Las praderas de la predemocracia
Efectivamente: tal como dice su publicidad, es ¨¦sta una historia ins¨®lita en la que una pareja, un matrimonio espa?ol, se entiende. Doblemente inusual porque afronta no s¨®lo el tema del amor m¨¢s all¨¢ de los primeros a?os, sino tambi¨¦n el destino de otras parejas nuevas nacidas para nutrir esta incipiente burgues¨ªa espa?ola del autom¨®vil, el chalet y las pistas de tenis a la sombra de nuestra peculiar predemocracia.Jos¨¦ Luis Garci y Jos¨¦ Mar¨ªa Gonz¨¢lez Sinde, desde sus primeros pasos en Asignatura pendiente, han ido trabajando, enriqueciendo y sacando a la luz un cierto tipo de comedia espa?ola en el que lo agridulce de los temas suele difuminarse con r¨¢fagas de humor capaces de llevar al p¨²blico no mentiras piadosas, sino verdades al alcance de todos, que a todos ata?en de una u otra manera.
Las verdes praderas
Direcci¨®n: Jos¨¦ Luis Garci. Gui¨®n de Gonz¨¢lez Sinde y Garci. Int¨¦rpretes: Alfredo Landa, Mar¨ªa Casanova, Carlos Larra?aga, Angel Picazo, Irene Guti¨¦rrez Caba. Espa?a. Comedia. 1979. Local de estreno: Conde Duque.
He aqu¨ª a estos nuevos espa?oles asfixiados por su reci¨¦n conquistado bienestar, luchando por conquistar esas verdes praderas de la Infancia, ese pa¨ªs que nunca m¨¢s volver¨¢, borrado por la vida, los a?os y las estructuras sociales nuevas. Cuando el protagonista cierto d¨ªa acierta a comprender en un momento de lucidez, la trampa que su propia vida le ha preparado en torno, esa vida, su vuelta atr¨¢s, su camino hacia el reino perdido de la infancia, se halla cortado por una barrera de intereses, de una nueva generaci¨®n de consumo, cargos, prejuicios y actitudes, una forma de vivir burda y vac¨ªa que nunca pidi¨®, que le fue impuesta de igual modo que el clan de amigos o la familia lejana y enemiga.
As¨ª, ¨¦sta es una historia sobre algo m¨¢s que la nostalgia o la melancol¨ªa; va m¨¢s all¨¢ de la a?oranza de un tiempo que el protagonista apenas lleg¨® a conocer y s¨ª s¨®lo a atisbar de la mano del padre. Es la historia de c¨®mo ese pasado nunca vuelve, de como resulta in¨²til echar la vista atr¨¢s, cuando todo declina o se desvanece. Por ello, en ese momento de renuncia final ante ese incendio provocado que s¨®lo es pura met¨¢fora, una renuncia ritual a ciertas formas de vida en las que no se cree y que tampoco se desea, la pareja s¨®lo hallar¨¢ en su circulo particular y limitado el aliento preciso para seguir adelante.
Tal tipo de historias en las que la an¨¦cdota no acumula victorias memorables ni graves derrotas, en las que, en fin, la vida corre paralela a s¨ª misma, sin grandes h¨¦roes ni terribles pecadores, suele correr el riesgo de la monoton¨ªa. En este caso no ha sido as¨ª y la eficacia de sus buenos actores cabe achac¨¢rsela, en gran parte, a la labor del realizador, que ha sabido sacar de sus empe?os habituales a un pu?ado de excelentes profesionales, a la cabeza de los cuales es justo se?alar a Alfredo Landa. Es curioso su destino. Mimado por el p¨²blico a trav¨¦s de pel¨ªculas mal cortadas a su medida, maltratado por cierta cr¨ªtica hasta identificarle con ellas, los nuevos tiempos del cine espa?ol han venido a redimirle, coloc¨¢ndole en el lugar donde debi¨® estar siempre si ese mismo cine espa?ol no se moviera demasiado a menudo por cauces disparatados. Otro tanto puede decirse de Carlos Larra?aga y su buen sentido del humor, m¨¢s all¨¢ del cual se adivina una aportaci¨®n cr¨ªtica inteligente y l¨²cida, en el perfil m¨¢s divertido de esta singular pel¨ªcula.
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