Roberto Mor¨¢n, 21 a?os, se suicid¨® cuando comenzaba a abandonar la hero¨ªna
Roberto Mor¨¢n cay¨® a pocos pasos de la puerta de entrada de su bloque, el veintitr¨¦s de la calle L¨®pez Gras, y muri¨® casi instant¨¢neamente. Su madre y su hermano menor tienen ahora miedo a salir de casa por no pisar las baldosas en que se destroz¨®.Roberto particip¨® de la experiencia de Arganda del Rey, lugar donde la Uni¨®n Espa?ola de Defensa contra la Droga mont¨® en verano un campo de recuperaci¨®n de drogadictos, por medio del trabajo y la convivencia terap¨¦utica. All¨ª se mostr¨® como un joven callado, y con una voluntad cierta de abandonar la hero¨ªna. Pas¨® luego a otro campo de trabajo similar que se cre¨® en Navacerrada. Desde el momento en que este segundo concluy¨®, a mediados de septiembre, Roberto ya no pudo hacer nada m¨¢s. Quer¨ªa abandonar Madrid, llevarse a sus padres a Alicante, lejos de las amenazas y del c¨ªrculo de Vallecas. Pidi¨® una plaza en la Escuela de Tractoristas del Ministerio de Agricultura. Su futuro pasaba decididamente por el trabajo en el campo. Primero le dijeron que era posible encontrar plaza en la secci¨®n de Avila, y no fue cierto; despu¨¦s, en la de Salamanca, y tampoco se cumpli¨®.
Cuando le aseguraron que el lunes siguiente comenzaba su aprendizaje en la escuela de Cuenca, no se lo crey¨®. Durante todo el mes que estuvo inactivo, su complejo de persecuci¨®n se acrecent¨®. A menudo habl¨® del suicidio como ¨²nica salida, y a menudo sus compa?eros en la Uni¨®n de Defensa contra la Droga creyeron que hab¨ªan logrado quitarle la idea de la cabeza, al menos. moment¨¢neamente. ?Se trataba de ganar tiempo hasta que comenzara su trabajo, fecha a partir de la cual sus posibilidades de recuperaci¨®n efectiva aumentar¨ªan casi hasta el l¨ªmite de seguridad.?
El mi¨¦rcoles por la ma?ana estuvo gestionando, unos papeles para su incorporaci¨®n. Lleg¨® a su casa a media ma?ana y, sin mostrar signos anormales, ingiri¨® m¨¢s de veinte pastillas de trasxilium 10, f¨¢rmaco ansiol¨ªtico (contra la ansiedad y estados depresivos) que utilizaba su madre. Se tumb¨® en su cama. Tal vez fuera este su primer intento de suicidio. Su madre Francisca Gil, logr¨® despertarle y le sirvi¨® la comida. Comi¨® normal mente, y en el instante en que su madre le reprendi¨® por lo de las pastillas, estall¨® la crisis. Roberto subi¨® al quinto piso del bloque decidido a arrojarse al vac¨ªo. Consiguieron sujetarle y meterlo en casa. All¨ª, en la cocina, intent¨® cortarse las venas, en un fuerte estado de excitaci¨®n -su madre recuerda la frase que repiti¨® varias veces: ?Me matar¨¦ antes de que me maten?-, del que lograron calmarle.
Cerca de las tres de la tarde estaba sentado en el sal¨®n-comedor. De repente se levant¨® y dijo que se iba. Sus padres, Antonio y Francisca, le animaron a dar un paseo por la calle. Al llegar a la altura de una ventana, sin mediar m¨¢s palabras, se arroj¨® al vac¨ªo.
La iniciaci¨®n a la droga
?Se lo dije a ustedes hace tiempo, iban a matar a mi hijo, y ¨¦l tambi¨¦n lo sab¨ªa.? Antonio Mor¨¢n, padre de Roberto, se expres¨® en estos t¨¦rminos al abrir la puerta de su casa al abogado de su hijo. El piensa firmemente que la acci¨®n de Roberto es algo m¨¢s que un suicidio, aunque no haya posibilidad legal de lanzar acusaciones contra ninguna persona en concreto.Su padre quiso interesarle en las actividades de su peque?o negocio, una carnicer¨ªa con la que se gana la vida, pero Roberto no quer¨ªa trabajar como dependiente, tampoco demasiadas probabilidades de encontrar algo que le gustara. Las relaciones con su familia, se desarrollaban en un clima de incompresi¨®n y alejamiento mutuos. aunque en las ¨²ltimas semanas se hab¨ªan suavizado. Vallecas es uno de los barrios madrile?os donde el consumo de todo tipo de drogas est¨¢ m¨¢s extendido tambi¨¦n contempla una concentraci¨®n de j¨®venes sin posibilidades de expansi¨®n, y muy pronto comenz¨® a consumir hach¨ªs, despu¨¦s ¨¢cido, coca¨ªna y, finalmente, morfina y hero¨ªna.
Roberto vivi¨® toda su vida en Vallecas. Relacionado con los circuitos de la droga en Vallecas entr¨® en contacto con un grupo de j¨®venes que asaltaban farmacias El se encargaba de vender el producto de los robos. Fue detenido a finales del a?o pasado y pas¨® a la jurisdicci¨®n de la ley de Peligrosidad Social. El juez de Peligrosidad Social, miembro de la Comisi¨®n Provincial de Problem¨¢tica de la Farmacodependencia, ten¨ªa dos opciones: enviarle a un centro de rehabilitaci¨®n, soluci¨®n inviable, por la sencilla raz¨®n de que no existen, o decretar su ingreso en el hospital penitenciario de Carabanchel, en r¨¦gimen de prisi¨®n preventiva. Tras quince d¨ªas en el hospital, Roberto pas¨® a la tercera galer¨ªa, de presos comunes, en compa?¨ªa de un conocido suyo, homosexual.
El 1 de julio, cinco presos comunes le obligaron a entrar en una celda de la s¨¦ptima galer¨ªa a punta de cuchillo y los violaron a los dos, tal vez en la creencia de que ambos eran homosexuales, o tal vez sabiendo que Roberto no lo era. Despu¨¦s de la violaci¨®n vinieron las amenazas de muerte en caso de que presentaran denuncia. En ese momento, el abogado de Roberto, Fernando Escribano, conoci¨® el suceso y logr¨® que el juez decretara su libertad, teniendo en cuenta el peligro real que representaba para su defendido la permanencia en la c¨¢rcel y su estado depresivo, que le motiv¨® un intento de suicidio. Se cort¨® las venas tan profundamente que tuvo que recibir veinticinco puntos de sutura. Ante las continuas advertencias de que tanto ¨¦l como su familia sufrir¨ªan represalias muy fuertes si la denuncia prosperaba, Roberto no se atrevi¨® a ratificarla y ¨¦sta pas¨® a archivarse sin m¨¢s, pero el acoso continu¨®, y su miedo aument¨® cuando supo que uno de los cuatro violadores estaba ya en libertad.
Los ¨²nicos momentos en que disfrut¨® de una relativa tranquilidad fueron los d¨ªas de su estancia en Arganda del Rey y Navacerrada, aunque un desgraciado incidente empeor¨® las cosas: un peri¨®dico madrile?o public¨® su foto y sus iniciales en unas declaraciones, aunque hab¨ªa insistido en que respetara su anonimato. En las declaraciones, Roberto mencionaba c¨®mo en Carabanchel se traficaba con drogas.
Es imposible saber hasta qu¨¦ punto este incidente de la publicaci¨®n de su foto incidi¨® en la intensificaci¨®n del acoso. Es imposible conocer tambi¨¦n la intenci¨®n de los acosantes. Tal vez s¨®lo pretend¨ªan que Roberto abandonara Madrid, cosa que, por otra parte, estaba decidido a hacer. Tal vez si hubiera encontrado una ocupaci¨®n, o las primeras gestiones para acceder a la Escuela de Tractoristas de Avila hubiesen tenido ¨¦lito, su muerte se habr¨ªa evitado. ?El peor drama de un drogadicto lo forma el momento en que quiere salir y no puede -comenta Oswaldo Gibelli, presidente de Uni¨®n Espa?ola de Defensa contra la Droga-. Todos sus ofrecimientos, sinceros, se ponen en un par¨¦ntesis de duda, de desconfianza. Roberto era uno de los j¨®venes que m¨¢s clara ten¨ªa la idea de recuperarse. El primer ofrecimiento que le hizo a la sociedad fue su voluntad de renunciar al placer de la hero¨ªna, sustituy¨¦ridola por el tratamiento con metadona. Pero no hubo una respuesta social adecuada, y cuando, por fin, conseguimos su adscripci¨®n a la Escuela de Tractoristas de Cuenca, ya era tarde.?
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