Turismo cinematogr¨¢fico

En los tiempos de la nouvelle vague francesa, s¨®lo un hombre super¨® a Claude Lelouch en cuanto a efectismos y gratuidades se refiere: Marcel Camus. Su filme Orfeo negro, que tuvo un gran ¨¦xito internacional, daba una imagen de Brasil falsa, superficial, sofisticada y manipulada. Hoy, muchos a?os m¨¢s tarde, Marcel Camus no ha evolucionado, no ha aprendido nada y vuelve a probar suerte en el tema y el estilo que hicieron su ef¨ªmera fama. Otalia de Bah¨ªa insiste en aquella imagen folkl¨®rica y colorista de Brasil y se dir¨ªa realizada para ocultar el rostro actual de este pa¨ªs. Filme coral, sus protagonistas son los habitantes de una barriada de los suburbios de Bah¨ªa cuyo centro de reuni¨®n es un burdel que lo que m¨¢s parece es una escuela de baile. Otalia es uno m¨¢s de los personajes y s¨®lo en el cuarto de hora final destaca leveinente del resto.La pel¨ªcula es un abuso continuo de la imagen optimista y musical de Brasil. Los conflictos m¨¢s aparentemente graves son resueltos por la v¨ªa de un humor gratuito, as¨ª la polic¨ªa trata de desalojar repetidas veces de sus viviendas a los protagonistas y ¨¦stos los derrotan irrisoriamente y, s¨®lo al final, cuando a Camus le interesa rematar en tragedia la pel¨ªcula -como hiciera en Orfeo negro- los fusiles comienzan a disparar de verdad y lo que hasta entonces era una farsa de carnaval se torna una sangrienta masacre. Por si fuera poco, Otalla emprende una extra?a huelga de hambre, tras un desenga?o amoroso, que acaba con ella en cuesti¨®n de horas, aunque, eso s¨ª, a tiempo de casarse de blanco y espirar.

Lo que en Orfeo negro hab¨ªa de trampa bien urdida, no existe en esta Otalia de Bah¨ªa que es una avalancha de escenas incoherentes e inconexas y uno de los espect¨¢culos m¨¢s aburridos que nos ofrece la cartelera madrile?a.