Crisis econ¨®mica y crisis de civilizaci¨®n
Aquel jueves de octubre de 1929 se inici¨® -bueno, hemos convenido en ello- una crisis tan intensa que acab¨® siendo llamada la Gran Depresi¨®n, as¨ª como pocos a?os antes se hab¨ªa denominado Gran Guerra a lo que tambi¨¦n se ver¨ªa empeque?ecido con el tiempo. Ciertamente, su intensidad no ten¨ªa precedentes y hasta desbord¨® el campo de los hechos para repercutir en el de las ideas. A¨²n se sigue razonando, por obra y gracia de Keynes, a base de una teor¨ªa cient¨ªfica creada para afrontar la Gran Depresi¨®n.Mil novecientos veintinueve cerr¨®, sin duda, una ¨¦poca. Sin dejar de mitigar sus contradicciones mediante la expansi¨®n exterior, el capitalismo empez¨® a digerir desde el New Deal rooseveltiano, la direcci¨®n estatal y hasta la planificaci¨®n tan reprochada a la naciente URSS (que no pod¨ªa durar mucho, seg¨²n hab¨ªa vaticinado, en 1919, mente, sin embargo, tan l¨²cida como Bertrand Russell). Tambi¨¦n esta crisis de hoy cierra una ¨¦poca, pero hay ¨¦pocas y ¨¦pocas, como me propongo mostrar, y por eso ambos procesos no tienen vidas paralelas.
No obstante, expertos y pol¨ªticos se re¨²nen cada jueves y cada martes para instrumentar la salida de la crisis (ser¨¢ el a?o que viene..., o el otro) con mayor falta a¨²n de perspectiva que el presidente Hoover cuando, a principios de 1930 aseguraba que todo se arreglar¨ªa (prosperity is round the corner). S¨®lo era preciso -se repet¨ªa entonces- ?cebar la bomba? (pump priming). S¨®lo hace falta -se dec¨ªa en 1977- que arranque ?la locomotora?. En Belgrado, hace un mes, ya s¨®lo se dec¨ªa, por lo visto, que sigue la crisis.
Pol¨ªticos sin historia
Verdad es que pocas veces ha estado el mundo moderno m¨¢s falto de estad¨ªsticas. ?Qu¨¦ decadencia, desde los Churchill y los Stalin hasta los actuales personajes! Como se ver¨¢, esta reflexi¨®n no es ajena a mi tema y, en cuanto a los economistas oficiales, ?qu¨¦ poqu¨ªsimos Schumpeter con sentido de la historia! No es culpa de ellos, pues si la econom¨ªa pol¨ªtica de Adam Smith o Stuart Mill asum¨ªa la historia, en cambio la teor¨ªa econ¨®mica al uso la ignora.
Ahora bien, imposible precisar la noci¨®n de crisis sin insertarla en lo hist¨®rico. En referencia tan autorizada como la Enciclopedia Internacional de Ciencias Sociales, el art¨ªculo ?Crisis?, por J. A. Robinson, no s¨®lo reconoce carecer de una teor¨ªa para ella, sino que asimila a ese concepto fen¨®menos como estos: ?stress, conflicto, tensi¨®n, p¨¢nico y cat¨¢strofe?. Obviamente, esas son otras crisis que esta de los setenta.
Se diagnostican, por tanto, con la misma palabra, procesos tan distintos como los que ahora comento, cuya diferencia es comparable a la existente entre ?enfermedad? y ?metamorfosis?. La crisis de 1929 fue una perturbaci¨®n de ritmos y tendencias; la de los setenta transformar¨¢ un organismo en otro: es una crisis de civilizaci¨®n. Frente a esa diferencia radical, poco importan las analog¨ªas superficiales que detecten los expertos. Quienes, en cambio, pasan por alto signos reveladores. As¨ª, hace medio siglo se conjugaba cl¨¢sicamente el paro con la deflaci¨®n, mientras ahora coexiste con la inflaci¨®n (la renombrada stagflation). La crisis de 1929 empez¨® entre financieros del pa¨ªs m¨¢s rico, mientras la actual ha estallado entre petroleros del Tercer Mundo. ?A qu¨¦ seguir?
Un experimento al alcance de todos
Para captar lo no percibido por los expertos invito al lector a un sencillo experimento. Lea en cualquier manual lo escrito acerca de la Gran Depresi¨®n y note de qu¨¦ cuestiones trata: desplomes en bolsas, quiebras bancarias, paro, deflaci¨®n, menor crecimiento del producto y temas conexos. As¨®mese luego a los peri¨®dicos actuales y pronto percibir¨¢ que hay mucho m¨¢s. Por supuesto, tambi¨¦n crisis monetaria y desempleo (aunque con inflaci¨®n), pero en medio de nuevas inquietudes, como la crisis de la energ¨ªa (el petr¨®leo, la sangre del sistema), el subdesarrollo, las multinacionales, la contaminaci¨®n, los l¨ªmites del crecimiento.. Vocablos inexistentes, o casi, en 1929.
M¨¢s a¨²n. Mientras entonces nadie dudaba del sistema ni de su virtud para continuar progresando despu¨¦s de la crisis, ahora se ponen en tela de juicio sus supuestos b¨¢sicos: el orden natural de la sociedad la omnipotencia ben¨¦fica de la t¨¦cnica, el f¨¢ustico progreso indefinido, la supremac¨ªa del consumidor en el mercado y hasta la racionalidad de ese mercado: ?por qu¨¦ si no, a?adirle ese apelativo de social que es como la hipocres¨ªa definida por La Rochefoucauld: homenaje que el vicio rinde a la virtud?
La normalidad del 29 y la del 79
Y aun no he terminado, porque no es ¨²nicamente lo econ¨®mico lo que est¨¢ en crisis, sino todo. No s¨®lo ?no sabemos lo que nos pasa y eso es precisamente lo que nos pasa?, como muy bien escribi¨® hace tiempo Ortega, sino que ni siquiera sabemos bien qui¨¦nes somos: padecemos crisis de identidad. De ah¨ª tantas ambig¨¹edades, tanta ansiedad buscando tierra firme donde sea: en el ?pasotismo?, el ?retorno de los magos?, las religiones reci¨¦n inventadas, la droga, el terrorismo y otros pat¨¦ticos esfuerzos ?hacia afuera? para encontrarnos una identidad que s¨®lo puede hallarse ?hacia adentro ?.
Para decirlo en pocas palabras: en 1929 el problema era ?volver a la normalidad?. Ahora, ?cu¨¢l es la normalidad? ?D¨®nde est¨¢ la br¨²jula? ?Qu¨¦ ideales -es decir, qu¨¦ gu¨ªa- ofrece esta civilizaci¨®n? El siglo XVI desplegaba ante el hombre occidental la conquista del mundo; el XVII le encandilaba con la Raz¨®n; el XVIII, con los horizontes de la Ilustraci¨®n; el XIX, transido de historia, con el Progre-
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Crisis econ¨®mica y crisis de civilizaci¨®n
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so... El XX nos di¨®, hasta ahora, el Desarrollo, pero, aparte de justificar el desencanto, ten¨ªan raz¨®n los estudiantes del mayo franc¨¦s de 1968 al escribir en la Sorbona: ?No es posible enamorarse de una tasa de crecimiento.? Hasta Carter -?verdad que no es sospechoso de nada?- lo proclamaba en su discurso del 15 de julio pasado: ?percibimos esta crisis en las crecientes dudas sobre el sentido de nuestras vidas?.
Crisis de civilizaci¨®n
El an¨¢lisis marxista -siempre m¨¢s historicista- lo ve mucho mejor que los keynesianos con Premio Nobel, pero tampoco del todo. Para desmitificar un sistema reducido a economicidad (es la filosof¨ªa de mercado) hacen falta no economistas: fil¨®sofos, bi¨®logos, psic¨®logos, ec¨®logos; adem¨¢s de los marginados que son las v¨ªctimas: pueblos subdesarrollados, estudiantes cr¨ªticos, mujeres oprimidas, minor¨ªas ¨¦tnicas. S¨®lo entonces se percibe que la degradaci¨®n alcanza tambi¨¦n al socialismo del Este; que esta crisis es la de la civilizaci¨®n industrial explotadora del planeta. Y que su origen est¨¢ en el Renacimiento, donde arranca la actitud frente al mundo del hombre moderno, cuyas consecuencias estamos soportando ahora.
Pero esa es ya otra historia y aqu¨ª s¨®lo me he propuesto mostrar la sustancial diferencia entre una crisis econ¨®mica, dentro del sistema, y una crisis de civilizaci¨®n, de todo el sistema. S¨®lo quiero a?adir que mi actitud no es catastrofista ni apocal¨ªptica, aunque mi diagn¨®stico sea el ocaso de esta civilizaci¨®n industrial a la que ciertamente debemos un bienestar inicial convertido ahora en este desarrollo que es un c¨¢ncer para los ricos y una frustraci¨®n para los pobres.
No soy catastrofista porque la misma violencia de lo que ocurre ha de romper por alg¨²n lado y conducir a otro desarrollo, como ha sucedido siempre. Es decir, porque tengo un concepto positivo de las crisis: esos alumbramientos de la historia, esas dolorosas puertas hacia nuevas formas de vida. Como escrib¨ªa J. Burckhardt: ?Las crisis desembarazan el terreno. Eliminan primero innumerables formas externas muertas desde hace tiempo y que hubiera sido imposible extinguir a causa de sus derechos hist¨®ricos. Suprimen despu¨¦s ciertos seudo organismos que jam¨¢s tuvieron derecho a la existencia y que, fuertemente incrustados en todos los aspectos de la vida, son los principales responsables de nuestra predilecci¨®n por la mediocridad y nuestro odio hacia todo lo excepcional.?
Conclusi¨®n: mitiguemos las penalidades de la crisis, cierto, pero nada de ?volver a la normalidad?. Al contrario: hacia adelante. Llevados por la ola de la crisis, en el r¨ªo de la historia. Es la ¨²nica forma de ?superarla?: vivi¨¦ndola y vivi¨¦ndose en ella.
Jos¨¦ Luis Sampedro, 62 a?os, economista, catedr¨¢tico de Estructura Econ¨®mica de la Universidad de Madrid desde 1955, t¨¦cnico de Aduanas. Abandon¨® la c¨¢tedra en 1969-como protesta por el estado de la universidad y por la deportaci¨®n de varios catedr¨¢ticos liberales. Profesor visitante de varias universidades brit¨¢nicas y consultor de organismos internacionales. Es autor de varias novelas y obras de teatro. Fue designado senador real en 1977. No ocult¨® su voto al PSOE, aunque no se le conoce militancia pol¨ªtica activa.
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