La autoridad ten¨ªa obligaci¨®n de vigiIar los chiqueros
El gran esc¨¢ndalo de la feria de Salamanca fue ¨¦ste: Cuando seabri¨® el port¨®n de chiqueros para que empezara la corrida del s¨¢bado, d¨ªa 16, aparecieron tres toros muertos y varios malheridos. ?Qui¨¦n lo hizo y por qu¨¦ lo hizo?
Las culpas se atribuyen, en medios taurinos, a maletillas -as¨ª, en abstracto, y sin argumentos s¨®lidos que justifiquen la acusaci¨®n-. Demasiado simple. Porque el suceso plantea una serie de puntos oscuros, sobre los que es necesario insistir. Por ejemplo, ser¨ªa importante precisar, con pruebas fehacientes, si con independencia de las cuchilladas los toros hab¨ªan sido previamente drogados. Se hace muy dificil creer que por la tronera del chiquero puedan estoquearse toros y si fueron alanceados, con vendria saber qu¨¦ tipo de lanzas fueron utilizadas. El ataque desde abajo ya ser¨ªa m¨¢s explicable, si antes adormecieron a los toros. Seg¨²n informaciones divulgadas despu¨¦s de la corrida -y el propio Manuel Chopera nos lo dijo as¨ª- el primer toro de Galache que llee¨® a lidiarse tambi¨¦n hab¨ªa sido alanceado o apu?alado. Quiz¨¢ sea cierto. pero nuestro testimonio es que lo recorrimos con prism¨¢ticos de parte a parte. una vez y otra. durante toda la lidia. con mayor inter¨¦s a la vista de su extra?o comportamiento, y no apreciamos ni gota de sangre en toda su anatom¨ªa: tampoco herida o rasgu?o que pudiera revelar que hab¨ªa sido herido. Pero, por otra parte, sus reacciones fueron alarmantes, como de toro drogado.
Pero, adem¨¢s, resulta muy llamativo que la autoridad no hiciera cumplir lo que dispone el art¨ªculo 79 del vigente realamento taurino. sea¨²n el cual ?despu¨¦s de verificado el encierro. durante el apartado y mientras permanezcan los toros en sus chiqueros, hasta la salida al redondel, se establecer¨¢ una vigilancia con el mayoral del ganadero, un representante de los toreros, dos vaqueros por parte de la empresa y un agente de la autoridad, con el fin de impedir la entrada en los locales donde se encuentre el izanado a toda persona que pudiera causarle da?o o debilitar sus fuerzas?.
Esta vigilancia no exist¨ªa como es obvio y seg¨²n nos ratific¨® Chopera. quien razon¨® as¨ª la extra?a negligencia: ?No pens¨¢bamos que fuera a pasar nada.? Es decir, que si se obr¨® de semejante forma en esta corrida, cabe suponer que lo mismo se har¨ªa en otras. De manera que, como se ve, desde el apartado (a las doce) hasta las cinco y media o seis de la tarde. hora en que suelen empezar las corridas, hay limplios m¨¢rgenes de tiempo para que cualquier desaprensivo ataque a los toros. con el consiguiente perjuicio para empresarios y toreros: pero tambi¨¦n (pues todo es posible) para que una mano interesada los drogue, los afeite, los debilite, etc¨¦tera. Con el consiguiente perjuicio para los aficionados y el grave fraude que esto conlleva.
Las investiaaciones sobre el ?caso de los toros asesinados? deben dirigirse, por supuesto, a averiguar qu¨¦ines fueron los autores del atentado, pero tambi¨¦n a esclarecer por qu¨¦ ganadero, empresa y autoridad, todos a una, incumplieron su obligaci¨®n de establecer vigilancia en los chiqueros.
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