Solidaridad con el Pueblo Vasco
Del comit¨¦ central del Partido de los Trabajadores de Espada
Incertidumbre y expectativa son las notas caracter¨ªsticas del comp¨¢s de espera abierto hace ya m¨¢s de dos semanas con el secuestro de Javier Rup¨¦rez. En la peque?a medida que est¨¢ en mi alcance, y movida por el mismo deseo de verle de nuevo sano y, salvo entre su familia por el que acept¨¦ estar en el comit¨¦ formado para su liberaci¨®n, quiero cumplir con una elemental obligaci¨®n de solidaridad con el pueblo vasco. Por encima de los muros de incomprensi¨®n y odio que intereses muy distintos est¨¢n contribuyendo a levantar entre el pueblo vasco y los restantes pueblos de Espa?a, es obligaci¨®n de todo dem¨®crata esforzarse en entender qu¨¦ est¨¢ pasando all¨ª, en Euskadi. Ahora que el Estatuto de Autonom¨ªa hab¨ªa abierto una v¨ªa de avance muy importante, ETA (p-m) ha venido con el secuestro a usurpar el protagonismo que al pueblo correspond¨ªa por entero, en continuar luchando por las reivindicaciones democr¨¢ticas pendientes: soluci¨®n al problema de los presos y refugiados, decisi¨®n sobre Navarra y aplicaci¨®n efectiva del Estatuto. Ah¨ª radica la particular contribuci¨®n negativa del secuestro a enrarecer la situaci¨®n en Euskadi. El pretexto ha sido en esta ocasi¨®n conseguir la libertad de cinco presos vascos enfermos y una comisi¨®n que investigue las torturas.
Este neomesianismo de ETA (p-m), absolutamente desproporcionado con los fines que afirma pretender con su acci¨®n, y que pueden conseguirse, con participaci¨®n de todo el pueblo vasco y por medios democr¨¢ticos, entorpece as¨ª una lucha democr¨¢tica leg¨ªtima a la que la consecuci¨®n del Estatuto hab¨ªa abierto una v¨ªa de avance muy importante.
Al mismo tiempo, acciones terroristas como ¨¦sta, provocan reacciones muy diversas, pero todas negativas. A unos, que se niegan a la unidad y a la lucha consecuente por las reivindicaciones pendientes, les dan pretexto para continuar haci¨¦ndolo. A otros, les sirven como coartada para restringir los derechos democr¨¢ticos, ocupar calles y lugares de Euskadi, preparar nuevas medidas de las impropiamente llamadas ?antiterroristas? y en verdad simples restricciones y recortes a la democracia, contra todo el pueblo trabajador. Tambi¨¦n sirven estas acciones como bander¨ªn de enganche a los elementos franquistas, que no por minoritarios dejan de estar cada d¨ªa mejor organizados, gracias en buena parte a la impunidad de que disfrutan.
Ahora bien, esa acci¨®n terrorista, cuyo fin exigirnos con toda energ¨ªa, no puede servir para ocultar la realidad de una situaci¨®n represiva que vive Euskadi. Las torturas, los muertos en manifestaciones y controles policiales deben ser investigados y castigados sus responsables con todo el rigor de la ley. Las detenciones masivas deben cesar, y la Constituci¨®n debe aplicarse en todo momento. No se olvide que esas mismas realidades, de las que hay manifestaciones suficientes y sobradas, han contribuido decisivamente a que la situaci¨®n en Euskadi arroje semejanzas con otro tiempo pasado, que si fue mucho peor que el actual, ello no nos exime de luchar por que acaben semejantes pr¨¢cticas. No es casual que el lendakari Leizaola no haya regresado a Euskadi hasta la aprobaci¨®n del Estatuto, dos a?os despu¨¦s del 15 de junio de 1977. Yo, que creo que la democracia empez¨® para todos los pueblos de Espa?a en aquella fecha, y que no estoy de acuerdo con la forma de la protesta de Leizaola, pienso, sin embargo, que la democracia se ha vivido en Euskadi de manera distinta, peor, de la misma manera que no la han vivido igual Extremadura o Andaluc¨ªa, siquiera por razones distintas.
Mucha gente parece creer que con la democracia las personas, los modos y los h¨¢bitos franquistas se han disuelto como un azucarillo en un vaso de agua. Aplican esa idea, en muchos casos interesadamente, a todos los ¨¢mbitos: uso efectivo de las libertades, actuaciones de las FOP... Sin embargo, pocos a?os despu¨¦s de que las fotos de Amparo Arangoa, torturada, dieran la vuelta al mundo, otras, las de Mikel Amilibia, demuestran que el problema sigue y que hay que atajarlo por lo sano.
Por ¨²ltimo, una reflexi¨®n sobre la amplitud e intensidad de las condenas del secuestro que se han producido, dentro y fuera de Espa?a, y, en particular, estas ¨²ltimas, que han llegado desde la ONU hasta el Papa. Esas condenas son justas, precisamente por lo injusto de la detenci¨®n de Javier Rup¨¦rez. Ahora bien, entre ellas hay voces que no se levantan cuando la violaci¨®n de los derechos humanos vienen de los poderosos, cuando la violencia es de Estado. Por eso la protesta contra el secuestro, si quiere realmente estar del lado de la democracia, si quiere tener credibilidad y si, en definitiva, quiere ser efectiva, tiene que extenderse tambi¨¦n a las situaciones de injusticia que en el Pa¨ªs Vasco se est¨¢n produciendo con demasiada y dolorosa frecuencia.
Entiendo que luchar por la libertad de Javier Rup¨¦rez implica tambi¨¦n el compromiso de luchar contra quienes restringen constamente las libertades. Por eso, pedir que se ponga fin a su secuestro, no es una causa alejada de la que ayer llev¨® a hombres y mujeres de mi partido a estar en las comisiones investigadoras de los sucesos de los sanfermines en Pamplona, Renter¨ªa y San Sebasti¨¢n en 1978, pidiendo ?castigo a los culpables?.
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