Eugenio d'Ors
Mi querido amigo Biosca me invita a dar una charla sobre Eugenio d'Ors dentro de las celebraciones nada c¨¦lebres con que se est¨¢n conmemorando los veinticinco a?os de su muerte. Habr¨ªa que decir de d'Ors lo que ¨¦l dijo de Solana:
- Ha sido el gran estafado.
Aquel hombre que empez¨® queriendo ser el Goethe ampurdan¨¦s de un noucentismo que s¨®lo en ¨¦l encontraba fe, y en nadie m¨¢s esperanza ni apenas caridad, salta luego, cuando la guerra europea o Grand Guerre, a una definici¨®n que es una profec¨ªa:
- Esto es una guerra civil
Ve¨ªa ya Europa como una patria, mejor que la Europa de las Patrias con quepis que entreve¨ªa De Gaulle. Y esa gran patria cultural, incardinada en Alemania, cielo de sus cl¨¢sicos e infierno de sus repudiados (y tan secretamente a?orados) rom¨¢nticos. No se diferencia mucho el sue?o dorsiano del sue?o pol¨ªtico de Schumann, en la segunda postguerra: una Europa cultural unida, nacida de Erasmo y Metternich, en Estrasburgo, donde ahora ha estado el rey Juan Carlos para citar a Ortega y Rousseau, el buen salvaje padre de los romanticismos silvanos que horrorizaban el dandismo de d'Ors. D'Ors quer¨ªa, en el centro de Europa, una Alemania ces¨¢rea, y hoy sus glosas al respecto pueden quedarnos fascistas, pero resulta que la Alemania del marco fuerte, los rebeldes suicidados altruistamente y el tambor de hojalata, con el cual nos dice G¨¹nter Grass que ?el progreso es ir solamente un poco m¨¢s deprisa que el caracol?, es en efecto una Alemania ces¨¢rea sin C¨¦sar.
El sue?o cultural de d'Ors y Schumann es hoy una pesadilla de aranceles y guerras aduaneras, un club cerrado de asentadores de fruta y acero que se llama Mercado Com¨²n y en el que parec¨ªa que no entr¨¢bamos por culpa del Estado franquista que d'Ors ideologiz¨® en vano (Franco no necesitaba ide¨®logos, sino estraperlistas), y ahora no se sabe bien por qu¨¦ seguimos sin entrar. Ahora, el que m¨¢s sue?a con eso ya no es d'Ors, sino Fern¨¢ndez Ord¨®?ez.
La respuesta a este y otros enigmas parec¨ªa tenerla Schiller, el demonio rom¨¢ntico y familiar del Goethe que se cre¨ªa o quer¨ªa cl¨¢sico, cuando dice:
- La belleza es una obligaci¨®n de los fen¨®menos.
Al gran rom¨¢ntico, la belleza le parece fatal, inevitable, un determinismo de la ecolog¨ªa (los rom¨¢nticos no fueron m¨¢s que unos ec¨®logos con capa). A d'Ors, voluntaristamente cl¨¢sico y goethiano, Europa como unidad le parec¨ªa una obligaci¨®n de los fen¨®menos hist¨®ricos, algo que ten¨ªa que venir, y ha venido, no por los caminos ces¨¢reos que ¨¦l so?aba, afortunadamente, pero tampoco por los caminos espirituales que so?aba Schumann (inevitablemente, algo musical en su apellido), sino por los sucios, torvos, complicados, atascados, embotellados y pateados caminos del neocapitalismo, el librecambismo y el tr¨¢fico de blancos o la trata de negros, morenos del sol meridional, que jam¨¢s han so?ado cambiar su boina agraria de rabito por la airosa chapela ladeada y humanista de Erasmo.
Pero no s¨®lo los grandes hombres citados, sino tambi¨¦n todos nosotros, la basca peatonal y mediterr¨¢nea, so?¨¢bamos esa Europa y nuestra entrada en ella, y la presencia y la estatura de Juan Carlos en Estrasburgo es algo que quiz¨¢ habr¨¢ recordado a alg¨²n esp¨ªritu sensible y schumanniano de por all¨¢ que Europa no se ha cumplido, ay.
D'Ors, que estuvo en tantos sitios donde no debiera haber estado (velando armas falangistas en Salamanca o esperando que Franco le diese la mano que no le dio), debiera haber estado en Estrasburgo, el otro d¨ªa, ya que nadie le ha citado all¨ª. Frente al 98 casticista que acabo de visitar en el Museo de Cera, d'Ors so?aba una Espa?a europe¨ªsta. La so?aba y la dudaba, porque era se?or de la iron¨ªa, de la distancia. Y as¨ª lo dijo: ?Anhelo aquella Europa ilustrada que ya no era una franqueza, pero a¨²n no era una mentira.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.