Nobleza y violencia de los miuras
El m¨¢s violento y manso, y el m¨¢s noble toro de la feria fueron miuras. Los dos en el tipo de la casa, largos, engaitados, con un cuarto trasero alto, escurridos, desarrollados de patas, bien armados. Ambos dieron espect¨¢culo. El primero de ellos -que abril) plaza-, el espect¨¢culo de la lidia accidentada, el peligro en cualquier momento de la brega. Era un toro que quer¨ªa coger, arrebataba los capotes, descolocaba a los toreros y se les echaba encima con fiereza. Hu¨ªa, en cambio, del testigo, y le condenaron, con todajusticia, a banderillas negras.Y, de repente, surgi¨® la sorpresa: he aqu¨ª que Ruiz Miguel le presenta batalla en los medios; con unas dobladas ya lo tiene metido en la muleta; templa la embestida, y vienen derechazos y naturales, rematados con el de pecho. Es una faena emocionante y a su vez asombrosa, por la serenidad y el dominio del torero, que ha conseguido meter en cintura al miura de los derrotes y las coladas. Su error -?siempre el mismo error!- es que se pasa de faena y luego ha de cortar el trasteo para cambiarla espada de juguete porla de verdad. A todos los toros, pero sobre todo a los miuras, hay que matarlos en el sitio y en el momento en que piden la muerte, pues en otro caso viene lo que le sucedi¨® a Ruiz Miguel: que no cuadran, que est¨¢n a la defensiva, y es muy dif¨ªcil hacerles ba ar la cabeza en el cruce del volapi¨¦. Por este error se le fue a Ruiz Miguel un triunfo grande. para el que ya no tuvo m¨¢s oportunidad, pues su otro toro era inv¨¢lido y pr¨¢cticamente no ten¨ªa faena.
Plaza de Sevilla
Ultima corrida de feria. Toros de Miura, desiguales de presentaci¨®n, aunque todos con trap¨ªo, mansos. El primero, condenado a banderillas negras; el quinto, muy noble. Al ¨²ltimo, devuelto por derrengado, lo sustituy¨® un manso de Bel¨¦n Ord¨®?ez. Ruiz Miguel: Dos pinchazos y estocada ca¨ªda (vuelta). Tres pinchazos y descabello (silencio). El Almendro: Buena estocada y descabello: la presidencia le perdon¨® un aviso (aplausos,v saluda con una toalla). Pinchazo y estocada le volvieron a perdonar un aviso (oreja). Antonio Chac¨®n: Metisaca casi en el brazuelo, tres pinchazos y ocho descabellos la presidencia le perdon¨® un aviso (palmas y saludos). Dos pinchazos. Entre los m¨²ltiples intentos del puntillero suena un aviso (palmas).
El miura de gran nobleza le correspondi¨® a El Almendro. Por el pit¨®n derecho embest¨ªa de maravilla, y por el izquierdo ya era de ensue?o su forma de humillar, su recorrido largo y suave. Aunque hay que senalar c¨®mo citaba El Almendro, de perfil y con la muleta en uve, que eran recursos innecesarios para toro tan boyante, espreciso reconocer que su faena de muleta le sali¨® bonita, sobre todo ligada. Mat¨® bien y consigui¨® una oreja, pero a¨²n fue mejor la estocada con que liquid¨® a su anterior toro -volapi¨¦ puro, la suerte impecablemente hecha-, que era un marmolillo, al que porfi¨® con la izquierda hasta aburrir al p¨²blico y al propio toro.
Tambi¨¦n result¨® bueno el tercero, y Antonio Chac¨®n le instrument¨® unos lances excelentes a la ver¨®nica, que a¨²n super¨® en el quite por chicuelinas, ce?id¨ªsimas, con media de verdadero dibujo. Nadie -?ni Curro! - ha toreado en toda la feria con el capote como Antonio Chac¨®n, que es un diestro de muchas calidades, a quien siempre se le ven detalles toreros. En su primer miura bueno tambi¨¦n las mostr¨® durante toda la faena, desde las eficaces dobladas rodilla en tierra, hasta los ¨²ltimos muletazos, pasando por un buen toreo en redondo y, principalmente, en dos tandas de naturales de exquisita ejecuci¨®n, la pata Pante (cargar la suerte, nada menos), lafigura erguida, el estoquillador cogido por el centro, arte y mando en cada pase, con remate perfecto, culminada cada serie con el de pecho cabal.
Repiti¨® Chac¨®n el error de salir con la dichosa espadita de madera, y adem¨¢s, el buen toro, en las postrimer¨ªas de la fena, quiso hacer honor a la leyenda de la divisa y se puso a derrotar, a cortar los viajes y, finalmente, a no dejarse matar (lo cual, en pura l¨®gica, nadie podr¨¢ reproch¨¢rselo). Otro triunfo, en definitiva, que se desvanec¨ªa por una costumbre est¨²pida, y que tampoco admiti¨® nuevas oportunidades, pues el ¨²ltimo miura, que parec¨ªa boyante, pero estaba derrengado, lo sustituyeron por un manso de Bel¨¦n Ord¨®?ez, que salt¨® el callej¨®n y embisti¨® sin clase. Chac¨®n se centr¨® en ¨¦l, y encima tuvo la mala suerte de que el puntillero no acertaba a rematarlo. Acab¨®, as¨ª de desairada, una tarde de miuras y buenos toreros, con la que se puso punto final a la feria de Sevilla.
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