Los villancicos: cinco siglos de inspiraci¨®n para compositores espa?oles
A lo largo de casi cinco siglos los compositores espa?oles han vertido su inspiraci¨®n en un g¨¦nero variable, el villancico, que ha proporcionado una asombrosa herencia musical, por desgracia insuficientemente divulgada.De origen profano y popular, el villancico pas¨® pronto, por impulso de la Iglesia espa?ola, a convertirse en un g¨¦nero fundamentalmente religioso y ligado a las grandes festividades cristianas, en especial a la Navidad. Ya los viejos cancioneros renacentistas, por ejemplo el de la catedral de Segovia, presentan una serie de villancicos navide?os, algunos tan notables y poco conocidos como el de Juan del Enzina Gran gasajo siento yo.
Ahora bien, donde el villancico se cultiva con profusi¨®n y ha evolucionado con mayor coherencia, hasta alcanzar elevadas cotas art¨ªsticas, es en el reino de Valencia donde hay ejemplos que van desde Mateo Flecha hasta Joaqu¨ªn Rodrigo.
El Cancionero de Upsala (1556), cuyo contenido procede de la corte literario-musical que rode¨® en Valencia a don Fernando de Arag¨®n, duque de Calabria, lleva por t¨ªtulo Villancicos de diversos autores.... e incluye villancicos a dos, tres, cuatro y cinco voces. Ya en el siglo XVII encontramos la insigne figura del compositor Juan Bautista Comes (1582-1643), quien dota al villancico de una forma binaria, aunque a veces pueda parecer ternaria (introducci¨®n o tonada, a solo generalmente" y responsi¨®n o estribillo, desarrollo multicoral del tema introductorio), f¨®rmula que permanecer¨¢ a lo largo de su siglo como estructura casi inamovible de la escuela valenciana. As¨ª la practicar¨¢n Urb¨¢n de Vargas, en los veinte villancicos que dej¨® en Valencia, y Antonio Teodoro Ortells, que producir¨¢ para la capilla catedralicia de la capital del Turia nada menos que 192 villancicos, aunque, y esta es otra cuesti¨®n, no presenten la calidad de escritura contrapunt¨ªstica de los de Comes.
Pero el m¨¢ximo exponente de la evoluci¨®n del villancico en Valencia, y pienso que en toda Espa?a, es el compositor Jos¨¦ Pradas, nacido en Villahermosa del R¨ªo (Castell¨®n) el 21 de agosto de 1689, disc¨ªpulo de Ortells en Valencia, luego maestro de capilla en Algemes¨ª (1712) y en Castell¨®n (1717) y, finalmente, maestro de la metropolitana de Valencia (1728) hasta su jubilaci¨®n y muerte (1757).
Los villancicos de Pradas
Pradas es uno de los creadores de la cantata barroca espa?ola, influida en cierto modo por la m¨²sica sagrada napolitana, si bien ¨¦l continuar¨¢ dando a sus composiciones el nombre de villancicos (escribi¨® m¨¢s de trescientos), pero en alguna ocasi¨®n, como en su obra Ah del c¨¦lebre conf¨ªn, a s¨®lo de tiple, dos violines y bajo continuo, emplea el nombre de cantata. El can¨®nigo Vicen? Ripoll¨¦s fue el primero en darse cuenta de la importancia de la m¨²sica de Pradas (El villancico i la cantata del segle XVIII a Valencia, Barcelona, 1937), cuyas innovaciones alteraron el car¨¢cter tradicional del villancico.
El maestro Jos¨¦ Climent, que ha estudiado m¨¢s recientemente los villancicos de Pradas, constata sus distintas formas y maneras; unos siguiendo la forma establecida por Comes, aunque los estribillos vayan perdiendo el car¨¢cter contrapunt¨ªstico, que ten¨ªan en aqu¨¦l y otros que introducen, como parte fundamental, el recitado y el aria. Claro que, antes de Pradas, ya el catal¨¢n Pere Rabassa, maestro de capilla en Valencia entre 1714 y 1724, hab¨ªa hecho uso de ellos, rompiendo la estructura tradicional de Comes y abriendo nuevos y m¨¢s amplios cauces al villancico valenciano. Hace aproximadamente tres a?os Jos¨¦ Climent y Armando Blanquer polemizaron en la revista Tesoro Sacro Musical acerca de las influencias italianas de Pradas, muy fuertes, seg¨²n el compositor de Alcoy, que hab¨ªa revisado y realizado el bajo continuo en dos villancicos de Pradas que se dieron a conocer en la XIV Semana de M¨²sica Religiosa de Cuenca, y nada claras, seg¨²n Climent, convencido del valencianismo del compositor de Villahermosa del R¨ªo a trav¨¦s de la herencia de Comes y de ciertos hallazgos arm¨®nicos de quien tal vez fuera su maestro, Juan Bautista Cabanilles.
Pienso que las dos tendencias pueden hallarse en la obra de Jos¨¦ Pradas. Primero la de ra¨ªz popular, heredera del barroco valenciano, y que trata de subrayar el dramatismo de los textos po¨¦ticos, procurando en ocasiones fundirlos al m¨¢ximo con la expresi¨®n musical. Pero no hay duda de que lo m¨¢s destacable en su producci¨®n son los recitados y, sobre todo, las arias, donde podemos apreciar la influencia de los m¨²sicos napolitanos y de los oratorios y cantatas de Carissimi. Pradas es un melodista maravilloso y, con frecuencia, las melod¨ªas de sus arias, llenas de inter¨¦s y animaci¨®n, le procuran nuevas ideas arm¨®nicas dentro de su sistema inexorablemente tonal.
Era, adem¨¢s, un organista extraordinario, cuya capacidad de improvisaci¨®n le val¨ªa para realizar, con la m¨¢xima perfecci¨®n y vuelo imaginativo, el bajo continuo, lo cual ser¨¢ siempre muy importante al interpretarlo, ya que es una m¨²sica donde predomina la armon¨ªa vertical, en su caso relativamente sencilla.
Lo que resulta un hecho evidente es que los villancicos de Jos¨¦ Pradas suponen un avance definitivo de las corrientes italianizantes en nuestra m¨²sica eclesi¨¢stica rechazadas por el padre Feijoo, corrientes tan del gusto del pueblo que, en muchas iglesias, fueron desplazando a las obras propiamente lit¨²rgicas, casi siempre inmersas en una l¨ªnea polif¨®nica y contrapunt¨ªstica ya superada en la ¨¦poca que ¨¦l vivi¨®.
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