Una noche de "rock" con Robert Gordon e Ian Dury
??????Yayayayayayaya!!!????Yaaaaaaa!! Una peque?a parte de la respuesta que lan Dury buscaba en las gargantas, los cuerpos y el cerebro de la gente. Y la encontraba.
?Do you want some more rock and roll??, preguntaba el bueno de Robert Gordon, y se lanzaba sonriente y salvaje a contarnos The way I walk, la forma en que camina, camina y rockanrolea.
Este es el primer concierto de su gira europea. Desde Madrid, Dury y Gordon ir¨¢n a Barcelona, y despu¨¦s, a Ly¨®n, y luego... ?Qu¨¦ m¨¢s da? Afortunados ellos, que podr¨¢n escuchar lo mismo que nosotros.
El escenario en el Pabell¨®n del Madrid parece, de lejos, un teatro de marionetas, cortinas de tela barata y colorines dispuestas a enmarcar un espect¨¢culo an¨®malo e imposible: un gozo.
El te¨®rico telonero era Robert Gordon, cuyo equipo estuvo a punto de no poder pasar la aduana, que tuvo que esperar casi una hora en un pasillo de Televisi¨®n para ?actuar? en Fant¨¢stico, que minutos antes del comienzo desapareci¨® y hubo que ir a buscarle al hotel y que despu¨¦s de su actuaci¨®n dec¨ªa que no se encontraba bien, mientras su bater¨ªa le animaba, todos le animaban, porque aquello hab¨ªa sido una bomba.
Sobre el teatrillo hay un bajo de palo que sostiene a un tipo barbado que con su chaqueta ra¨ªda y un sombrerillo mafioso parece reci¨¦n sacado de un club barriobajero de Raymond Chandler. El bater¨ªa tiene cara de sapo, pero apenas se le ve. De cuando en cuando, una baqueta se eleva un par de metros y es recogida otra vez por una gran zarpa que sigue golpeando los parches como pose¨ªda por mil demonios. Y un poco m¨¢s hacia la derecha, Chris Spedding, que anda zumbado todo el d¨ªa, pero que dentro de su chaquetilla rosada marca el ritmo, suelta solos concisos y precisos que ponen los pelos de punta.
En esas estamos cuando en seguida sale Robert Gordon debajo de su inmenso tup¨¦ (tipo a?os cincuenta) y enfundado en una casaca leopardo, mil veces m¨¢s divertida que una moda parchees cualquiera.
?Les voy a rockanrollear?, dec¨ªa Robert, y vaya que s¨ª. Con su voz grave, que puede quebrarse cuando quiere, soltaba rock primitivo tras rock a?oso, y era imposible pararse, porque cuando Gordon lo dejaba llegaba el Spedding para acabar con el poco resuello que entre humo y calor iba quedando. Fue muy corta la actuaci¨®n, pero Gordon estaba verde y desanimado, aunque ?la gente se ha divertido, lt's OK?.
En el entreacto sonaba por los altavoces no una cinta amorfa, sino los discos que se hab¨ªa tra¨ªdo un disck jockey que forma parte del personal que esta gente lleva consigo. M¨¢s de cincuenta personas componen el s¨¦quito de Dury, que se ha tirado todo el d¨ªa durmiendo para encontrarse en forma y tal vez recuperarse de la gira americana que realiz¨® con Lou Reed. ?Muy desagradable ese chico?, dice Pete Jenner, actual manager de Dury, y que antes llev¨® a Pink Floyd (qu¨¦ simb¨®lico, ?no?). Pero Ian Dury se despierta a tiempo e irrumpe en escena con una bolsa de pl¨¢stico en la cabeza, contorsion¨¢ndose como un mu?eco azogado que -claro- no tiene piernas y trata de transmitir con el cuerpo, las manos, la cara. Angustioso, puro morbo marchoso el de este tipo, que emplea el micro como un falo intr¨¦pido que intenta llegar m¨¢s y m¨¢s alto, hasta consumar una erecci¨®n met¨¢lica y brillante. Y grita, a¨²lla, ruge, mientras su saxo, Davey Payne, se contorsiona sacando notas cada vez m¨¢s altas, m¨¢s insoportables, m¨¢s brutales, y la secci¨®n r¨ªtmica machaca y tritura el cuerpo y el cerebro. Dury canta sus extra?as canciones semicabareteras con la comisura de los labios, mientras saluda con unos cuernos o gesticula de forma extra?a con un bander¨ªn del Real Madrid o enfoca al respetable con un ca?¨®n de luz a la b¨²squeda de un blockhead (zopenco) que haga juego con su grupo. Hay momentos incre¨ªbles, como el comienzo de Hit me with your rithm stick: un jadeo entrecortado que va in crescendo hasta que entra el grupo enloquecido y an¨¢rquico, sonando como lo har¨ªa Azatoth, el sult¨¢n de los infiernos.
La gente pide Sex and drugs and rock and roll, y all¨¢ va, para que todos canten y todos se lo crean sin cre¨¦rselo, porque da lo mismo y hace demasiado calor. El caso es que ese tarado de all¨¢ encima y su cuadrilla de malhechores (el guitarra tambi¨¦n le da por el leopardo, s¨®lo que en los pantalones) han conseguido que la cosa acabe mejor que bien, han conseguido dar y recibir ritmo, provocar la respuesta y el movimiento de la gente en un espect¨¢culo que lo necesita: ellos, los de all¨ª arriba, son los provocadores divertidos, t¨¦tricos o alucinados de lo que pasa abajo: marcha, sudor y juerga, el Cid cabalga y los ingleses ganaron su guerra. El p¨²blico, tambi¨¦n.
Babelia
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