Viva la radio
En tiempos de furrielazo, todos estamos un poco como arrestados en nuestro domicilio, de modo que salgo a la calle, cojo un taxi, que lleva la radio a toda galleta, como es saludable costumbre de mis queridos taxistas. y resulta que la libertad est¨¢ en la calle, la democracia est¨¢ en la radio.Viva la radio. Me lo hab¨ªa dicho Andr¨¦s Amor¨®s, atento a todas las culturas y subculturas:
-T¨² es que oyes poco la radio, Umbral. Hay que escuchar ahora la radio.
Efectivamente. si hay un nuevo periodismo en este momento. limita con Europa gracias a EL PA?S (conferencia del se?orito, Siglo XXI. el d¨ªa siete). con Estados Unidos gracias a Interviu y con el cielo gracias a la radio, que llega a todas partes. La radio ha hecho suya. con una rapidez y un fervor emocionantes. la nueva libertad de expresi¨®n (que no se sabe por cu¨¢nto tiempo nos va a permitir expresarnos).
Ales o Gasent, Jos¨¦ Mar¨ªa Garc¨ªa, Casado, Alejo, Charo Mostaza, Tom, aqu¨ª en Madrid, entre otros muchos, Luis del Olmo y mucha m¨¢s gente, en Barcelona, una pupulaci¨®n de profesionales en toda Espa?a est¨¢n ocupando el mapa del cielo, la p¨¢gina diaria del aire y el sol. con informaciones urgentes y veraces, palabras direttas, encuestas, consultorios e informes que prestan un gran servicio a la democracia y. por otra parte, contribuyen a que la radio se suelte, por fin, de la mano de Ama Rosa.
Durante los cuarenta a?os cuarenta. la radio ha sido Sautier-Casaseca, y hoy. cuando TVE se debate penosamente entre los hombres ricos y los hombres pobres del p¨¦rezorniazo, cuando la Asociaci¨®n de la Prensa sanea al Fin sus cuentas. cuando los peri¨®dicos hacen de Hamlet dubitativo en sus almenas de papel, la radio nos gana a todos por la mano y por la antena, por la onda y por la hondura. Van hasta el fondo de las cosas.
Hay un z¨®calo de palabras en el aire de Espa?a, un teletipo incesante e invisible donde las emisoras privadas, y algunas que no lo son, mantienen la libertad en vilo, la informaci¨®n a tope, desde lo pol¨ªtico a lo sexual, que he cogido en el transistor de un taxista un consultorio ginecol¨®gico donde a la retrocamp Ama Rosa se le explica el orgasmo clitoridiano, el derecho al propio cuerpo, el cuerpo como herramienta libidinal antes que laboral, y en este plan. La se?ora Francis, que durante tantos a?os ha distribuido cosm¨¦tica moral de fabricaci¨®n casera entre las radioespa?olas, debe seguir con su rollo por alguna onda en forma de arcoiris kischt, pero los nuevos informadores sexuales de la radio, como los nuevos informadores pol¨ªticos (y no digamos los laborales, que dan todas de cal y ninguna de arena), han hecho del se?or Hertz un revolucionario, como efectivamente lo fue (como lo son -todos los inventores, aunque no lo sepan) Gracias a la radio, la democracia, tan controvertida, est¨¢ en el aire de Espa?a. Fan¨¢tico como soy de la palabra impresa, hombre-libro de Bradbury, dispuesto a morir teniendo por sudario la arropadora y languideciente Galaxia Guttenberg, no dejo de mirar y admirar este milagro de la radio, idioma en el aire, voz no escrita, verdad urgente, lenguaje vivo, improvisada tradici¨®n oral.
-?Pero es cierto que Perkins vuelve a la huelga?-Lo ha dicho la radio.
Aquellas radios art-dec¨® de la guerra y la postguerra, aquella radio familiar de ojo encendido, Polifemo del mundo mirando y hablando al ni?o anhelante ?de verdades, tembloroso de noticias, aquella radio, desde los tiempos de Francisco D¨ªaz Roncero y La Iniernacional, hab¨ªa ca¨ªdo en la l¨¢grima, el champ¨², la cacerola rifada, la rutina informativa/desinformativa y la leche tratante. Hoy, si hay democracia en Espa?a, est¨¢.en el aire, no s¨®lo por el riesgo, el clima y el subconsciente colectivo, sino tambi¨¦n por la realidad continua, fugaz, parlanchina y testimonial de la radio. Viva la radio.
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