"Espa?a viv¨ªa de espaldas a lo que pasaba fuera; nuestra crisis fue de pol¨ªtica interna"
Entre los empresarios que hoy siguen en activo y que hace cincuenta a?os estaban ya presentes en la vida econ¨®mica, uno de los m¨¢s destacados es, sin duda, Jos¨¦ Mar¨ªa Aguirre Gonzalo. En 1929 era un joven ingeniero de Caminos que, tras varios a?os de vida profesional en el Metro, hab¨ªa creado con algunos amigos y parientes una empresa constructora, Agroman, que hoy es la segunda del pa¨ªs por su volumen de actividad. Jos¨¦ Mar¨ªa Aguirre, hace cincuenta a?os, hab¨ªa viajado por diversos pa¨ªses y comenzaba a desarrollar una carrera empresarial que le llevar¨ªa, cuarenta a?os despu¨¦s, a la presidencia del primer banco del pa¨ªs, del que era consejero desde 1942. Fernando Gonz¨¢lez Urbaneja ha conversado varias horas con Jos¨¦ Mar¨ªa Aguirre sobre la crisis de 1929, sobre c¨®mo se vivi¨® en Espa?a y sobre otros temas relacionados con aquella ¨¦poca. Fruto de esas conversaciones es el siguiente texto, transcripci¨®n casi literal de los comentarios de Aguirre Gonzalo, hechos esta semana en su despacho de Banesto.
En aquel momento, al acabar los a?os veinte, en Espa?a se viv¨ªa mal. Es cierto, no obstante, que se viv¨ªa con alegr¨ªa. La gente re¨ªa por la calle, cosa que no ocurr¨ªa en otros pa¨ªses ni ocurre ahora. La diferencia de clases era evidente. Unos viv¨ªan muy bien y otros mal. En Madrid, yo creo que no se pasaba hambre, pero en Andaluc¨ªa es muy probable que s¨ª, casi seguro que s¨ª.Espa?a viv¨ªa de espaldas a lo que pasaba fuera. Apenas ten¨ªamos comercio exterior y relaciones. Pero no olvide, a pesar de todo, que en aquel momento Calvo Sotelo cre¨® la CAMPSA, que, a fin de cuentas, era un proyecto contra las grandes empresas de petr¨®leo. Estas sociedades tuvieron miedo de que el proyecto espa?ol se extendiera a otros pa¨ªses y temieron perder un gran negocio, no s¨®lo de distribuci¨®n, sino de comercio internacional. Las grandes compa?¨ªas, por todo esto, atacaron a la peseta y forzaron una ca¨ªda que en aquel momento era muy grave. F¨ªjese si era grave que recuerdo que por aquella ¨¦poca iba yo a ver a una persona importante en Banesto y cuando llegu¨¦ a su despacho me anunciaron: ?La libra est¨¢ a sesenta, aqu¨ª no se recibe a nadie. ?
Otro dato sobre la sensibilidad de la ¨¦poca lo tiene usted en las palabras de Prieto a los periodistas que le esperaban cuando sal¨ªa de su despacho: ?No digo nada, no puedo hablar porque erupto y baja la peseta. ? Lo que ocurr¨ªa fuera apenas nos afectaba. Nosotros export¨¢bamos naranjas, pulpa de albaricoque, corcho y poco m¨¢s. Y todo esto, con altibajos, sigui¨® vendi¨¦ndose fuera. Daban pena aquellos tratados de comercio. Por esto la crisis nos pill¨® un poco de lado.
Yo no hab¨ªa viajado a Estados Unidos en aquella ¨¦poca, pero conoc¨ªa algo lo que ocurr¨ªa porque ten¨ªamos representaciones de all¨ª, y supimos que nuestros amigos hab¨ªan perdido hasta la camisa, y que incluso ten¨ªan problemas hasta para comer. La crisis influy¨® mucho en Europa porque el comercio con Am¨¦rica era muy fuerte, mucho m¨¢s fuerte, en proporci¨®n, que ahora.
En la Bolsa de Nueva York hubo una especulaci¨®n desaforada. Los cr¨¦ditos eran baratos, se pod¨ªa comprar a plazo y todo el mundo cre¨ªa que comprar valores era ganar dinero de inmediato. Luego lleg¨® la etapa de vacas flacas, y la ca¨ªda fue muy estrepitosa. A nosotros la crisis internacional no nos influy¨®. Casi le dir¨ªa que no nos enteramos demasiado. Tenga en cuenta que vivimos en muy poco tiempo el cambio de la dictadura de Primo a la Monarqu¨ªa, y de ¨¦sta a la Rep¨²blica. Eran momentos de mucha incertidumbre pol¨ªtica y de mucha tensi¨®n. Todo esto nos imped¨ªa ver la crisis. Con la Rep¨²blica vivimos una etapa de estabilidad en el crecimiento de la econom¨ªa. Entonces se empez¨® a vivir peor. La crisis se not¨® mucho en 1931 y 1932, pero en 1933 ya parec¨ªa que empez¨¢bamos a remontar la situaci¨®n y en 1935 comenzaba el auge. Esto se notaba muy claramente en la construcci¨®n. Si este sector iba adelante, la econom¨ªa tambi¨¦n.
El Gobierno trat¨® de ayudar y Prieto hizo el enlace ferroviario, la Castellana, los nuevos ministerios. En Madrid no hab¨ªa pr¨¢cticamente m¨¢s industria que la construcci¨®n. Hab¨ªa algo de cervezas y poco m¨¢s. En la construcci¨®n ten¨ªamos 50.000 trabajadores. Recuerdo que en esa ¨¦poca yo negociaba por la patronal el convenio de la construcci¨®n. Los de la CNT no estaban en las negociaciones, aunque yo les conoc¨ªa, porque sus l¨ªderes (Cipirano Mera, por ejemplo) eran de Agroman.
Con la UGT discut¨ªamos, y hab¨ªa que ver la autoridad que ten¨ªan los l¨ªderes. No dudaban en dar la raz¨®n al patr¨®n, si la ten¨ªa. Las negociaciones eran entonces tensas, pero mucho m¨¢s afectuosas que ahora, En 1936, poco antes del 18 de julio, en Madrid est¨¢bamos con una huelga de la construcci¨®n. Era el comienzo de la huelga revolucionaria. Recuerdo que me entrevist¨¦ en Chicote con el l¨ªder de UGT para tratar de llegar a un acuerdo y parar la huelga, pero no lo conseguimos. Es m¨¢s, un d¨ªa, por la noche, a m¨ª me llevaron a la comisar¨ªa y casi me meten en la c¨¢rcel. Era en julio de 1936. Nunca supe si lo hac¨ªan por evitar un atentado o por qu¨¦. Poco antes de que la polic¨ªa fuera a mi casa para llevarme a la comisar¨ªa de Leganitos recuerdo que me hab¨ªa entrevistado con el subsecretario de Gobernaci¨®n, que me hab¨ªa garantizado protecci¨®n. Como yo era uno de los empresarios que llevaban la negociaci¨®n del convenio, me hab¨ªan amenazado.
Volviendo al hilo del a?o del crac de Nueva York, los posteriores, creo recordar que el mejor a?o de la econom¨ªa espa?ola de la ¨¦poca fue 1929. La producci¨®n sider¨²rgica de entonces no se volvi¨® a alcanzar hasta 1947. Le habl¨¦ un poco de memoria, pero creo que no me equivoco. En aquel a?o de 1929
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la construcci¨®n iba bien. Yo hab¨ªa creado Agroman en 1927. Era una empresa peque?a, pero trabaj¨¢bamos bien entonces. Est¨¢bamos en un momento de auge.
Recuerdo que por aquellos a?os los ingenieros cobraban unas 12.000 pesetas al a?o. Eso pag¨¢bamos en Agrom¨¢n. Me llam¨®, cuando la crisis, el director de la Escuela de Caminos, que hac¨ªa de jefe del cuerpo, para que por favor no baj¨¢ramos a menos de 10.000 pesetas el jornal. Recuerdo que cuando yo sal¨ª de la Escuela entr¨¦ en el Metro ganando 6.000 pesetas. Era el a?o 1922. Estuve all¨ª cuatro a?os y luego me echaron. Luego, nada m¨¢s salir del Metro, mont¨¦ con otros amigos, entre ellos Marcelino Oreja, el padre del ministro actual, Agrom¨¢n.
F¨ªjese que todas las empresas constructoras importantes de Espa?a se crearon en aquella ¨¦poca. Dragados, Entrecanales, Huarte, CYT... Esto pone de relieve que entonces, en los a?os veinte, hubo un desarrollo. Curiosamente, las constructoras que fracasaron fueron las que hicieron los bancos. Dragados, entonces, no era a¨²n del Banco Central. Las que fueron adelante y hoy siguen fueron las que eran de constructores y no de bancos. Quiz¨¢ la ¨²nica que sigue, y fue creada entonces por un banco, es Obrasc¨®n, que era del Bilbao.
Una persona eminente de en tonces, Carlos Mendoza, el padre del que usted conocer¨¢ hoy, me dijo: ?Si consigue hacer una constructora con plantilla fija y siempre con obras, le saludar¨¦ siempre y me descubrir¨¦?. Le hablo de las constructoras porque e lo que mejor conozco.
La crisis lleg¨® en el 32
La Rep¨²blica ech¨® a la gente atr¨¢s por miedo. La crisis para nosotros lleg¨®, como le dec¨ªa antes, en el 1932, al acabar el a?o. Fue un momento muy dif¨ªcil, aunque en el 1933 comenzamos a sacar cabeza y en el 1934, con Lerroux, la CEDA y todo eso, volvi¨® la confianza. A finales de 1935 las cosas estaban mejor. Lo que ocurri¨® entonces fue que vinieron las crisis de tipo pol¨ªtico, con claros intentos revolucionarios.
Me habla usted de paro y de c¨®mo la crisis afect¨® al empleo y a la estabilidad social. En aquella ¨¦poca, lo del empleo era distinto a ahora. Hab¨ªa mano de obra disponible, pero no grandes colas en busca de un trabajo. Tenga en cuenta que hab¨ªa mucha gente que no trabajaba. Se manten¨ªa la idea de maldici¨®n con respecto al trabajo. En Espa?a hemos pasado dos per¨ªodos muy distintos. En uno, trabajar era una maldici¨®n y una cosa vergonzosa. Una familia que ten¨ªa que trabajar val¨ªa poco. Mi familia, por ejemplo, era una familia modesta; burguesa, pero sin pretensiones. Mi padre no trabajaba por que hizo una peque?a fortuna en Cuba y mi madre tambi¨¦n ten¨ªa algo de dinero de mi abuelo, que hizo una fortunita en Espa?a. Ten¨ªan dinero para ir tirando. Pero, vamos, en casa no hab¨ªa coche ni muchos criados. F¨ªjese que el hecho de que yo fuera a estudiar, de que estuviera en la Escuela de Caminos, era motivo de sorpresa y esc¨¢ndalo de los amigos de casa. Recuerdo que los conocidos de mis padres dec¨ªan: ?T¨² no te preocupes que ya tendr¨¢s.... para comer no te ha de faltar?. Y mi madre siempre respond¨ªa con cierta verg¨¹enza: ?Tendr¨¢ para cocidito, pero si quiere comer, primero tendr¨¢ que trabajar?. Esto es de los a?os diez y veinte. Ahora es todo lo contrario. Hoy, el que no trabaja es un maldito.
Como le dec¨ªa, antes, en los ¨²ltimos a?os de la Rep¨²blica, las cosas econ¨®micas parec¨ªan ir mejor en Espa?a. La crisis de todo el mundo, que era muy aguda, no nos afectaba aparentemente. Nuestro problema fue pol¨ªtico. En 1936 se lanz¨® un movimiento revolucionario que concluy¨® con la guerra. Con esto se acentu¨® la crisis, pero ¨¦sta no ten¨ªa nada que ver con lo que ocurr¨ªa fuera. La recuperaci¨®n tuvo que llegar con el franquismo.
-Sin embargo, esa recuperaci¨®n fue un tanto dif¨ªcil. Hace unas semanas, en el Congreso, el actual vicepresidente segundo del Gobierno, Fernando Abril, se?alaba que la prosperidad de los sesenta y primeros setenta se apoy¨® en el auge europeo y, que, sin embargo, al r¨¦gimen anterior habr¨ªa que pedirle cuentas por la crisis de los a?os cuarenta y cincuenta, en los cuales no compartimos la recuperaci¨®n europea. ?Qu¨¦ piensa sobre este aspecto?
Es sencillo de explicar. Est¨¢bamos aislados. F¨ªjese que en los primeros cincuenta a m¨ª no me quer¨ªan dejar entrar en Estados Unidos. Tuve que demostrar al aduanero que nunca hab¨ªa sido de Falange, cosa que, por otro lado, era cierta. Yo fui ateneista siempre. Fui a Estados Unidos en barco, a por un cr¨¦dito del Eximbank para Enher.
No ten¨ªamos ning¨²n apoyo, hab¨ªa un bloqueo contra Espa?a. Se podr¨¢ decir que el progreso espa?ol pudo haber sido mayor o de otra forma, pero lo que no se puede negar es que crecimos mucho y muy deprisa.
Al principio del franquismo se ten¨ªa mucho miedo de depender del extranjero. Me acuerdo de un discurso de Franco cuando se pod¨ªan traer aqu¨ª unos vagones que nos daban los belgas y que nos hac¨ªan mucha falta, y dijo que no, que ni hablar del tema. Que esto iba a ser un colonialismo econ¨®mico insoportable. El desarrollo a partir de los cincuenta entonces se hizo con dinero barato y con kilovatios baratos. Ahora no tenemos ninguna de las dos cosas. No olvide que hasta los a?os sesenta todo lo que se produc¨ªa en Espa?a se vend¨ªa. Como no se pod¨ªa importar, toda la producci¨®n interior tenla colocaci¨®n. F¨ªjese que en Agrom¨¢n, nosotros montamos una f¨¢brica de neveras que llam¨¢bamos; Edelweis. Eran aparatos sin motor y nos los quit¨¢bamos de las manos. Cuando se liberalizaron las importaciones quit¨¦ la f¨¢brica porque entonces ya no pod¨ªamos competir.
El sistema de producci¨®n era elemental. Lo que se hac¨ªa era cobrar un poco m¨¢s de lo que costaba producir y se acab¨®. Hab¨ªa mercado y se colocaba la producci¨®n. Se ganaba dinerito, no dinerazo.
A partir de los sesenta vino la competencia y los aumentos de jornal que, hasta entonces, eran muy bajos. Entonces comenz¨® la preocupaci¨®n por que las f¨¢bricas fuesen eficaces y productivas, y a poco que se hiciera, los costes bajaban much¨ªsimo y con ello se pod¨ªan subir los jornales considerablemente. Hubo a?os en que la productividad lleg¨® a subir en Espa?a el 30%. Ahora esto ya no es tan f¨¢cil.
Antes de esos momentos viv¨ªamos aislados. No se pod¨ªa, por ejemplo, traer una m¨¢quina de fuera. Recuerdo lo que tuvo que presionar al ministro de Comercio para que me dejara importar una m¨¢quina para hincar pilotes que costaba 300.000 pesetas. Llegamos a hacer bueno aquel dicho de un profesor, de que hab¨ªa locomotoras; en Espa?a que de f¨¢brica no ten¨ªan nada m¨¢s que la placa,
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