Madre no hay m¨¢s que una
Nora Ephron es una columnista neoyorquina, ahora editada en Espa?a por Anagrama, Nora es una cosa inencontrable: una feminista con sentido del humor.. Una ir¨®nica en el reino de las fan¨¢ticas.Nora est¨¢ entre Woody Allen y Tom Wolfe y basa sus columnas en problemas tan poco objetivos y period¨ªsticos como el desarrollo o no desarrollo de sus propios senos, partiendo de que el hecho de tenerlos o no tenerlos le parece ya en s¨ª distra¨ªdo. Leo en la columna de C¨¢ndido que en alg¨²n sitio ha defendido el periodismo humanista, digamos, subjetivo, frente a la inform¨¢tica que crea una estructura de datos que a m¨ª, m¨¢s que una red informativa, me parece una alambrada de espinos. Un campo de concentraci¨®n cercado con estad¨ªsticas espinosas para encerrar al hombre libre de las democracias modernas, en las que se puede ser todo -hasta rey- Lo que no se puede es ser libre.
Bien por C¨¢ndido. Ya sabes, amor -seguramente ya lo sab¨ªas- que Nora est¨¢ con nosotros. Pero ayer he bajado a la farmacia. Bajo todos los d¨ªas a por mis supositorios de optalid¨®n, mis lacas para el pelo, mis sedantes para el colon y mi munici¨®n farmacol¨®gica, porque yo creo en las medicinas, s¨®lo por llevarle la contraria a mi se?ora, que cree en las hierbas.
He bajado a la farmacia y, fisgando, fisgando, he robado una cosa que se llama as¨ª como babysue?o, y que lleva un subt¨ªtulo de emisora de radio de provincias (cadena de ondas parroquiales): ?armon¨ªas W latido materno?. Me leo el prospecto y se lo resumo a ustedes. Es un tema digno de Nora Ephron, pero, ya que no est¨¢ Nora, me van a permitir desarrollarlo: los americanos, que siempre andan enredando, le han metido un micr¨®fono en la matriz a una se?ora y han grabado los latidos del coraz¨®n tal como se oyen desde dentro, o sea, tal como los oye el ni?o en el claustro materno, y que no dejan de ser un contrapunto en su mundo feliz, cerrado, donde no tiene que estar pendiente de que se apruebe ninguna Constituci¨®n.
Lo dem¨¢s ya lo han adivinado ustedes, si es que no lo usan directamente: se han grabado millones de cintas con ese latido y se venden en el mundo entero para proporcionar al reci¨¦n nacido y al lactante, con su audici¨®n, un sue?o tranquilo, ?y a sus padres, un reposo constante?, como a?ade el prospecto con feo ego¨ªsmo.
Parece que ese latido devuelve al ni?o al claustro materno, mentalmente, y eso le da tranquilidad. Yo lo dudo. Pienso., con Lauren Postigo y los protagonistas semanales de Cantares, que madre no hay m¨¢s que una y que a tl te encontr¨¦ en la farmacia. Pienso que cualquier sonido monocorde y apagado puede hacer las veces de ese latido de ¨²tero, como de hecho lo hace el traqueteo del ferrocarril, adormeciendo al buen cura y al se?or coronel, a la monjita y al poeta que miraba el paisaje. Todos dentro del gran ferrocarril ov¨¢rico, como dir¨ªa Miller, dormiditos y prenatales en el claustro de la madre Renfe.
La Renfe pone ahora m¨²sica y los del babysue?o tambi¨¦n ponen m¨²sica, explicando que eso ayuda a la relajaci¨®n del mamoncete, con lo cual pierden ya, para m¨ª, todo su rigor pseudocient¨ªfico, pues como dec¨ªa t¨ªo Oscar, varias razones convencen menos que una sola. A m¨ª el psiquiatra, cuando yo posaba de pirado, me daba valium y psicoan¨¢lisis. En seguida descubr¨ª que el vahum era mejor y m¨¢s barato que el psicoan¨¢lisis. Eleg¨ª contra Freud, lo siento.
Nos venden aire de Sevilla enlatado, nos venden nuestra propia nostalgia record¨¢ndonos el Travolta que ¨¦ramos y nos venden a nuestra propia madre (ya dec¨ªa el dicho ?¨¦se vende a su padre?) en cinta magnetof¨®nica con latidos de gestante. Juan Cucto acaba de hacer en este peri¨®dico uno de sus mejores ensayos sobre los anuncios televisivos como modelo est¨¦tico y ¨¦tico de televisi¨®n. Eso es. El arte de nuestro tiempo es la publicidad, y en ella se han inspirado los pintores americanos, tratando, eso s¨ª, de destruir el mensaje publicitario y capitalista. Yo, que voy con mi ¨¦poca, lo que me pregunto es hasta d¨®nde se puede prolongar industrialmente la relaci¨®n madre/ni?o y por qu¨¦ no nos sirven a los adultos, en las cafeter¨ªas, un batido de calostros de mujer gestante. Puesto a explotar el edipismo universal del hombre unid ini ensionalizado, hemos llegado hasta el musical Evita, que fue la gran madre fascista de todo un pueblo. S¨®lo Lauren y sus folkl¨®ricos creen todav¨ªa que madre no hay m¨¢s que una. Madres, sobran por todas partes. El capitalismo ha completado su ciclo: vendernos a nuestra propia madre.
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