Portugal, entre socialismo y democracia
Cualquiera que sea la soluci¨®n a la presente crisis portuguesa: que Mario Soares se suceda a s¨ª mismo una vez m¨¢s, que se le encuentre un sucesor ?presidencialista?, civil o militar, o que Portugal se encamine hacia la tercera elecci¨®n legislativa en menos de cuatro a?os, existe la convicci¨®n de que nada podr¨¢ seguir como antes a nivel pol¨ªtico, social y militar.La pol¨ªtica de los pa?os calientes, los equilibrios precarios y las ambig¨¹edades en que se complacieron durante tres a?os los grandes partidos portugueses han llegado a su t¨¦rmino. Es natural que exista en la clase pol¨ªtica, por detr¨¢s de los optimismos de fachada, una seria preocupaci¨®n al llegar la hora de la verdad.
Cuando acept¨® la ca¨ªda de su Gobierno minoritario, en diciembre pasado, cuando le hubiese sido relativamente f¨¢cil ?comprar? la neutralidad de los comunistas, Mario Soares dio a la opini¨®n p¨²blica nacional e internacional la prueba de la firmeza de su decisi¨®n de no aceptar nunca un frente popular abierto o encubierto. Esta actitud le cost¨® la rebeli¨®n de Lopes Cardoso y serias dificultades en el campo sindical.
Al negarse a ceder a las exigencias de sus aliados democristianos acaba de demostrar que, a pesar de las acusaciones del Partido Comunista, no es menos decidido cuando afirma. como acaba de hacerlo su portavoz, Manuel Alegre, que ?jam¨¢s aceptar¨¢ ser el instrumento de la vuelta al poder de las antiguas clases dominantes?. El Partido Socialista portugu¨¦s se reafirma as¨ª como gran partido de la izquierda, aut¨®nomo en relaci¨®n a comunistas y ?capitalistas?.
El Partido Dem¨®crata Cristiano (CDS) hizo en febrero una apuesta, que acaba de perder. Su direcci¨®n pensaba ser capaz de convencer a los ermpresarios portugueses, la jerarqu¨ªa cat¨®lica v todos los sectores sociales ligados a la libre iniciativa y, a la econom¨ªa de mercado de la necesidad de un Gobierno de transici¨®n de centro-izquierda, despu¨¦s del trauma revolucionario de 1974-75, minimiz¨® el peso de una base electoral que le hab¨ªa votado en 1976 por ser entonces el partido m¨¢s a la derecha del abanico pol¨ªtico portugu¨¦s.
Sa Carneiro ha impuesto al Partido Social Dem¨®crata una opci¨®n exactamente opuesta a la que hicieron los dem¨®crata cristianos.
Despu¨¦s de una larga crisis, el PSD est¨¢ ahora en perfectas condiciones de presentarse como el portavoz y el representante leg¨ªtimo de todo el descontento de la derecha, de todos aquellos que nunca creyeron en la democratizaci¨®n o que se desilusionaron r¨¢pidamente acerca de sus ventajas para Portugal.
El Partido Comunista es el ¨²nico que no conoci¨® en este per¨ªodo revisiones de su l¨ªnea pol¨ªtica. Pero tampoco se ha revelado capaz de atraer nuevos sectores sociales. Todos los partidos pueden, as¨ª, pensar que van a presentarse frente a su electorado con una personalidad mucho m¨¢s clara y definida que hace dos a?os. La izquierda piensa que en estas condiciones el electorado la confirmar¨¢ en su posici¨®n mayoritaria. Sa Carneiro y la derecha social opinan exactamente lo contrario. Las elecciones en 1979 o 1980 tendr¨¢n que dar la raz¨®n a uno de los dos mayores partidos portugueses: socialistas o socialdem¨®cratas. Para llegar a esto es necesario tambi¨¦n descartar definitivamente la soluci¨®n presidenciaIista acariciada por todos aquellos que desconf¨ªan en el fondo de la madurez pol¨ªtica del electorado portugu¨¦s.
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