La Federaci¨®n no pudo "pinchar" la huelga
Espa?a se qued¨® sin f¨²tbol de Primera y Segunda el domingo. Los jugadores de f¨²tbol protagonizaron la huelga m¨¢s ins¨®lita de la historia de Espa?a. La falta de di¨¢logo a su debido tiempo impuls¨® a los miembros de la Asociaci¨®n de Futbolistas Espa?oles a tomar una seria determinaci¨®n. Las amenazas de la Federaci¨®n y clubs no pudieron pinchar la huelga. Los jugadores hab¨ªan planteado hace mucho tiempo unas reivindicaciones justas. La huelga deber¨¢ servir para replantearse en profundidad el tema del f¨²tbol, que los actuales dirigentes no han sabido llevar por cauces mesurados.
La Federaci¨®n intent¨® pinchar la huelga al pedir que se cumpliera el reglamento y lo ¨²nico que consigui¨® fue que hubiera gastos innecesarios. Los desembolsos que han realizado los clubs deber¨¢ pagarlos la Federaci¨®n, que fue la inspiradora de la medida de fuerza ¨²ltima. La Federaci¨®n, que no quiso nunca negociar y que cuando lo hizo se limit¨® a dar largas cambiadas, intent¨® soliviantar a los aficionados. Desde clubs y Federaci¨®n se intent¨® desviar el tema para que los huelguistas sufrieran las iras de quienes hab¨ªan sido calentados desde la parcialidad de la visi¨®n de los hechos.Los aficionados no pueden estar en contra de los jugadores, entre otras cosas, porque saben de sobra c¨®mo se realizan las huelgas. Lo que se ha intentado desde arriba ha sido una operaci¨®n un tanto fea. Tanto como si contra la huelga del metal protestasen los de la construcci¨®n o como si contra la de la construcci¨®n protestasen los azulejeros. Yo no imagino a los ocupantes de las localidades populares de los campos protestando por la huelga. Si ello se produce ser¨¢, sin duda, porque no han recibido una informaci¨®n contrastada.
Los futbolistas, a quienes se les ha tildado de todo, han tenido el m¨¦rito, nada desde?able, de luchar por los menos favorecidos. Han protestado por temas que les son trascendentales, como el derecho de retenci¨®n, que en otros pa¨ªses est¨¢ regulado de una manera muy diferente -aqu¨ª el jugador no tiene ni una sola ventaja- y la limitaci¨®n de edad que les pone en la calle en un futuro m¨¢s o menos pr¨®ximo.
Han surgido ahora voces sobre la cotizaci¨®n a Hacienda. Que un presidente de, club amenace con poner en manos de Hacienda las n¨®minas del club suena a operaci¨®n sospechosa. ?Significa que hasta ahora el club ha facilitado el fraude? Tengo la impresi¨®n de que en este tema hay un aspecto delictivo a considerar. Hay quien ha llamado a los; jugadores ?esclavos de oro? y cabe preguntarse ante esta iron¨ªa si se es partidario de comprar la libertad del ser humano. Eso no lo admit¨ªa ni Kunta Kinte.
En la faramalla de declaraciones amenazantes; ha habido un presidente que incluso ha insinuado la posibilidad de rescindir contratos.
Si el se?or Meler fuera capaz de echar del club a Canito y Urruticoechea, varios clubs de Primera se lanzar¨ªan a por ellos sin reparar en gastos, y les ofrecer¨ªan aut¨¦nticas burradas de dinero, que es lo ¨²nico que han sabido hacer hasta ahora. Cargar a los jugadores la superinflaci¨®n que ha sufrido este espect¨¢culo es desviar el fondo de la cuesti¨®n. Las deudas de los clubs las han producido quienes no han sabido gobernar de acuerdo con sus aut¨¦nticas posibilidades. La fantas¨ªa de algunos presidentes, forzada por su irrefrenable vanidad, es la que ha producido fichajes de f¨¢bula con olvido de la aut¨¦ntica promoci¨®n de las canteras.
En la ceremonia de la confusi¨®n y entre las presiones dirigidas a los jugadores ha habido una amenaza realmente curiosa: la de afirmar que a los huelguistas les podr¨ªa ser descontado el 25% de su salario anual. Una arbitrariedad de este estilo era posible cuando los jugadores ten¨ªan expresamente prohibida la posibilidad de acudir a los tribunales. Hoy ser¨ªa imposible.
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