Franco aprob¨® la persecuci¨®n nazi de los hebreos en diciembre
Es bien sabido que los Reyes Cat¨®licos decretaron la expulsi¨®n de los jud¨ªos en 1492. Estos jud¨ªos sefard¨ªes se desparramaron por el litoral mediterr¨¢neo y la zona de los Balcanes, donde formaron comunidades florecientes y pr¨®speras y mantuvieron el idioma, el ladino. Ser¨¢ durante la dictadura de Primo de Rivera cuando, ante la situaci¨®n creada a los jud¨ªos sefard¨ªes por la anulaci¨®n del r¨¦gimen de capitulaciones de Turqu¨ªa, se abra la posibilidad de adquirir la nacionalidad espa?ola ?a los individuos de origen espa?ol que vienen siendo protegidos como si fueran espa?oles por los agentes de Espa?a en el extranjero?. Este real decreto no tendr¨ªa la publicidad deseada.Con la proclamaci¨®n de la Rep¨²blica se produjo lo que se podr¨ªa denominar una euforia filosemita. La Constituci¨®n de la II Rep¨²blica, en su art¨ªculo 26, -consignaba que el Estado no mantendr¨ªa, favorecer¨ªa ni auxiliar¨ªa econ¨®micamente a las Iglesias, y en el art¨ªculo 27 garantizaba la libertad de conciencia y el derecho a profesar y practicar libremente cualquier religi¨®n en el territorio espa?ol. Con estos art¨ªculos, como ya ocurri¨® anteriormente con la Constituci¨®n de 1869, se entendi¨® que quedaba abolido el edicto de 1492.
A esto a?¨¢dase el art¨ªculo 23, en cuyo ¨²ltimo p¨¢rrafo se dec¨ªa expresamente: ?Una ley establecer¨¢ el procedimiento que facilite la adquisici¨®n de la nacionalidad a las personas de origen espa?ol que residan en el extranjero.?
La reacci¨®n de las comunidades sefard¨ªes apte lo que dispon¨ªa la Constituci¨®n no fue tan un¨¢nime como cabr¨ªa esperar. Hubo tambi¨¦n salidas de tono, como la de Henri Soriano, que lleg¨® a decir: ?No tardaremos en adoptar el turco como idioma.? Turqu¨ªa incluso se alarm¨®, llegando a afirmar que todos los jud¨ªos sefard¨ªes eran s¨²bditos propios.
Ser¨¢ con la subida de Hitler al poder, el 30 de enero de 1933, cuando estas medidas tengan mejor acogida, si bien el estallido de la guerra civil espa?ola supondr¨¢ un corte en esta incipiente l¨ªnea de asimilaci¨®n.
En efecto, la postura de las diversas comunidades jud¨ªas en Espa?a y en el mundo ante la guerra civil fue bastante similar. La casi totalidad estuvo de parte de la Rep¨²blica o sinti¨® simpat¨ªa por la misma. Hubo excepciones a destacar, como la de los jud¨ªos acaudalados de T¨¢nger y Marruecos, que apoyaron econ¨®micamente al general Franco, o los sefard¨ªes de Rumania. Esta simpat¨ªa les llev¨® incluso a participar en las Brigadas Internacionales en n¨²mero m¨¢s o menos discutible (unos 6.000, seg¨²n publicaciones jud¨ªas de entonces), yen pa¨ªses tan aparentemente ajenos al conflicto, como Estados Unidos, a convertirse en antagonistas cualificados frente a los cat¨®licos, que apoyaban con bastante unanimidad al general Franco.
A pesar de esto, la campana antijud¨ªa en la zona del general Franco no es espectacular. Se dan casos de art¨ªculos aislados en la prensa y la famosa tr¨ªada de ?comunistas, jud¨ªos y masones? como principales enemigos de Espa?a; pero no existe un montaje propagand¨ªstico propio. Tanto es as¨ª que, una vez creados los Servicios Nacionales de Propaganda, su secci¨®n anticomunista seguir¨¢ la campa?a antijud¨ªa de las organizaciones for¨¢neas afines. Un informe de situaci¨®n italiano, un mes antes de finalizar la guerra civil, manifestar¨ªa que no exist¨ªan en Espa?a ni movimientos ni organizaciones ni peri¨®dicos destacadamente antisemitas, ?aunque la mayor¨ªa de los peri¨®dicos de la zona nacional es hostil a los jud¨ªos?. Para el informante, la actitud de los medios universitarios resultaba ser predominantemente antisemita, pero ?no tanto por conciencia de la gravedad del problema jud¨ªo, sino por hostilidad a los intelectuales rojos que fueron y son decididamente favorables a los jud¨ªos?.
Huyeron de Franco
El avance de las tropas del general Franco supondr¨¢ la emigraci¨®n de la mayor¨ªa de los sefard¨ªes entrados en Espa?a durante la Rep¨²blica ?para evitar las sanciones del caso?, pudi¨¦ndose decir que una vez finalizada la guerra civil apenas si quedaban cien familias jud¨ªas en Madrid y Barcelona. LaConstituci¨®n y las leyes de la Rep¨²blica fueron suprimidas y, con ello, el decreto de expulsi¨®n de los Reyes Cat¨®licos volvi¨® a tener virtualidad. (1)
Los meses que transcurren desde el final de la guerra civil hasta el inicio de la segunda guerra mundial siguen en esta misma l¨ªnea. Los Servicios de Propaganda del nuevo Estado, controlados por los alemanes a trav¨¦s de la Falange, seguir¨¢n mostrando su hostilidad hacia los jud¨ªos. Tanto la prensa como la radio, de modo m¨¢s significativo las emisoras estrictamente del partido ¨²nico, seguir¨¢n exponiendo a la opini¨®n p¨²blica la enemistad de los grupos del exterior, manejados por la masoner¨ªa y el juda¨ªsmo, y la devastaci¨®n de los rojos, como las causas principales de la penosa situaci¨®n por la que atravesaba el pa¨ªs. A este respecto es significativo el mensaje del general Franco el 31 de diciembre de 1939, a los pocos mes¨¦s del comienzo de la segunda guerra mundial. Tras se?alar el da?o originado por los rojos a la econom¨ªa espa?ola, pas¨® a presentar el esp¨ªritu de sacrificio, de servicio y colaboraci¨®n que era necesario para salvar la crisis. La nueva Espa?a no pod¨ªa aceptar al comerciante o productor desaprensivo que especulaba con la miseria ajena. Posteriormente indicar¨ªa: ?Ahora comprend¨¦is los motivos que han llevado a distintas naciones a combatir y alejar de sus actividades a aquellas razas en que la codicia y el inter¨¦s es el estigma que las caracteriza, ya que su predominio en la sociedad es causa de perturbaci¨®n y peligro para el logro de su destino hist¨®rico. Nosotros, que por gracia de Dios y la clara visi¨®n de los Reyes Cat¨®licos, hace siglos nos liberamos de tan pesada carga, no podemos permanecer indiferentes ante esta nueva floraci¨®n de esp¨ªritus codiciosos y ego¨ªstas tan apegados a los bienes terrenos que con m¨¢s gusto sacrificar¨ªan los hijos que sus turbios intereses.? Inmediatamente despu¨¦s, al hablar de los enemigos de siempre, citar¨ªa a la masoner¨ªa, los afrancesados y al jud¨ªo Mendiz¨¢bal, inspirador de la extinci¨®n de las ¨®rdenes religiosas y la expoliaci¨®n de sus bienes.
Este mensaje es el ¨²nico que se conoce en el que el general Franco haga una referencia expl¨ªcita y negativa de los jud¨ªos. Tiene quiz¨¢ como atenuantes o agravantes, seg¨²n se mire, el hecho de que, seg¨²n la embajada brit¨¢nica, algunos de sus pasajes fueron inspirados por los alemanes. (2) Los problemas serios con los jud¨ªos comenzar¨¢n con la ca¨ªda de Francia.
La ca¨ªda de Francia
El 10 de mayo de 1940 se inici¨® el ataque alem¨¢n a B¨¦lgica, Holanda y Luxemburgo. A los pocos d¨ªas los departamentos del sur de Francia se plagaron de refugiados de heterog¨¦nea procedencia. El entonces ministro de Gobernaci¨®n espa?ol lo describe as¨ª: ?Empezaron a llegar a San Sebasti¨¢n centenares de coches con franceses y jud¨ªos de otras nacionalidades que hu¨ªan de Francia. Iban cargados con los m¨¢s heterog¨¦neos equipajes, que demostraban la prisa y la angustia de la huida. Eran pol¨ªticos, banqueros, artistas, gentes humildes y de la clase media, una multitud enloquecida por el af¨¢n de librarse del infierno que Francia pod¨ªa ser para ellos. ?
Inmediatamente se alert¨® desde la embajada espa?ola en Par¨ªs para un refuerzo de la vigilancia de la frontera que impidiese el paso clandestino por las monta?as. Hubo un control policial bastante riguroso, dada la conexi¨®n ya existente entre la Gestapo y la Direcci¨®n General de Seguridad -¨¢rbitro final en la concesi¨®n de pasos y visados-, negativas de entrada por motivos pol¨ªticos, como, por ejemplo, a los ministros belgas Spaak, Pierlot y Gutt, y a personas y grupos no arios, recomendados incluso por la Secretar¨ªa de Estado del Vaticano. Estos controles se fueron progresivamente estrechando, atendiendo a las exigencias alemanas sobre la Direcci¨®n General de Seguridad. As¨ª, con fecha 8 de octubre, se modificaban en sentido restrictivo las disposiciones para la concesi¨®n de visados dictadas el 1 de mayo de 1940. Toda persona deb¨ªa justificar de forma razonada los motivos del viaje y su solvencia pol¨ªtica y econ¨®mica para poder entrar en Espa?a, mediante dos avales, como m¨ªnimo. Si se solicitaba visado de tr¨¢nsito, los datos a rellenar inclu¨ªan toda una serie de requisitos que hac¨ªan el control muy riguroso y el tr¨¢nsito muy selectivo.
No exist¨ªa posibilidad de tr¨¢nsito si no se pose¨ªa previamente un billete para zarpar desde un punto de la Pen¨ªnsula. La respuesta a esta solicitud se daba tras un per¨ªodo de tres a seis semanas. Esto implicaba en la pr¨¢ctica desanimar cualquier intento de ¨¦xodo desde Francia. En la segunda mitad de octubre Alemania presionar¨ªa y obtendr¨ªa del Gobierno espa?ol la no concesi¨®n de visados a polacos, checos, belgas, holandeses y noruegos varones en edad militar, para evitar que se pudiesen alistar en los ej¨¦rcitos aliados. Los requisitos para con los franceses ser¨ªan igualmente rigurosos.
En este mismo mes Himmler visitar¨ªa Madrid. Esta visita y la posterior entrevista de Hendaya significar¨¢n un mayor y m¨¢s solemne compromiso de colaboraci¨®n entre la Gestapo y fa polic¨ªa espa?ola en el intercambio de informaci¨®n sobre cualquier asunto que pudiera interesar a ambas partes y en la entrega de aquellos individuos en cuya captura cualquiera de las partes estuviera interesada. La Gestapo qued¨® con todo el campo por delante y fue implacable en su persecuci¨®n, d¨¢ndose casos de personas impunemente secuestradas en territorio espa?ol. Estas pr¨¢cticas y esta colaboraci¨®n perdurar¨¢n durante la guerra.
Asimismo, Lequerica, embajador de Espa?a en Francia, quien estaba en contacto con el nuevo ministro del Interior franc¨¦s desde el mes de julio, hab¨ªa procedido a un mayor estrechamiento de relaciones con las autoridades alemanas (Otto Abetz) y colaboracionistas (la ¨²nica embajada abierta en Par¨ªs tras la ocupaci¨®n). A?¨¢dase la colaboraci¨®n de los servicios militares y los contactos diarios de la polic¨ªa espa?ola en Francia (Pedro Urraca) con la Gestapo (Alix y Knocken). Todo esto har¨¢ explicables las deportaciones de republicanos espa?oles al campo de exterminio de Mauthausen.
En estas condiciones es un error de apreciaci¨®n suponer que hasta el comienzo de la llamada soluci¨®n final (1942) los alemanes se limitaron a confiscar las propiedades de los jud¨ªos y a no impedirles el ¨¦xodo v¨ªa Espa?a o v¨ªa Portugal. ?Cu¨¢ntos visados se concedieron a jud¨ªos sefard¨ªes franceses? ?Cu¨¢ntos barcos partieron de Barcelona o Lisboa? ?Por qu¨¦ Inglaterra no quer¨ªa a estos refugiados, que en alg¨²n caso -los 309 jud¨ªos polacos en Lisboa- permanecieron casi dos a?os sin que nadie les evacuase, requisito fundamental para la concesi¨®n de nuevos visados? ?Por qu¨¦ la ineficacia del Joint Distribution Committee jud¨ªo? Las posibilidades de tr¨¢nsito v¨ªa Madrid, Barcelona o Lisboa fueron reducidas dr¨¢sticamente a partir del oto?o de 1940, salvo, como siempre, para jud¨ªos acaudalados o con amigos. (3)
(1) Ministero degli Affari Esteri, B-52 (Spagna), 1939.
(2) F. O. 425, 417,21.
(3) Ram¨®n Serrano S¨²?er, Entre Hendaya y Gibraltar, Barna., 1973, p. 245, N.A.B., O.S.S. L 49622; O.S.S. 44288; F. O. 371, 29231, 29232, 29233, 32655,32656.
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