La composici¨®n de Tom¨¢s Marco en "Los ba?os de Argel"
La m¨²sica en el teatro es tan antigua como el teatro mismo. Desde siempre se ha utilizado el arte sonoro para realizar el arte esc¨¦nico. Dejando aparte la ¨®pera o aquellos g¨¦neros que tienen la m¨²sica como fundamento, se ha de distinguir entre dos grandes sectores de la m¨²sica compuesta para la escena: la m¨²sica como ?adorno? y la m¨²sica como ?elemento funcional?.En la Inglaterra del siglo XVII, algunas gentes iban al teatro, a ver una comedia o un drama, s¨®lo porque sab¨ªan que all¨ª habr¨ªa m¨²sica del ?gran mister Purcell?. La m¨²sica como adorno ha dado frutos geniales, como pueden ser el Egmont, de Beethoven, o El sue?o de una noche de verano, de Mendelssohn, p¨¢ginas con,tanto valor en s¨ª mismas que pueden vivir independientemente. En cuanto a su adecuaci¨®n al texto hay que recordar que, por ejemplo, los n¨²meros de Egmont se estrenaron en Espa?a, en la vieja Sociedad de Conciertos de Madrid, con un texto sobre Juan Bravo y los Comuneros de Castilla. La de Egmont -como otras obras del g¨¦nero- es una m¨²sica s¨®lo relativamente compenetrada con el drama de Goethe.
Entre nuestros directores esc¨¦nicos, la mayor¨ªa -respondiendo al ambiente musical, o mejor antimusical, de nuestra sociedad- mira a la m¨²sica de escena como algo que puede prestigiar el montaje, como un lujo a su alcance, ya que no suele ser muy caro. Pero no entienden estas gentes de teatro lo que la m¨²sica puede darles, lo que ese factor tan desconocido puede enriquecerles.
En el venturoso y tard¨ªo estreno de Los ba?os de Argel, de Cervantes, el caso es otro. Ah¨ª est¨¢ un director, Francisco Nieva, que ha querido incluir, entre sus propios inventos, el de una m¨²sica especialmente ?incorporada? a la escena. Si se tratase de una ¨®pera, esa incorporaci¨®n ser¨ªa natural y, digamos, inevitable. En la m¨²sica de escena, Nieva ha visto algo distinto: la m¨²sica, no ya como elemento ?subrayante?, sino como factor multiplicador del gesto. Los antecedentes de eso hay que buscarlos en mundos -al parecer, reducidos, pero en realidad tan grandes e interesantes- como el del circo o como el de las viejas y entra?ables ilustraciones sonoras del cine mudo.
Nieva ha visto la m¨²sica como elemento funcional, y el compositor Tom¨¢s Marco ha respondido el desaf¨ªo con mucho arte y con mucha inteligencia. Se enga?ar¨ªa quien pensase que Tom¨¢s Marco ha querido escribir una obra ?suya?, una obra que se pueda interpretar en un concierto. No, Marco ha contribuido con su m¨²sica a lo que intenta ser un espect¨¢culo total. El trabajo del m¨²sico y el del adaptador y director de escena se funden de tal manera, que en este caso ser¨ªa imposible separarlos.
La m¨²sica de Marco en Los ba?os de Argel sirve, desde luego, para ambientar. En ocasiones, Marco ha hecho una ?m¨²sica mora? en la que no falta un gracioso punto de iron¨ªa, que no contribuye precisamente al distanciamiento, sino al acercamiento y a la comunicaci¨®n. Pero tambi¨¦n ha creado toda clase de efectos sonoros que se?alan o acent¨²an -en el efecto multiplicador de que antes he hablado- el gesto de un actor o el episodio esc¨¦nico. No ha hecho Marco una composici¨®n que pueda a?adirse a su rico cat¨¢logo de m¨²sica con valor por s¨ª misma, sino una m¨²sica esc¨¦nica, tan ce?ida al texto y a la acci¨®n, que ahora se nos presenta como algo natural, como s¨ª no hubiera costado trabajo.
Francisco Nieva y Tom¨¢s Marco han devuelto a la m¨²sica de escena su funci¨®n expresiva. Nada de m¨²sica pura. M¨²sica ?contaminada? por toda clase de cuerpos extramusicales, y por eso, impulsada por una fenomenal eficacia.
Tom¨¢s Marco se habr¨¢ divertido mucho con esta labor, con la que ha servido a sus compa?eros, a la obra y al p¨²blico. Pero adem¨¢s ha rendido un servicio indirecto a la m¨²sica de vanguardia y a dos destacados int¨¦rpretes, que as¨ª salen del ambiente estrictamente musical, entre nosotros siempre minoritario. Me refiero a la extraordinaria cantante y actriz Esperanza Abad, a la que tanto hemos admirado los que hemos seguido su carrera de int¨¦rprete de avanzada, y al director Jos¨¦ Luis Temes, un especialista en la m¨²sica de nuestro tiempo.
No podemos saber si don Miguel, al que le sal¨ªa mejor la prosa que el verso y la novela que el teatro, hubiera disfrutado ante esta sorprendente interpretaci¨®n de sus ideas. Pero, sin duda, nos hallamos ante un espect¨¢culo para la vista, el o¨ªdo y la inteligencia, que corresponde a nuestra sensibilidad de hombres del siglo XX. Tom¨¢s Marco ha reconocido alguna vez su amor por lo barroco. En esta ocasi¨®n, su barroquismo se ha encontrado a gusto colaborando con el otro barroquismo desbordado y casi desmesurado de Francisco Nieva.
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