El mundo del arte rinde homenaje a Juana Mord¨®
En el homenaje a Juan Mord¨® estaba todo el mundo. Las quinientas personas que son todo el mundo del arte en Madrid, alguna gente de provincias y luego los telegramas. Un panel blanco, adornado con pa?os y flores, serv¨ªa de fondo al letrero de ne¨®n rosa que dec¨ªa su nombre, y delante de ¨¦l una mesa largu¨ªsima en cuyo centro se sentaba Juana Mord¨®, rubia, viva, visiblemente emocionada, cubierta en alg¨²n momento por un enorme ramo de gladiolos asalmonados, y en otros por esa lagrimita inevitable en estos casos.De derecha a izquierda la mesa presidencial la ocupaban Manuel Rivera, Rafael Canogar y Lucio Mu?oz, pintores de su cuadra y de la generaci¨®n que m¨¢s cerca estuvo de ella, Alberto Portera, neur¨®logo, coleccionista y anfitri¨®n de artistas, Carlos Saura, Del Amo, Antonio Bonet y Juana Mord¨®, que ocupaba el centro mismo de la mesa. A su lado, el ministro de Cultura, Manuel Clavero, Jos¨¦ Luis Aranguren, Jos¨¦ Guerrero, Javier Tussell, director general del Patrimonio; Rodrigo Ur¨ªa, abogado; Luis Rosales, poeta; Jos¨¦ Luis San Pedro, y cerrando ese ala, la otra mujer de la mesa, amiga de Juana Mord¨® y organizadora de este homenaje, Virtudes Gim¨¦nez Cacho.
Tras el c¨®ctel, en el que el personal brujule¨®, salud¨® y bes¨®, y tras la cena, en que cada mesa se hab¨ªa llenado por afinidades, Del Amo ley¨® los telegramas: como siempre en estos actos, son los ausentes los m¨¢s presentes. El primer nombre, el del presidente Su¨¢rez, produjo una curiosa reacci¨®n en la gente: un Oooh de sorpresa que se fue convirtiendo en una especie de cantito entre indignado y jocoso, por qu¨¦ no est¨¢s aqu¨ª. Y ya puestos, el personal se mov¨ªa de acuerdo con la lista largu¨ªsima de adheridos: Fernando Z¨®bel, Azcoaga, Claude Bernard, Momp¨®, La¨ªn Entralgo, Camilo Jos¨¦ Cela, Jaime Salinas, Segu¨ª, Aurora de Albornoz, Jos¨¦ Luis Cano, Jacqueline Picasso, Kathy Hutin, Aurelio Biosca, Elvireta Escobio de Millares, Lled¨®, Antonio Saura, Westerdalh, Luis de Pablo, el Equipo Cr¨®nica... Uno de los que s¨ª estaban grit¨®: ?Juana, estoy contigo.? Antes del cambio de tercio, que le dio el lugar a Antonio Bonet se o¨ªa: ?Al-ber-ti, Al-ber-ti.? El profesor y cr¨ªtico literario record¨® a ausentes y presentes, y recalc¨® ese car¨¢cter de Juana, La gran dama, infinitamente prestigiosa en Espa?a y el extranjero, y ley¨® p¨¢rrafos emotivos de la carta de Ren¨¦ Metras.
Entonces se le ofreci¨® a Juana el ¨¢lb¨²m, libro, monstruo hermos¨ªsimo, que se hab¨ªa ido confeccionando con firmas, aut¨®grafos, dibujos: ese recuerdo para conservar el otro, pasajero y fugaz, de esta noche. Juana Mord¨® estaba cada vez m¨¢s emocionada. Y le toc¨® a Alberto Portera: ?Juana, que se vayan todos, que lo que tengo que decirte es muy privado. Juana, estoy temblando de amor. Por t¨ª s¨¦ lo que es querer a una mujer eternamente. Juana, estoy profundamente enamorado de ti?. Un aplauso caluroso. Juana llora. ?Los que te han conocido no pueden dejar de amarte. Los que te amaron y ya no te aman, nunca merecieron tu amor.?
Cerr¨® el acto el ministro de Cultura, que dijo venir como un ciudadano m¨¢s. Con un mensaje concreto: comunicar a Juana Mord¨®, oficialmente, la concesi¨®n de la medalla de oro de Bellas Artes, a petici¨®n de su departamento. Y hacer patente un intento: el de que se rompan las distancias entre la cultura oficial y la cultura real. La gente aplaudi¨®.
El panorama del enorme restaurante, acostumbrado a congregar tanta gente para cenas pol¨ªticas y poco m¨¢s, era exaltante y m¨²ltiple, como ha sido siempre el talante y la actividad de Juana Mord¨®. M¨²ltiple de tendencias cr¨ªticas, pict¨®ricas, literarias, pol¨ªticas. Estaba todo el mundo (el diablo malo de las m¨¢quinas de escribir movi¨® unas comillas en el ¨²ltimo encuentro de EL PAIS con Juana Mord¨®, publicado el pasado martes), dando a sus ¨²ltimas palabras lo que, era una reflexi¨®n de quien esto firma. Sirva de rectificaci¨®n esta nota bene y de afirmaci¨®n de su talante liberal, culto y apol¨ªtico.
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