Pintorescos camioneros
La violencia es, hoy por hoy, como nadie ignora, uno de los ingredientes que m¨¢s influyen en el ¨¦xito popular de un filme, sobre todo en aquellos ahora llamados de acci¨®n y antiguamente ?de aventuras?. Ya se trate de aventuras ex¨®ticas o b¨¦licas, violencia y sexo convenientemente dosificados, cuando no combinados, vienen a ser elementos clave en el actual espect¨¢culo cinematogr¨¢fico.Como todos los g¨¦neros, ¨¦ste tiene sus especialistas m¨¢s o menos h¨¢biles, m¨¢s o menos sinceros o sofisticados, seg¨²n los medios o el p¨²blico al que sus filmes vayan dirigidos. Cuando los medios o la imaginaci¨®n fallan, la mayor¨ªa suele caer en cierto sadomasoquismo, que sus devotos confunden con los originales primitivos. Y, sin embargo, este tipo de historias en que el cine italiano ha sido maestro durante tanto tiempo podr¨ªan tomarse como una especie de pornografia de la violencia, m¨¢s cerebral y totalmente injustificada.
Convoy
Direcci¨®n: Sam Peckinpah, Ali Mac Graw, Burt Kristoffersen, Ali Mac Graw, Burt Young, Ernest Borgnine. Aventura. Color.1977.Locales de estreno: Benlliure, Novedades, Cartago.
Otra variante tambi¨¦n superficial si se quiere, pero algo m¨¢s honrada y, por supuesto, de mucha m¨¢s imaginaci¨®n, ha sido la creada por Sam Peckinpah, ¨ªdolo de los p¨²blicos j¨®venes, de los expertos del western, de los t¨ªmidos que gustan verse realizados en sus historias y, en general, de todos aquellos que confunden ciertos relatos elementales con las gestas ¨¦picas.
Su aportaci¨®n fundamental, como cualquier mediocre aficionado sabe, consiste en recrearse en esa misma violencia, ofreci¨¦ndola en detalle, prolong¨¢ndola en el tiempo. Sin embargo, tal hallazgo en tiempos novedosos ha perdido toda eficacia hoy, cuando ya se utiliza hasta en las discotecas.
El mismo Peckinpah parece haberlo entendido as¨ª y en este ¨²ltimo filme no lo prodiga demasiado, olvid¨¢ndose tambi¨¦n de sus org¨ªas de sangre facilitada por los de efectos especiales. Su ¨²ltima historia es una especie de western moderno entre camioneros honrados y corrompidos polic¨ªas de tr¨¢fico. El problema, que podr¨ªa ser real, desaparece, se borra en su desarrollo confuso y sin ideas concretas, falto de personajes con rango de tales.
No se sabe a qu¨¦ especial sentido de la fraternidad responden cuantos componen el convoy, ni su relaci¨®n con la pol¨ªtica, ni el porqu¨¦ del amor entre los protagonistas. Todo queda envuelto en una especie de niebla, no s¨®lo permitida por el realizador, sino alzada para justificar una acci¨®n que no se tiene en pie sino por su propia din¨¢mica exterior, la de los grandes traylers que caminan a trav¨¦s de la llanura sin que se sepa a d¨®nde, s¨®lo para justificar una serie de encuentros, dilemas y aventuras que todos sabemos no se pueden dar en ning¨²n pa¨ªs medianamente civilizado, y mucho menos en Norteam¨¦rica.
El realizador lo ha visto as¨ª tambi¨¦n, y recre¨¢ndose en la pl¨¢stica de sus camiones, las autopistas interminables y los desiertos polvorientos, ha construido un filme superficial, al que a?ade un final rocambolesco como para advertirnos de que ¨¦l tambi¨¦n est¨¢ en el juego, es decir, que a partir del gu¨ª¨®n es consciente de sus limitaciones.
As¨ª, humor, fotograf¨ªa y m¨²sica se alzan como valores principales en una historia donde el arte de Ali MacGraw queda in¨¦dito, Kris Kristoffersen presta su fisico al personaje y Ernest Borgnine, en su papel de polic¨ªa villano, lleva adelante su clich¨¦ habitual, hasta su redenci¨®n final y gratuita.
Babelia
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