨¢n turbadas en nuestra escena. Muy bien. Todo ello es cierto. Todo ello permite el arribismo, la mediocridad, el asalto generalizado. Pero nada de ello puede ni debe afectar a quienes saben hacer teatro. Como Julia o como Mar¨ªa Jos¨¦. Y eso es lo ¨²nico, lo vital, que casi desesperadamente se les pide. Que hagan los dem¨¢s tonter¨ªas. Que busquen otros y otras el triunfo econ¨®mico por atajos y caminos tramposos. Ellas, no. Por dignidad del oficio, por salud p¨²blica, por decoro del teatro, por favor...
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