Las responsabilidades del PSOE
El PSOE ha aumentado ligeramente sus esca?os en el Congreso y sustancialmente en el Senado; ha conservado, tambi¨¦n con un leve incremento, su porcentaje en votos. En una palabra, ha consolidado sus posiciones electorales. Se ha demostrado que el voto socialista no es de ?aluvi¨®n? -como lo calific¨® Carrillo al d¨ªa siguiente de las elecciones del 15 de junio-, sino que tiene bastante estabilidad. No tiene sentido, por consiguiente, hablar de derrota del PSOE. Pero s¨ª puede decirse que ha sufrido un rev¨¦s. Lo ha sufrido en relaci¨®n con las expectativas de avance anunciadas por los propios dirigentes socialistas durante la campa?a electoral y en el per¨ªodo anterior, compartidas por muchos que no pertenecemos al PSOE; en relaci¨®n con el incremento del censo en m¨¢s de tres millones y, sobre todo, con la inclusi¨®n de los j¨®venes mayores de dieciocho a?os; en relaci¨®n con su retroceso en zonas tan importantes como Euskadi y Andaluc¨ªa. El PSOE ha sido el partido m¨¢s afectado por la abstenci¨®n, y ¨¦ste es, probablemente, el dato global m¨¢s significativo del rev¨¦s sufrido: un sector apreciable del electorado predispuesto al voto socialista finalmente se ha abstenido. ?Un cinco, ocho o 10%? Tal vez un porcentaje suficiente como para haber convertido, en caso de votar socialista, el rev¨¦s en victoria. Resulta evidente que con este resultado electoral se ha frustrado la ¨²nica posibilidad inmediata de un cierto cambio hacia una pol¨ªtica m¨¢s democr¨¢tica. Es una constataci¨®n banal. El repro che que se le puede hacer a Alfonso Guerra no es, a mi juicio, haber explicitado esa constataci¨®n, sino el de no a?adir inmediatamente que el PSOE tiene responsabilidades,. mayores o menores, en esa frustraci¨®n. Precisamente por ser el principal portador del cambio posible. UCD, de acuerdo con los intereses sociales que representa, tenia la misi¨®n de cerrarle el paso, y debe reconocerse que ha cumplido con eficacia, utilizando -c¨®mo no- todos los recursos que le proporciona su monopolio de los aparatos del Estado. Esto es ?sucio?, en efecto, visto desde la ¨®ptica de un funcionamiento ?limpio? de la democracia. ?Pero d¨®nde se ha dado tal ?limpieza? cuando gobierna el partido del dinero y de los privilegios capitalistas? En las elecciones de marzo de 1978, Giscard y Chirac utilizaron contra la izquierda francesa los mismos resortes estatales y agitaron los mismos espantajos: el marxismo, el colectivismo, la dictadura, el caos. Es necesario denunciar esas ?malas artes? de la derecha. Contribuye a la formaci¨®n de la conciencia c¨ªvica. Pero ser¨ªa fatal para los partidos de izquierda servirse de esa denuncia para desviar la atenci¨®n de las debilidades propias, porque s¨®lo en la superaci¨®n de estas debilidades reside la posibilidad de obtener el apoyo mayoritario del pueblo, venciendo todos los obst¨¢culos que se cruzan en el camino de la democracia. En el caso franc¨¦s, la izquierda podr¨ªa haber ganado las elecciones de no haber roto su unidad. La responsabilidad m¨¢xima por la ruptura la tuvo el PCF, que no pod¨ªa admitir una victoria con el Partido Socialista en posici¨®n mayoritaria dentro de la izquierda. En nuestro caso, el PCE ha contribuido tambi¨¦n, con su campa?a sectaria y demag¨®gica contra el PSOE, a que los socialistas no aventajaran a la derecha. Pero ha sido una contribuci¨®n reducida, no determinante, porque el PCE est¨¢ lejos de tener el peso pol¨ªtico del PCF. La causa principal del rev¨¦s del PSOE no reside, a mijuicio, ni en el ?juego sucio? de UCD ni en el lamentable sectarismo del PCE. Debe buscarse en los errores e insuficiencias del propio PSOE.Considero que la orientaci¨®n fundamental del PSOE desde el 15 de junio ha sido acertada. Lo he. dicho en otras ocasiones y por eso vot¨¦ PSOE el 1 de marzo. Esa orientaci¨®n ha consistido en plantear al pa¨ªs que para progresar hacia una democracia m¨¢s aut¨¦ntica era necesario desplazar a la UCD de la direcci¨®n del proceso pol¨ªtico y conseguir la hegemon¨ªa de la izquierda. Ello implicaba, dada la relaci¨®n de fuerzas dentro de la izquierda, un Gobierno de predominio socialista. Por eso el PSOE procedi¨® justamente al presentarse desde el primer momento como ?alternativa? a UCD. Hizo bien en no escuchar los cantos de sirena que le aconsejaban entrar en el Gobierno bajo la direcci¨®n de UCEI. El error comienza, a mi juicio, en su concepci¨®n de c¨®mo crear las condiciones para el triunfo de esa estrategia. Una concepci¨®n esencialmente parlamentarista, desconectada de las luchas populares, con escasa o nula actividad militante en las diversas esferas de la vida social.
Resulta elocuente, a este respecto, el pre¨¢mbulo del programa electoral del PSOE para el 1 de marzo, donde se presenta el balance de la labor efectuada por el partido desde el 15 de junio. Salvo una referencia a la realizaci¨®n de la -?unidad socialista? todo se reduce a la ?batalla parlamentaria? (?presentamos -dice- m¨¢s proposiciones de ley que todos los dem¨¢s grupos parlamentarios juntos?, y sigue la enumeraci¨®n de algunas de ellas). ?Y la ?batalla? fuera del Parlamento, en las f¨¢bricas, los barrios, el campo, la Universidad, los movimientos de masas, etc¨¦tera? El programa de Gobierno que sigue a este pre¨¢mbulo contiene una frondosa serie de medidas concretas, cuyo an¨¢lisis detallado no es posible hacer aqu¨ª, pero en conjunto representa una pol¨ªtica de desarrollo de la democracia, de reformas sociales y de defensa de las clases trabajadoras. ?Por qu¨¦ no ha obtenido un apoyo popular m¨¢s amplio? La respuesta, me parece, est¨¢ en la carencia que acabo de indicar. Una campa?a electoral no basta para que el pueblo comprenda y haga suyo un programa semejante, para que conf¨ªe en el partido que lo formula. Hace falta que el propio pueblo luche, se organice, se movilice por ese programa y vea al partido que lo propone a la cabeza de esa lucha en todos los campos donde tiene lugar y no s¨®lo en el Parlamento. Con el agravante de que en el per¨ªodo entre las dos elecciones generales la ?batalla? parlamentaria ha sido muy relativa. Todo fue supeditado al ?consenso? constituye nte. Pero este es un factor coyuntural. Lo b¨¢sicamente negativo en esa concepci¨®n parlamentarista de la pol¨ªtica, que de no ser superada en el per¨ªodo pr¨®ximo podr¨ªa convertir el actual rev¨¦s del PSOE en franco retroceso. Y no se trata de minimizar el papel del Parlamento. Al contrario: la acci¨®n parlamentaria socialista alcanzar¨¢ su m¨¢xima eficacia cuando est¨¦ org¨¢nicamente sintonizada con su acci¨®n'en el seno del pueblo, potenciando las iniciativas populares, los movimientos en que toman forma organizada, respetando la autonom¨ªa de estos movimientos, sin pretender someterlos al control del partido. El grado de democracia real se mide, ante todo, por el nivel de conciencia pol¨ªtica, de participaci¨®n directa, de iniciativa, de capacidad de autoorganizaci¨®n y autogesti¨®n de los ciudadanos en todos los aspectos de la vida pol¨ªtica y social.
Se trata, en definitiva, de una nueva concepci¨®n de la pol¨ªtica, que no s¨®lo es la ant¨ªtesis de la concepci¨®n de la derecha -orientada a la manipulaci¨®n de las masas, a reducir lo m¨¢s posible su capacidad de comprensi¨®n y de iniciativa-, sino la superaci¨®n tambi¨¦n de las concepciones tradicionales de la socialdemocracia y del leninismo-estalinismo. Nueva concepci¨®n de la pol¨ªtica que requiere la transformaci¨®n del propio partido. No s¨®lo en el sentido de una mayor democracia interna -preservando la libertad de tendencias, la libertad de cr¨ªtica, la libre circulaci¨®n de las ideas-, sino de una mayor democracia y apertura en relaci¨®n con su base social. Es bien conocida la tendencia objetiva de las organizaciones, y en particular de los partidos pol¨ªticos, a la burocratizaci¨®n -y en las ¨²ltimas d¨¦cadas, a la tecnocratizaci¨®n-, as¨ª como a la formaci¨®n de oligarqu¨ªas dirigentes que falsean la democracia estatutaria y se reproducen por coptaci¨®n. Los mecanismos del ?centralismo- democr¨¢tico? estaliniano no representan m¨¢s que un caso extremo de esa tendencia. Robert Michels, uno de los cl¨¢sicos en el estudio de los partidos pol¨ªticos, mostr¨® su existencia investigando fundamentalmente el partido socialdem¨®crata alem¨¢n anterior a la primera guerra mundial. Hoy la encontrar¨ªa igualmente en cualquiera de los partidos socialdem¨®cratas o socialistas existentes. ?Hasta d¨®nde ha tomado cuerpo en el caso del PSOE? No podemos dar una respuesta fehaciente, pero diversos s¨ªntomas inclinan a pensar que en grado excesivo.
Otros problemas deber¨ªan estar en este an¨¢lisis cr¨ªtico del PSOE. Su pol¨ªtica de alianzas, o mejor dicho la carencia de su estrategia de una pol¨ªtica de alianzas, su pol¨ªtica res pecto a las nacionalidades y regiones aut¨®nomas, la cuesti¨®n de si ha pecado por exceso o por defecto de moderaci¨®n, y el tan pol¨¦mico tema de su definici¨®n como partido marxista. Pero alargar¨ªamos excesivamente este art¨ªculo, y lo dejamos para otra ocasi¨®n.
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