Crisis econ¨®mica, distribuci¨®n de la renta y ca¨ªda del excedente empresarial
La crisis econ¨®mica se ha traducido en una variaci¨®n r¨¢pida e importante en el reparto del producto interior bruto entre los factores que contribuyen a obtenerlo. En este reparto del producto impuesto por la crisis, la erosi¨®n de los excedentes empresariales constituye una t¨®nica com¨²n registrada en casi todos los pa¨ªses. Naturalmente, esta caracter¨ªstica com¨²n de la crisis se vive con variada intensidad por cada una de las econom¨ªas nacionales. Tratar de comprobar en qu¨¦ medida este rasgo de la crisis econ¨®mica ha marcado a nuestra econom¨ªa constituye el prop¨®sito del siguiente trabajo, escrito por el equipo de coyuntura econ¨®mica que dirige el profesor y que integran los profesores Lagares Calvo y Raymond Bar¨¢ y los economistas Julio Alcaide Inchausti, Jos¨¦ Garc¨ªa L¨®pez y Miguel Valle Garagorri.
Inflaci¨®n de costes m¨¢s demanda d¨¦bil producen una ca¨ªda de los excedentes empresariales. Quiz¨¢ pocas afirmaciones resuman mejor la crisis econ¨®mica que vivimos como esa igualdad de dos sumandos con la ca¨ªda de los excedentes. La inflaci¨®n de costes est¨¢ presente en todas las econom¨ªas y su intensidad marca la propia gravedad y dimensi¨®n de la crisis. La totalidad de las partidas de coste han aumentado considerablemente su importe en la crisis: las materias primas, con el despegue espectacular de la energ¨ªa, los costes del trabajo (salarios, cuotas de la seguridad social), los costes financieros, los gastos generales, en fin. La presi¨®n ejercida sobre las diferentes r¨²bricas de los costes de la empresa se ha convertido en el rasgo m¨¢s familiar del comportamiento cr¨ªtico de las distintas sociedades. Presi¨®n, se afirma, porque el mayor coste registrado en cada partida del presupuesto de las empresas no es un aumento mec¨¢nico y objetivo, sino una elevaci¨®n exigida por el grupo social que la percibe con el doble e irrenunciable prop¨®sito de anticiparse y vencer a la inflaci¨®n esperada y asegurar as¨ª la mejora de su nivel de vida. El proceso de negociaci¨®n de las distintas rentas en el enrarecido clima inflacionista de las sociedades actuales se realiza, seg¨²n ha afirmado recientemente Jean Fourasti¨¦, con un claro sentido de reivindicaci¨®n, esto es, como una reclamaci¨®n -entre impaciente y agitada- de un nivel de vida mejor. Una reclamaci¨®n que ha ido perfeccionando sus t¨¦cnicas con el transcurso del tiempo, utilizando las ventajas sociales y econ¨®micas ya conquistadas -el nivel de renta alcanzado, las prestaciones y garant¨ªas del futuro, la seguridad en el empleo, las disposiciones pol¨ªticas y constitucionales- y aplicando m¨¦todos y procedimientos experimentados para lograr, mediante la conquista del poder del mercado y/o por contestaciones programadas de la paz civil -si fuera necesario-, el aumento pretendido de las rentas.Esa presi¨®n reivindicativa ejercida sobre el proceso de creaci¨®n y distribuci¨®n de la renta nacional, apoyada t¨¦cnicamente y realizada con m¨¦todos social y pol¨ªticamente eficaces, ha resultado muy dif¨ªcil de contrarrestar y ha terminado afectando a los costes de las empresas. La inflaci¨®n de costes empresariales, empujada por esta presi¨®n de las rentas, es hoy un proceso abierto que padecen todos los pa¨ªses, como prueba concluyentemente cualquier observaci¨®n -por superficial que sea- de la realidad econ¨®mica.
Ahora bien, este crecimiento generalizado de costes empresariales -cuyas dimensiones se corresponden con el grado de inflaci¨®n de cada econom¨ªa nacional, del que se alimentan y al que aceleran- no se presenta solo. Una demanda d¨¦bil en los distintos mercados es su inevitable acompa?ante. Inflaci¨®n de costes y demanda d¨¦bil constituyen una combinaci¨®n caracter¨ªstica de la crisis actual. Tres son las causas fundamentales de esta debilidad de la demanda: 1) el efecto depresivo que ocasionan a las econom¨ªas mal dotadas de energ¨ªa y materias primas, las alzas dr¨¢sticas y continuadas de los precios de estos productos; 2) la inevitable aplicaci¨®n de pol¨ªticas de signo estabilizador presupuestarias y monetarias puestas, finalmente, en funcionamiento para evitar los desastrosos efectos -econ¨®micos, sociales y pol¨ªticos- de una inflaci¨®n aguda y continuada, y 3) la competencia realizada por los distintos pa¨ªses en los mercados internos e internacionales en condiciones cada vez m¨¢s dif¨ªciles de sostener y ganar por las empresas nacionales.
La conjunci¨®n de una inflaci¨®n de costes (profundamente arraigada en los deseos y en la voluntad de los grupos sociales por rentas mayores que respondan a sus expectativas de creciente nivel de vida) y una demanda debilitada (por los datos mismos de la crisis -elevaciones dr¨¢sticas de los precios de la energ¨ªa y materias primas- por la competencia de otros pa¨ªses y por la convicci¨®n de quienes dirigen la pol¨ªtica econ¨®mica occidental sobre los males graves de la inflaci¨®n) tiene una clara consecuencia: dificultar que la inflaci¨®n de costes que padecen las empresas se convierta en inflaci¨®n de precios, ya que los distintos mercados no consienten, por su manifiesta debilidad y aguda competencia, cargar precios mayores y trasladar as¨ª plenamente las alzas de costes. La inflaci¨®n de costes terminar¨¢ alterando por esta v¨ªa la distribuci¨®n de la renta, pues, la imposibilidad de repercutir totalmente los mayores costes directos sobre los precios de los distintos productos conduce a una erosi¨®n de los excedentes de las empresas. Lo que se paga por mayores rentas beneficiar¨¢ a ¨¦stas a costa de los excedentes empresariales.
Esta secuencia. de acontecimientos, asociada a la inflaci¨®n actual, es nueva y se corresponde con sus caracter¨ªsticas y origen. Tradicionalmente, se ha pensado -y son no pocos los que, con grave error, contin¨²an haci¨¦ndolo- que la inflaci¨®n redistribu¨ªa la renta en favor de los beneficios y en contra de los salarios. Esa creencia descansa sobre la hip¨®tesis falsa de que un aumento de precios no genera respuesta alguna de los trabajadores para alterar la distribuci¨®n de la renta a su favor y que las empresas pueden trasladar a los distintos mercados plenamente todos sus aumentos de costes. Ninguna de estas afirmaciones es hoy v¨¢lida: los salarios est¨¢n indiciados -cuando no sobreindiciados- en los distintos pa¨ªses y las empresas no pueden repercutir todos los aumentos de sus costes sobre los precios de manera inmediata, ya que lo impide la debilidad de la demanda en los distintos mercados y las normas vigentes de fijaci¨®n de precios.
La infiaci¨¦n de costes: un mecanismo ineficiente para distribuir la renta
La inflaci¨®n de costes producida en un contexto de demanda d¨¦bil constituye un medio beligerante que altera las pautas de la distribuci¨®n de la renta en contra de los excedentes empresariales. Tratar de conseguir una mejora en la distribuci¨®n de la renta por reivindicaciones de ma-vores rentas -que se convierten en inflaci¨®n de costesequivale a sancionar un mecanismo distributivo inefec¨ªente que produce una copiosa cadena de nocivos efectos.
Concretemos algunos de esos efectos:
1. La debilidad de las empresas, que dif¨ªcilmente podr¨¢n ser instituciones competitivas y din¨¢micas para desarrollar la producci¨®n y la renta. Menos excedentes empresariales equivale, en efecto, a mayores dificultades de ahorro empresarial y a disminuir, en consecuencia, las posibilidades de desarrollo y expansi¨®n de la empresa.
La ca¨ªda de los excedentes tiene tambi¨¦n consecuencias importantes sobre las oportunidades y sobre el coste de la financiaci¨®n empresarial. Un menor excedente equivale a disminuir la distribuci¨®n de beneficios y a confesar la ca¨ªda en la rentabilidad del capital. Ambas consecuencias se acusar¨¢n sobre las cotizaciones de los valores de las sociedades. No es un hecho casual que las cotizaciones del mercado de valores se hayan derrumbado coincidiendo con la crisis de los excedentes de las empresas. En la medida en que esto sucede, las posibilidades de financiaci¨®n de la empresa a trav¨¦s del mercado de capitales se ven seriamente disminuidas, debiendo buscarse otro camino alternativo. Este dificilmente podr¨¢ ser el de la autofinanciaci¨®n, que ha de estar alimentada por los excedentes que se han visto disminuidos. No quedan otras soluciones que la emisi¨®n de obligaciones o el cr¨¦dito, y ambas son -en etapas de inflaci¨®n aguda- alternativas muy caras para la empresa y no igualmente accesibles para todas. Este problema de la financiaci¨®n de la empresa adquiere especial prioridad en aquellos pa¨ªses que, como Espa?a e Italia, se apoyan en un fuerte endeudamiento para financiar las actividades de las empresas. Es bien sabido, en efecto, que los fondos ajenos a corto plazo tienen una importancia decisiva en la financiaci¨®n empresarial en Espa?a, situ¨¢ndose como promedio en tomo al 30%, y fondos a los que se a?aden los ajenos a medio plazo, situados en tomo al 15%. La suma de este endeudamiento se ha situado en Espa?a por encima siempre de los fondos propios de la empresa. La existencia de excedentes permite atender con facilidad al coste de la deuda, pero cuando ¨¦stos disminuyen y debe forzarse a¨²n m¨¢s el endeudamiento empresarial, se suscitan graves problemas de coste por un lado y de liquidez por otro, dado que el endeudamiento ajeno exige la creaci¨®n de los fondos de previsi¨®n necesarios para el pago de los intereses, sometiendo a la empresa a una rigidez considerable en sus compromisos de financiaci¨®n.
2. Es evidente, por otra parte, que una inadecuada canalizaci¨®n de los deseos de una distribuci¨®n de las rentas a trav¨¦s de la presi¨®n salarial, al elevar los costes de trabajo, reduce la ventaja comparativa de los productos nacionales en el mercado exterior y dificulta la colocaci¨®n de las exportaciones. De esta manera, se agudizan los problemas de desequilibrio de las balanzas de pagos de las distintas econom¨ªas que han discurrido paralelamente a la ca¨ªda de los excedentes empresariales.
3. La presi¨®n alcista sobre las rentas de trabajo y la elevaci¨®n consiguiente de sus costes fuerzan a las empresas -para mantener sus excedentes- a sustituir, en la medida de sus posibilidades, trabajo por capital. Sustituci¨®n que ser¨¢ tanto m¨¢s urgente en cuanto que los costes de trabajo aumenten con mayor intensidad y mayor sea la rigidez de empleo. Es claro que este efecto se ha producido durante la crisis actual con especial intensidad, ya que incluso en a?os con tasas de inversi¨®n negativas el empresario ha buscado la inversi¨®n sustitutiva del empleo de mano de obra, y esa b¨²squeda ha figurado a la cabeza de las estrategias empresariales para disminuir sus costes y salvar sus excedentes.
4. La ca¨ªda de excedentes ha afectado con desigualdad al conjunto de las empresas de un pa¨ªs. Pero ha tenido especial incidencia en el sector de las empresas p¨²blicas, y ello por dos motivos: en primer lugar, porque la cuant¨ªa de excedentes para muchas empresas privadas no ha registrado s¨®lo una ca¨ªda, sino los n¨²meros rojos reiterados que han llevado a plantear su desaparici¨®n final. Al llegar esta circunstancia, el deseo de mantener las cifras de empleo ofrecido por estas empresas en crisis les ha concedido las credenciales necesarias para entrar en el campo de la empresa p¨²blica, contribuyendo as¨ª a elevar la considerable cifra total de n¨²meros rojos con que este sector liquida hoy sus ejercicios en la mayor parte de las econom¨ªas. Por otra parte, las propias empresas p¨²blicas existentes cuentan a¨²n con mayores dificultades para trasladar sus elevaciones de coste sobre los precios que las empresas privadas. La ¨ªndole de los bienes o servicios producidos por las empresas p¨²blicas, y el criterio para la fijaci¨®n de sus precios, las obliga con frecuencia a incurrir en d¨¦ficit mayores de los que caracterizan a la empresa privada.
5. Un efecto importante ocasionado por la ca¨ªda de los excedentes empresariales es el del aumento de las ayudas p¨²blicas a trav¨¦s de transferencias de uno u otro signo realizadas a partir del Presupuesto del Estado. Para dar continuidad a las actividades productivas y mantener las cifras de empleo, el Presupuesto ha debido de ampliar
Crisis econ¨®mica, distribuci¨®n de la renta y ca¨ªda del excedente empresarial
sustancialmente la cuant¨ªa de sus dotaciones, contribuyendo as¨ª a extender esa epidemia de nuestro tiempo que es el d¨¦ficit.La importancia de los efectos anteriores muestra con toda claridad que la elevaci¨®n de costes es un mecanismo distributivo ineficiente de la renta. La pol¨ªtica de la distribuci¨®n equitativa de la renta nacional no debe plantearse en absoluto en el campo de la distribuci¨®n funcional de la renta, sino en el de la distribuci¨®n personal. Es ¨¦sta una vieja verdad que los economistas han reiterado desde hace muchos a?os sin encontrar el eco debido en los comportamientos de los distintos grupos sociales. Como afirmaba concluyentemente el informe anual del Banco de Espa?a de 1975, ?cabe albergar dudas muy profundas sobre la posibilidad de introducir importantes variaciones en la distribuci¨®n de la renta en per¨ªodos breves a trav¨¦s de las alzas de salarios. Hay un l¨ªmite a la posible compresi¨®n a corto plazo del tipo de beneficio a trav¨¦s de las alzas de salarios en una econom¨ªa -l¨ªmite excedido, sin duda, en Espa?a durante los ¨²ltimos tiempos- Alcanzado ese l¨ªmite, o el tipo de beneficio se normaliza a trav¨¦s de las alzas de precios -y, en ese caso, la redistribuci¨®n de la renta v¨ªa salarios se deshace-, o el mantenimiento de la depresi¨®n del tipo de beneficio- se traduce en una detenci¨®n de las inversiones y en la aparici¨®n masiva del paro. El logro efectivo de una mejor distribuci¨®n de la renta y de la riqueza hay que buscarlo por v¨ªas distintas y menos perturbadoras que las alzas intensas de salarios: reforma fiscal, ampliaci¨®n y reestructuraci¨®n del gasto p¨²blico y presi¨®n a la baja sobre el tipo de beneficio "normal" de numerosos sectores que viven amparados por el proteccionismo y las intervenciones generadoras de ineficacia?.
Ello quiere decir que la situaci¨®n cr¨ªtica actual reclama -como pol¨ªtica prioritaria- una moderaci¨®n en el crecimiento de las rentas que desacelere el subsiguiente incremento de los costes, causante ¨²ltimo de la perturbaci¨®n en el proceso de distribuci¨®n de la renta y de la ca¨ªda de los excedentes empresariales y de los efectos subsiguientes a la p¨¦rdida de vitalidad y dinamismo de las empresas.
Es evidente que Espa?a no ha sido una excepci¨®n a la norma general de la erosi¨®n del excedente durante la etapa de la crisis. Si acudimos a los datos disponibles y contemplamos,la distribuci¨®n del producto interior bruto al coste de los factores, pueden distinguirse dos etapas claramente diferenciadas: la que va hasta 1977 y la que se inicia a partir de dicho a?o hasta el momento actual.
?Qu¨¦ ha sucedido en Espa?a con los excedentes empresariales?
Seg¨²n los datos de Contabilidad Nacional de Espa?a, el excedente bruto de explotaci¨®n se situaba en 1965 en el 51,8%, descendiendo hasta el 44,7% en 1974, y al 42,5 % en 1977. Hubo, por tanto, un proceso de redistribuci¨®n a favor de la remuneraci¨®n del trabajo cuya participaci¨®n para iguales a?os pas¨® del 48,2 %, en 1965, al 55,3 %, en 1974, y al 57,5 %, en 1977.
Es preciso afirmar que esa mayor participaci¨®n de las rentas de trabajo en el PIB se debi¨® m¨¢s al crecimiento de las cotizaciones sociales a la Seguridad Social que al incremento de los sueldos y salarios. Los sueldos y salarios, excluidas cotizaciones sociales, pasaron de una participaci¨®n del 41,9%, en 1965, al 45,4%, en 1974, y 45,1%, en 1977. El cambio en la participaci¨®n entre 1965 y 1974 se debe fundamentalmente al experimentado por la estructura de la poblaci¨®n ocupada asalariada, que en dichos a?os pas¨® del 63,1% en empleos asalariados, en 1965, al 70,1%, en 1974. Las cotizaciones sociales han progresado sustancialmente, ya que, seg¨²n los datos de la Contabilidad Nacional en 1965, representaban el 6,3% del PIB, para situarse en el 9,9% en 1974, y en el 12,4%, en 1977. La participaci¨®n de las cuotas de la Seguridad Social se han duplicado en una d¨¦cada. Evaluar si tal coste se ha visto compensado por un bienestar social equivalente no es tarea f¨¢cil ni prop¨®sito de este trabajo; pero la insatisfacci¨®n de la sociedad espa?ola frente a los servicios y transferencias prestados por la Seguridad Social indican la existencia de defectos perceptibles en la prestaci¨®n de los servicios y, desde luego, en su financiaci¨®n. Sobre esto existe un extendido acuerdo entre los economistas de todas las tendencias e ideolog¨ªas pol¨ªticas. La financiaci¨®n de la Seguridad Social, al elevar el coste de trabajo, ocasiona un conjunto de efectos negativos que fueron reconocidos con toda claridad en los acuerdos de la Moncloa, en los que se sent¨® el principio, hoy en trance de cumplimiento, de programar eficientemente la participaci¨®n estatal en la financiaci¨®n de la Seguridad Social para tratar de evitar los efectos adversos que sobre el empleo se siguen del encarecimiento relativo del factor trabajo, a consecuencia del pago de las cuotas establecidas sobre el empleo y las n¨®minas.
A partir de 1977 se inicia un cambio que detiene la constante ca¨ªda del excedente que hab¨ªa prevalecido en a?os anteriores. ?En qu¨¦ grado ha tenido lugar este cambio en la tendencia decreciente de los excedentes? es una pregunta m¨¢s dificil de contestar, ya que, en efecto, para los a?os 1978 y 1979 no se dispone de informaci¨®n estad¨ªstica concluyente sobre la distribuci¨®n funcional de la renta y el excedente de explotaci¨®n. En 1978 el PIB creci¨® el 24% y, seg¨²n los datos disponibles, parece que la remuneraci¨®n del trabajo creci¨® algo menos (23,7%), como consecuencia de un aumento de los sueldos y salarios del 23,4% y de las cotizaciones sociales del 24,8%. Todo ello supone que el excedente bruto de explotaci¨®n creciera ligeramente por encima del PIB (24,5%). En 1979 la dificultad para evaluar el crecimiento del coste salarial y, consecuentemente, del excedente de explotaci¨®n, es mayor. El Ministerio de Trabajo ha evaluado el crecimiento medio por persona de los salarios sujetos a convenio en el 14,5%. Por su parte, el INE sit¨²a en el 24,6% el crecimiento de las ganancias por hora trabajada en los diez primeros meses de 1979, frente a igual per¨ªodo de 1978. Los salarios agr¨ªcolas por jornada de trabajo aumentaron el 18%, seg¨²n los datos del Ministerio de Agricultura. Teniendo en cuenta que la reducci¨®n de horas trabajadas por persona se sit¨²a en el 2% y que la poblaci¨®n bcupada descendi¨® tambi¨¦n el 2%, resultar¨ªa que la masa salarial para el colectivo contemplado por la estad¨ªstica de salarios del INE (industria y algunos servicios) habr¨ªa crecido el 19,8%, mientras que, seg¨²n los datos de convenios, se situar¨ªa en el 12,3%. Discrepancia de m¨¢s de siete puntos que parece excesiva si se atribuye totalmente a aumentos superiores a los del convenio para rentas de trabajo fijadas libremente. Teniendo en cuenta el crecimiento de los sueldos y salarios en las administraciones p¨²blicas y en la agricultura, podr¨ªa estimarse para 1979 crecimientos de los sueldos y salarios netos por encima de los datos de la estad¨ªstica de convenios, aunque por debajo de las cifras resultantes de la estad¨ªstica de salarios del INE.
La incertidumbre que se deduce de una interpretaci¨®n tan dispar en el comportamiento de los salarios en 1979 exigir¨ªa que el Ministerio de Trabajo y el INE revisaran detenidamente sus antecedentes y trataran de ofrecer el crecimiento probable de los salarios en dicho a?o y en qu¨¦ situaci¨®n relativa quedar¨ªa, por tanto, la participaci¨®n del factor trabajo y del excedente empresarial en el PIB.
El crecimiento del PIB para 1979 ha sido estimado en el 17,6% derivado de un aumento del 1,6% a precios constantes y del 15,7% de los precios impl¨ªcitos. En la medida en que las rentas de trabajo, incluida Seguridad Social, hubiesen crecido menos del 17,6%, la participaci¨®n del excedente de explotaci¨®n se habr¨ªa visto incrementada. Partiendo del crecimiento salarial incorporado a la contrataci¨®n colectiva, del mayor incremento en las cuotas de Seguridad Social y del alza de los salarios agr¨ªcolas y de los funcionarios p¨²blicos, no parece que el crecimiento de las rentas salariales en 1979 sea inferior al 16%, lo que explicar¨ªa crecimiento con tasa superior del excedente de explotaci¨®n.
El contenido del excedente bruto de explotaci¨®n
El concepto de la contabilidad nacional de excedente bruto de explotaci¨®n de las empresas agrega -en un solo conjunto- una serie de rendimientos heterog¨¦neos, pues, en efecto, en ¨¦l se incluyen las rentas mixtas de agricultores, comerciantes, peque?os empresarios y profesionales libres; las rentas puras de capital (intereses, dividendos y alquileres) y los beneficios no distribuidos de las sociedades y empresas, despu¨¦s del pago de impuestos. Los an¨¢lisis realizados por el Servicio de Estudios del Banco de Bilbao sobre la Renta Nacional de Espa?a y su distribuci¨®n provincial permiten desglosar este contenido heterog¨¦neo. Si a ellos se atiende se comprueba que las rentas agr¨ªcolas perdieron importancia entre 1974 y 1978, pasando a representar el 5,3% del PIB frente al 5,8% de 1974. Mientras eso ocurr¨ªa, las rentas mixtas, procedentes del capital y trabajo, asignadas a comerciantes, empresarios individuales, profesionales libres y propiedad de viviendas, muestran una participaci¨®n poco evolucionada (18,3% en 1974 y 18,7% en 1978).
Las rentas puras de capital (dividendos e intereses) y el beneficio no distribuido de las empresas y sociedades constituyeron el factor perdedor m¨¢s afectado en el proceso de correcci¨®n del esquema de distribuci¨®n factorial de la renta espa?ola. Seg¨²n los datos aludidos, el excedente de las empresas y sociedades antes de la distribuci¨®n de dividendos y despu¨¦s del pago de los impuestos equival¨ªa al 8,5% del PIB en 1974, rebaj¨¢ndose hasta el 5,9% en 1977. A partir de este a?o la situaci¨®n se consolida, incorporando una leve recuperaci¨®n al pasar al 6,1 % y 6,3% en las estimaciones de 1978 y 1979.
Los problemas de la economia espa?ola
Las cifras anteriores permiten comprobar que la distribuci¨®n de la producci¨®n en Espa?a durante la crisis se ha visto afectada de forma importante por la inflaci¨®n de rentas y de costes. Las empresas no han podido trasladar sobre los precios el crecimiento de las rentas pagadas a los factores de producci¨®n (fundamentalmente al trabajo) y ello ha ocasionado una clara erosi¨®n en el excedente empresarial, del que inevitablemente se han seguido el conjunto de adversos efectos que acompa?an a una alteraci¨®n de la distribuci¨®n de la renta de esta naturaleza. Es obvio que el tratamiento de este problema requiere definir y aplicar una pol¨ªtica de wioderaci¨®n de los costes de trabajo que reduzca el grado de inflaci¨®n de la econom¨ªa y desplace el escenario en el que ha de decidirse la distribuci¨®n del producto al campo concreto que le es propio, esto es, a la distribuci¨®n personal, empleando en ¨¦l los instrumentos eficaces (impuestos y gastos p¨²blicos, generalizaci¨®n del sistema de competencia en los mercados), huyendo de plantear la distribuci¨®n de la renta por el camino ineficiente y perturbador de las elevaciones salariales, extremo que tanto perjudica a los excedentes y al fortalecimiento y capacidad de las empresas para competir y desarrollarse creando ocupaciones y asegurando el crecimiento de la riqueza y de la renta nacionales.
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