El plan especial, un "plan" para el pueblo y sin el pueblo
??Por qu¨¦ no ha podido el pueblo conocer y discutir nuestro proyecto?? Con este llano y lastimero interrogante pon¨ªa fin Juan L¨®pez Ja¨¦n, arquitecto jefe de la Zona Hist¨®rica de nuestro municipio, a un reciente y l¨²cido comentario (EL PAIS, 8 de noviembre de 1978) en torno a la invalidaci¨®n oficial del Plan Especial de Protecci¨®n del Conjunto Urbano de Madrid, que ¨¦l y su equipo llevaran a cabo a lo largo de unos cuantos meses de intenso trabajo propio y sistem¨¢tica incomprensi¨®n ajena. La pregunta sigue, hoy por hoy, sin respuesta, por m¨¢s que la conciencia ciudadana empiece ya a exigirla de forma responsable y como presupuesto m¨ªnimo de una informaci¨®n y un debate en el que entran en juego los intereses m¨¢s nobles de su m¨¢s leg¨ªtimo destinatario: el pueblo de Madrid.Casco hist¨®rico, centro hist¨®rico, conjunto hist¨®rico... Tales y otras an¨¢logas advocaciones suelen, de labios de la autoridad edilicia, venir al caso (al triste caso de nuestra ciudad) con diversa matizaci¨®n y olvido premeditado de su verdadero contenido, que no lo constituyen, por meritoria que fuere su traza, los edificios, sino, y ante todo, los habitantes. Perm¨ªtaseme una vez m¨¢s traer a cuento las conclusiones del Coloquio de Quito, el documento m¨¢s actualizado en la materia, que, si en otros apartados admite discusi¨®n, no ofrece la menor duda a la hora de dejar bien acu?ada la definici¨®n de centros hist¨®ricos, a tenor de estos t¨¦rminos literales: ?Aquellos asentamientos humanos, vivos, fuertemente condicionados por una estructura f¨ªsica proveniente del pasado, reconocibles como representativos de la evoluci¨®n de un pueblo.?
No, no se trata de un dato ocasional, colegido a favor de la corriente. Todo el documento insiste hasta la saciedad en subrayar y distinguir el car¨¢cter prioritario de los habitantes sobre el habit¨¢culo, englobando, adem¨¢s, en la noci¨®n de pasado tanto lo remoto como lo pr¨®ximo (el ayer mismo) y extendiendo el concepto de lo hist¨®rico a toda-la ciudad en cuanto que consolidada, fuere centro o extrarradio. En la definici¨®n de centros hist¨®ricos se comprenden, textualmente, tanto los asentamientos que se mantienen ¨ªntegros como aquellos que a causa de su crecimiento constituyen hoy parte o partes de una estructura mayor. Y para deshacer conjeturas en lo tocante a primac¨ªas o prelaciones, letra y esp¨ªritu de dichas conclusiones vienen a reincidir sin eufemismos: ?Los centros hist¨®ricos, por s¨ª mismos y por el acervo monumental que contienen, representan no solamente un incuestionable valor cultural, sino tambi¨¦n econ¨®mico y social. No son s¨®lo patrimonio cultural de la Humanidad, sino que pertenecen en forma particular a todos aquellos sectores sociales que los habitan.?
Ha habido hasta ahora, a juicio de los coloquiantes de Quito, una conciencia universal de que los llamados centros hist¨®ricos deb¨ªan preservarse por su valor cultural y tur¨ªstico, y a tal efecto se han hecho esfuerzos considerables en materia de restauraci¨®n y conservaci¨®n (con ¨¦nfasis, tantas veces, en lo pol¨ªtico-tur¨ªstico-conmemorativo), aplicando criterios de ¨ªndole variopinta, que van desde la reconstrucci¨®n de monumentos aislados hasta, aut¨¦nticos maquillajes escenogr¨¢ficos. En muchos casos esta orientaci¨®n ha sido el resultado de una actitud de ¨¦lite, plasmada en medidas y acciones aisladas que no resolvieron en definitiva el problema por no haberse orientado a procurar el bienestar de la comunidad que los habita.
Siete son, a la luz de alguno de los motivos expuestos, las medidas recogidas en las conclusiones del Coloquio de Quito (clausurado hace poco m¨¢s de un a?o), cuyo pre¨¢mbulo y colof¨®n convienen en sentar criterio firme, intransigente, en orden a prioridades. En la primera de ellas nos es dado leer: ? La tarea de rescate del patrimonio art¨ªstico, cultural y social ( ... ) tendr¨¢ como protagonistas prioritarios a los habitantes (...), siendo necesaria la organizaci¨®n comunitaria de los habitantes de dichos centros hist¨®ricos para alcanzar los principios de acci¨®n se?alados.? La s¨¦ptima y ¨²ltima, por su parte, corrobora: ?Se advierte la necesidad de una amplia campa?a de, concienciaci¨®n acerca no s¨®lo del valor cultural, sino del car¨¢cter social y viviente de los centros hist¨®ricos, a trav¨¦s de los medios masivos de comunicaci¨®n y los. sistemas educacionales en todos sus niveles.?
?Por qu¨¦ no ha podido el pueblo de Madrid conocer y discutir nuestro proyecto? ?Presiones especulativas? ?Podremos discutirlo alg¨²n d¨ªa? Las tres preguntas con que L¨®pez Ja¨¦n cerraba el comentario antes aludido, aparte de comportar de alg¨²n modo la respuesta, terminaban por abrir una expectativa inmediata, que nosotros, y otros muchos, interpretamos corno inexcusable exigencia. Si nuestros avispados mun¨ªcipes han contravenido particularmente, y punto por punto, lo inquirido y divulgado universalmente por los expertos, sin otorgar a los genuinos protagonistas del caso ni el papel siquiera de comparsas, sean ¨¦stos (ustedes y nosotros) los que reclamen la in formaci¨®n que de justicia les cumple y participen en el debate que el caso requiere. En su derecho de informaci¨®n y participaci¨®n asiste le al ciudadano su condici¨®n de protagonista natural. Como tal, y contales prerrogativas, le confirma la opini¨®n de los mejores investigadores del ramo, y le ampara, por si fuera poco, el recto cumplimiento del art¨ªculo 4 de la vigente ley del Suelo. No son pocas las cosas que aqu¨ª y ahora est¨¢n en juego, entre ellas el feliz desenlace (all¨¢ se ver¨¢) de las pr¨®ximas elecciones municipales.
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