El erotismo la Academia: una degradaci¨®n
A los pies de Omphalos es, por ahora, una de las ¨²ltimas obras incluidas en esta magn¨ªfica colecci¨®n er¨®tica que dirige Luis Garc¨ªa Berlanga y que ha sido objeto de alg¨²n, que otro mandamiento judicial en su corta existencia.La obra del acad¨¦mico franc¨¦s que se encubre bajo el seud¨®nimo de Henri Raynal es, b¨¢sicamente, la obra de un acad¨¦mico, con su gloria y su servidumbre, m¨¢xime en un pa¨ªs en el que el pertenecer a la Academia es entrar en la inmortalidad..
Quiz¨¢ el primer estupor surge al comprobar que la novela se firma con pseud¨®nimo pues parece que su autor vivi¨® m¨¢s de la mitad de] presente siglo, ¨¦poca en la que el pudor y el complejo pecaminoso parecen haber sido superados hace tiempo por la lucidez de los m¨¢s. Pues bien, el libro no s¨®lo parece una ?transgresi¨®n? de la moralidad de su autor, incapaz de reconocer el libro como propio sino que tiene todas las desventajas de la condici¨®n inmortal de quien lo ide¨®.
A los pies de Omphalos de Henri Raynal (pseud¨®nimo)
Colecci¨®n ? La sonrisa vertical?. Tusquets Editor. Barcelona 1978.
Resulta tarea vana el intentar definir en qu¨¦ consiste lo er¨®tico y cu¨¢l podr¨ªa ser su frontera con lo pornogr¨¢fico, delimitaci¨®n que suele obsesionar a los censores y bur¨®cratas del mundo, salvo Espa?a, en donde, afortunadamente para sus ciudadanos, el bur¨®crata tiene las ideas perfectamente claras: lo er¨®tico y, naturalmente, lo pornogr¨¢fico deben de ser perseguidos con santa perseverancia (entre otras, el ¨²ltimo ejercicio supuso el secuestro de las Once mil vergas, de Apollinaire). Esta claridad de ideas de nuestro funcionariado conlleva el ingrediente de ?lo clandestino?, de aquello que ha de hacerse con ocultaci¨®n por estar prohibido. De esta manera, y gracias a los desvelos de nuestras buenas conciencias por oposici¨®n, el ciudadano espa?ol es uno de los lectores privilegiados de obras er¨®ticas: podr¨¢ leerlas con la misma sensaci¨®n de culpa que un brit¨¢nico del siglo XIX, lo que en verdad resulta un espl¨¦ndido escenario para semejantes ejercicios. A los pies de Omphalos est¨¢ escrita por alguien que posee el dominio de la lengua, y lo posee en una de sus tendencias rn¨¢s pl¨²mbeas y desfasadas.
Si la bondad de una obra er¨®tica hubiera de medirse por el grado de excitaci¨®n sexual que provoca en quien la lee, todo parece indicar que A los pies de Omphalos es la obra de un aprendiz. Ahora bien, la idea de la novela -la aceptaci¨®n por parte de un individuo de clase media. escritor de oficio, de aceptar la esclavitud paulatina y degradante ante la criada de su t¨ªo difunto- es hermosa, lo que a nuestro juicio falla es su realizaci¨®n, su puesta en palabras, y no porque el autor no las domine, sino porque, probablemente, lo que no domina son ?las bajas pasiones?, ingrediente absolutamente esencial en toda obra er¨®tica que se precie. No se trata de describir un co¨ªto con mayor o menor crudeza, sino de describir cualquier cosa o situaci¨®n con el mismo talante con el que se acerca uno al lecho placentero, intentando acercar al lector a la sensaci¨®n org¨¢smica. Pues bien, el regusto del inmortal por ofrecer muestras de su bella prosa, distancia al lector de esa sensaci¨®n que anhela. Para colmo, el se?or Raynai tiene a bien incluir las anotaciones de Luc -el protagonista- en su diario. Por una parte le permiten demostrar sus conocimientos de la cultura cl¨¢sica -el t¨ªtulo ya es de por s¨ª un alarde-, y por otra. justifica, al menos parcialmente y desde una perspectiva moral, los hechos posteriores a la interrupci¨®n. El ilustre acad¨¦mico galo ha pretendido hacer m¨¢s un ejercicio de estilo que una provocaci¨®n a los instintos, y el resultado es una novela que, sin estar escrita por un idiota (con esto de los pseud¨®nimos uno ya no se atreve a nada, por si acaso), se puede pensar que lo est¨¢ por un ?te¨®rico de las sensaciones?, alguien que conoce el medio, pero sin haberlo vivido, sentido en este caso. Quiz¨¢ sea lo ¨²nico que permitan nuestros func¨ªonarios de turno, pero es una l¨¢stima
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