Gobierno nacional
Rector de la Universidad de GranadaDespu¨¦s de muchos errores del madrile?ismo, uno de los fen¨®menos m¨¢s decisivos del cambio pol¨ªtico espa?ol ha sido el del renacer de los ideales auton¨®micos de casi todas las regiones. En unos casos, la tradici¨®n, la cultura, la lengua, respaldaban m¨¢s cumplidamente esos afanes; en otros, marginaci¨®n o dram¨¢ticas coyunturas econ¨®micas explicaban la r¨¢pida propagaci¨®n de esos anhelos. Pero, en cualquier caso, la realidad se impon¨ªa, y ¨¦sta era que los espa?oles de 1979 se deslizaban por esos derroteros.
Es justo, por ejemplo, que el pueblo de Lejona aspire e imponga homenajear a Orixe, uno de cuyos poemas (Euskaldunak) yo inclu¨ª, en 1969, en una antolog¨ªa que seleccion¨¦ con textos en castellano, catal¨¢n, gallego y vascuence: riqueza idiom¨¢tica de nuestra literatura nacional de la que debemos enorgullecemos. Pero no hay que despojar para ello a Cervantes de una calle que le consagr¨® Lejona. Tambi¨¦n Cervantes, el m¨¢s grande de nuestros escritores del siglo XVI, desde la llanura de la Mancha asom¨® a su obra magistral el recuerdo de un valeroso vizca¨ªno.
Por eso, se?or presidente, tras la tarea de dar cumplida satisfacci¨®n a los ideales de las diversas comunidades espa?olas, hay que rematar la empresa pol¨ªtica, articulando un aut¨¦ntico Gobierno nacional que s¨®lo tenga, como en los cuadros de Vel¨¢zquez, algunas veladuras de paisaje madrile?o al fondo. Enfrent¨¦monos con la realidad hist¨®rica de Espa?a de una vez. Unos hablaban de cristianos, moros y jud¨ªos; otros, de esas diversidades de lenguas que nos hac¨ªan distintos y diversos, al igual que conviv¨ªan muestras incre¨ªbles de un solo poema de Camoens; otros, de ese milagro de una lengua com¨²n a ambos lados del oc¨¦ano. Acaso, se?or presidente, esta geograf¨ªa de la piel de toro exija precisamente para adelante un Gobierno en el que, como por ah¨ª se dice, se sienten catalanes, vascos, gallegos o andaluces juntamente con el partido de turno.
Es ahora cuando debiera demostrarse desde la Moncloa que no deb¨ªan de llevar raz¨®n alguna los agoreros de cat¨¢strofes; es ahora cuando desde Catalu?a, Euskadi y el resto de la geograf¨ªa del pa¨ªs deber¨ªan de asumirse responsabilidades nuevas contra¨ªdas desde las leg¨ªtimas aspiraciones en v¨ªas de conseguirse, conjugando juntos una nueva pol¨ªtica nacional, la nueva imagen ante el mundo de esto que denominamos Espa?a. En Catalu?a no en balde naci¨® el concepto y el vocablo de solidaridad; los catalanes siempre fueron pactistas. Y es ahora cuando los espa?oles de a pie, la calle, la democracia, piden y exigen el pacto, el acuerdo, para seguir actuando en la historia como en todo, como una realidad que a¨²ne tradici¨®n y pasado con un irrenunciable af¨¢n de futuro y de modernidad.
Ahora es, se?or presidente, despu¨¦s de tantos servicios como la Monarqu¨ªa ha prestado al pa¨ªs, cuando los espa?oles esperan desde el ejercicio democr¨¢tico de la pol¨ªtica que la imaginaci¨®n salte a los centros de alta decisi¨®n, se pasee por el Congreso y el Senado y prenda en los ayuntamientos y diputaciones. Por encima de las ideolog¨ªas, se impone una pol¨ªtica que despierte ilusiones a los espa?oles. Malos momentos son los econ¨®micos para ese despertar de ilusiones, pero sin ellas malas soluciones tendr¨¢ el proceso econ¨®mico. Y esa pol¨ªtica debe de adelantarla un Gobierno en el que se sientan integrados desde ya catalanes y vascos y cuantos partidos suficientemente representativos tienen asiento en el Congreso, en el Senado y en los municipios.
La bandera de Espa?a no puede ser patrimonio de ninguna facci¨®n, sino de todos los espa?oles, y siempre junto a las banderas de los entes aut¨®nomos. A los justos afanes de autonom¨ªa debe seguir un aut¨¦ntico renacimiento pol¨ªtico nacional. Y desde esa fuerza indudable, cancelar la etapa del terrorismo con la firmeza necesaria de involucrar en la lucha a todos los espa?oles. Ese debe ser el punto de partida para la Espa?a de los a?os ochenta. Por encima de todo, voten la alternativa que voten, los espa?oles de hoy quieren paz, tranquilidad y solidaridad en el trabajo. Lo contrario ser¨¢ el retroceso, la incultura. Una minor¨ªa de 845 o 1.330 fan¨¢ticos terroristas no pueden imponer al pa¨ªs otros senderos.
No se trata de intentar soluciones de compromiso, sino de crear el gran compromiso de una pol¨ªtica nacional de largo alcance. Cuando los estatutos estaban lejos acaso fuese una utop¨ªa, pero hoy es otra cosa. Y pudiera no haber otra soluci¨®n, y ser¨ªa la gran soluci¨®n que desde hace muchos a?os nadie se atrevi¨® a establecer. A un pa¨ªs distinto hay que brindar soluciones distintas a las convencionales y usuales, y este pa¨ªs de hoy es totalmente distinto al de anteayer. Tenga, se?or presidente, la seguridad que tanto quienes le admiran como quienes le combaten, en el fondo desean que se acierte desde la Moncloa. Tan insensatos no son los espa?oles de hoy para suspirar por otra cosa. Porque lo que est¨¢ en juego es la realidad hist¨®rica de Espa?a como naci¨®n en el mundo.
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