Un periodista brit¨¢nico cuenta c¨®mo fancilit¨® la muerte de su esposa, enferma de c¨¢ncer
-?Ha llegado el d¨ªa?-Si es el momento que t¨² has elegido, entonces ha llegado el d¨ªa.
-Estoy contenta. Al menos s¨¦ exactamente d¨®nde estoy. Morir¨¦ hoy a la una.
Con este dram¨¢tico di¨¢logo, un periodista brit¨¢nico describe los ¨²ltimos momentos de la vida de su esposa, aquejada de un c¨¢ncer incurable en su fase terminal, y a la que ayud¨® a morir, suministr¨¢ndole en el caf¨¦ una dosis letal de analg¨¦sicos y somn¨ªferos, en curnplimiento de un pacto mutuo, apoyado por sus hijos.
La confesi¨®n de Derek Humphry, 52 a?os, redactor del Sunday Times, le expone a catorce a?os de c¨¢rcel, en aplicaci¨®n de la ley que pena la pr¨¢ctica de la eutanasia. Sus revelaciones han tenido enorme eco en Gran Breta?a. Gran parte de la pol¨¦mica ha estado destinada a pedir el cambio de las disposiciones legales que existen sobre tan delicada materia.
La controversia promete ampliar un creciente debate sobre las implicaciones de la eutanasia y la naturaleza misma de la muerte.
Humphry, que con la ayuda de su segunda esposa ha escrito un libro sobre la muerte de la primera, acaba de contar, en unas conmovedoras entrevistas televisadas, que su decisi¨®n fue un acto supremo de amor: ?Me siento feliz porque Jean se extingui¨® como lo quer¨ªa, en el plazo fijado, a su propio modo, de una forma digna y dignificada.?
Jean Humphry muri¨® en marzo de 1975, cuando el c¨¢ncer de espina dorsal que sufr¨ªa hab¨ªa alcanzado su fase final y comenzaba a extenderse al cerebro. Tiempo atr¨¢s hab¨ªa dicho a su marido que no quer¨ªa sobrevivir en estado de coma y morir en un hospital ?sin haberme despedido de ti y de los chicos?. Y a?adi¨® que esperaba de su esposo que, cuando su fin se acercara, le ayudara ?d¨¢ndome algo que acabe con mi vida aqu¨ª (en su casa) y entonces?. Las declaraciones del periodista brit¨¢nico han motivado ya la apertura de un sumario judicial, aunque las probabilidades de que Humphry sea condenado son remotas. Desde que la ley sobre suicidio fue promulgada, en 1961, veinticuatro casos de caracter¨ªsticas similares han llegado a los tribunales, y la gran mayor¨ªa de ellos han acabado con la exculpaci¨®n del acusado. El apartado segundo de este texto legal considera un delito que puede ser penado con hasta catorce a?os de prisi¨®n por ?ayudar, aconsejar, instigar o procurar? el suicidio de una persona. Humphry dijo en televisi¨®n que no deber¨ªa iniciarse persecuci¨®n judicial en aquellos casos que obedecen ?a las m¨¢s puras motivaciones, a supremos actos de amor, que no pueden ser evitados...?.
En una sentencia reciente contra un muchacho que cuid¨® durante cinco a?os de su madre enferma y finalmente la envenen¨®, tras resistir durante ese tiempo sus presiones para que acelerase su muerte, un juez de Nottingham dijo al acusado: ?Su madre estaba resuelta a morir, de un modo u otro. Usted resisti¨® durante a?os una presi¨®n intolerable y no le veo como a un criminal... Mi consejo es que mire adelante y olvide lo sucedido. La vida humana es preciosa, pero, de otra parte, las realidades de cada situaci¨®n deben ser consideradas.?
La pol¨¦mica suscitada por las declaraciones del periodista brit¨¢nico en favor de la eutanasia y la aparici¨®n de su libro (El camino de Jean) han venido a sumarse a la controversia p¨²blica sobre la desconexi¨®n de aparatos respiradores en hospitales cuando es evidente la muerte cerebral de los pacientes. En algunos de estos casos producidos en Gran Breta?a durante las ¨²ltimas semanas han sido los propios padres de personas cuyo cerebro estaba irreversiblemente da?ado los que han pedido la desconexi¨®n de la m¨¢quina, que mantiene artificialmente las funciones cardiorrespiratorias.
Aunque no existe en este pa¨ªs una definici¨®n legal de la muerte, los jueces y el Ministerio de la Salud vienen aceptando oficialmente las conclusiones elaboradas en 1976 por la conferencia de Colegios M¨¦dicos y Facultades de Medicina del Reino Unido, que exigen diez comprobaciones antes de certificar una defunci¨®n, comprobaciones que pueden resumirse en un solo punto: la evidencia de muerte cerebral. Una propuesta de ley introducida en 1976 en la C¨¢mara de los Lores por la baronesa Wooton suger¨ªa que se permitiera la retirada de aparatos respiratorios en los casos en que los pacientes lo hubieran solicitado asi previamente. La iniciativa fue ampliamente derrotada. A Derek Humphry su dolorosa experiencia le ha llevado al convencimiento de que el tab¨² puede ser abatido. ?A la gente se le dice c¨®mo tiene que vestirse, qu¨¦ debe hacer, cu¨¢ntos impuestos ha de pagar... Casi lo ¨²nico que puede ser decidido libremente es c¨®mo morir... Y ya no tengo ninguna duda sobre el derecho a morir cuando uno est¨¢ listo, a su propia manera.... en el d¨ªa elegido.?
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