El Gobiemo Su¨¢rez no supo reaccionar a tiempo tras la victoria electoral de Herrera Campins
La voz de alarma dada por este peri¨®dico sobre el estado de deterioro de las, en otro tiempo, brillantes relaciones econ¨®micas entre Espa?a y Venezuela, ha producido reacciones dispares en medios oficiales y privados de ambos pa¨ªses. La prensa venezolana se hizo amplio eco de la situaci¨®n denunciada y el propio presidente de la Rep¨²blica, Luis Herrera Campins, se vio obligado a formular una declaraci¨®n p¨²blica en la que se aseguraba que no hab¨ªa cancelaci¨®n de los proyectos de cooperaci¨®n con Espa?a, sino revisi¨®n de los mismos, aunque luego se confirmara la cancelaci¨®n de los proyectos. corresponsal en analiza en un informe de dos cap¨ªtulos la historia de la cooperaci¨®n econ¨®mica entre Espa?a y Venezuela, el camino seguido por los grandes proyectos espa?oles en dicho pa¨ªs y las razones del actual estancamiento.
Ninguno de los hechos pol¨ªticos o econ¨®micos que suceden en Venezuela pueden ser aislados de la tradicional pugna existente entre los partidos mayoritarios de la democracia venezolana, que pasa por ser una de las m¨¢s s¨®lidas del continente. Solamente bajo esta ¨®ptica deben entenderse actitudes determinadas, que, como en el caso de Espa?a, afectan directamente al marco de la cooperaci¨®n econ¨®mica y t¨¦cnica.Cuando Luis Herrera gan¨®, sorprendiendo a casi todos, las elecciones presidenciales de diciembre de 1978, cundi¨® la convicci¨®n de que se avecinaba una etapa de grandes cambios en todos los ¨®rdenes de la vida nacional. Herrera y su partido, el democristiano Copei (Comit¨¦ Popular Electoral Independiente), hab¨ªa basado su campa?a en la denuncia del despilfarro hecho por el Gobierno de Carlos Andr¨¦s P¨¦rez de los inmensos recursos financieros procedentes del petr¨®leo y en la acusaci¨®n de que la Administraci¨®n nacional, bajo el mandato de P¨¦rez, estaba dominada por la corrupci¨®n.
Los cambios, efectivamente, comenzaron el mismo d¨ªa de la toma de posesi¨®n de Luis Herrera. En el Congreso de la Rep¨²blica, y con la ins¨®lita presencia de Carlos Andr¨¦s P¨¦rez, presidente saliente, el nuevo jefe del Estado se?al¨® que ?recib¨ªa un pa¨ªs hipotecado?, y daba a entender que cualquier acci¨®n o iniciativa del Gobierno saliente ser¨ªa cuidadosamente revisada.
Las promesas presidenciales afectaban, como a otros muchos proyectos, a los programas espa?oles de cooperaci¨®n econ¨®mica con Venezuela. Las bases de esta colaboraci¨®n mutua, consideradas en Madrid y en Caracas como modelo de lo que deb¨ªa ser la acci¨®n de Espa?a en Latinoam¨¦rica, se hab¨ªan puesto dos a?os antes de que Carlos Andr¨¦s P¨¦rez abandonara el poder y se asentaban sobre hechos muy tangibles: la larga tradici¨®n espa?ola en Venezuela, pa¨ªs elegido por miles de nuestros emigrantes en Am¨¦rica, la penetraci¨®n de inversores privados de nuestro pa¨ªs en el atractivo mercado local, el sincero apoyo del r¨¦gimen venezolano a la causa de la democratizaci¨®n de Espa?a y la corriente de simpat¨ªa personal surgida entre el rey Juan Carlos y el jefe del Estado venezolano, Carlos Andr¨¦s P¨¦rez.
Visita de P¨¦rez a Espa?a
P¨¦rez hab¨ªa visitado Espa?a a finales de 1976, un a?o despu¨¦s de la muerte de Franco. Su personalidad pol¨ªtica, su gancho personal y su habilidad para conducir la pol¨ªtica exterior de su pa¨ªs conquistaron las simpat¨ªas reales y del por aquella ¨¦poca, cuestionado Gobierno de Adolfo Su¨¢rez. Aquella visita no solamente sirvi¨® como primer paso para la materializaci¨®n de futuros proyectos de cooperaci¨®n, sino para disipar las reticencias que produc¨ªa el innegable apoyo moral y material dado, por el socialdem¨®crata P¨¦rez y su partido Acci¨®n Democr¨¢tica, al PSOE y Felipe Gonz¨¢lez.
Todas estas circunstancias favorables se materializaron en la firma de acuerdos de cooperaci¨®n durante la visita de tres d¨ªas que, en septiembre de 1977, realizaron a Venezuela los Reyes de Espa?a. En virtud de dichos acuerdos, empresas estatales y privadas espa?olas participar¨ªan en la construcci¨®n de una f¨¢brica de motores y camiones, en un astillero de gran capacidad y del primer gran ferrocarril venezolano. La buena marcha de dichos proyectos qued¨® ratificada, un a?o m¨¢s tarde (cuando nadie pensaba en la derrota electoral de Acci¨®n Democr¨¢tica, producida cuatro meses despu¨¦s), durante la visita oficial de Adolfo Su¨¢rez a Venezuela.
Las circunstancias cambiaron radicalmente, como se?al¨¢bamos al principio, con la presencia en la c¨²spide del poder del m¨¢ximo opositor del carlosandresismo, Luis Herrera. Los acuerdos con Espa?a, firmados por P¨¦rez, se convert¨ªan autom¨¢ticamente en sospechosos, como otros muchos. El nuevo gobierno tomaba la decisi¨®n pol¨ªtica de frenar el ritmo fren¨¦tico de la actividad econ¨®mica nacional, caracter¨ªstico de la etapa, anterior. Se aduc¨ªan escaseces de dinero y altos endeudamientos como factores determinantes de esta calculada recesi¨®n. Y, en resumen, se dudaba de la oportunidad e inter¨¦s de determinadas obras proyectadas por el gobierno cesante, entre las que se contaban, concretamente, los proyectados astillero y ferrocarril.
Hay otros factores, m¨¢s subterr¨¢neos, que no contribuyeron a la continuaci¨®n del espl¨¦ndido clima de relaciones entre Espa?a y Venezuela existente durante la administraci¨®n anterior y que tambi¨¦n son dignos de considerar. Resultaba chocante, cuando menos, para los nuevos gobernantes democristianos, la familiaridad pol¨ªtica entre Adolfo Su¨¢rez y Carlos Andr¨¦s P¨¦rez, bastante distanciados en el plano ideol¨®gico. Con ocasi¨®n de la visita del primer ministro espa?ol a Caracas dio la sensaci¨®n de que Su¨¦rez trataba de robar terreno usufructuado por Felipe Gonz¨¢lez en las simpat¨ªas de P¨¦rez y su partido. Daba la impresi¨®n de que el presidente del Gobierno espa?ol se encontraba m¨¢s c¨®modo con los socialdem¨®cratas de P¨¦rez que con los democristianos de la oposici¨®n, partido m¨¢s af¨ªn, ideol¨®gicamente, al del premier espa?ol.
Esta corriente de mutua simpat¨ªa se tradujo, durante el final de la campa?a electoral, en oscuros apoyos de personas y entidades ligadas a UCD al candidato de Acci¨®n Democr¨¢tica, Luis Pi?er¨²a, que luego resultar¨ªa perdedor.
Estos hechos produjeron un cierto mal sabor de boca a los nuevos gobernantes. Pero cuando realmente se provoc¨® el disgusto seno entre las personas m¨¢s pr¨®ximas al nuevo presidente, y probablemente en el propio Luis Herrera, fue cuando Adolfo Su¨¢rez estamp¨® su firma en un documento patrocinado por los presidentes de Colombia, Costa Rica, Rep¨²blica Dominicana y Bolivia en el que se criticaba ¨¢cidamente la oposici¨®n poco solidaria de la OPEP (organizaci¨®n en la que Venezuela juega un importante papel) para con los pa¨ªses pobres consumidores de petr¨®leo. La actitud de Adolfo Su¨¢rez no gust¨® nada, por emplear t¨¦rminos blandos, a las nuevas autoridades venezolanas, que consideraron el documento como algo inoportuno y, por supuesto, descort¨¦s. No puede afirmarse, en puridad, que la serie de circunstancias se?aladas en los p¨¢rrafos anteriores haya creado un clima de hostilidad hacia Espa?a en el actual Gobierno venezolano. Pero s¨ª es preciso tener en cuenta esos hechos para entender el marco hist¨®rico y pol¨ªtico en el que un nuevo equipo dirigente en Venezuela revisa las relaciones econ¨®micas con Espa?a, de la misma manera que reestudia proyectos de cooperaci¨®n establecidos con otros pa¨ªses por el Gobierno anterior.
Y, por supuesto, no debe olvidarse que a Espa?a corresponde jugar tambi¨¦n un papel fundamental: el de defensor activo de sus intereses. No puede decirse, con absoluta convicci¨®n, que se haya hecho as¨ª. A juicio de observadores imparciales, las autoridades espa?olas no han sabido reaccionar con rapidez a los primeros indicios demostrativos de que las cosas pod¨ªan no ir tan bien como en ¨¦pocas anteriores. Una gesti¨®n a tiempo, una conversaci¨®n oportuna, un viaje en el momento adecuado, podr¨ªan haber clarificado posiciones. Todo hace pensar, sin embargo, que a¨²n no es demasiado tarde para enderezar el rumbo.
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