"Gaiateros" para arreglar la fiesta
De v¨ªsperas hab¨ªan desfilado los gaiateros, como conviene a la tradici¨®n de las fiestas de La Magdalena y le dan fama, pero habr¨ªan alcanzado m¨¢s benefactora y resonante labor si, en lugar de disolverse ordenadamente, se hubieran dado una vuelta por la plaza de toros, gayato en alto, o mejor, por donde pululan taurinos.Porque los taurinos, al menos aquellos que mandan en el mundillo, no escarmientan de ninguna manera, a salvo el gayato, que a¨²n no se ha experimentado. Ellos mismos dicen estar consternados, y seguro que es as¨ª, por el momento cr¨ªtico que atraviesa la fiesta, y con mucho zollipar y mesar de cabellos se lamentan, bien oir¨¦is c¨®mo: ? ?A la gente le ha dado por no ir a los toros!?
Plaza de Castell¨®n
Primera corrida de feria (domingo). Cinco toros de Manuel Camacho, inv¨¢lidos, y un sobrero del Jaral de la Mira, bien presentado, manso. Ruiz Miguel: tres pinchazos, estocada y rueda de peones (silencio). Pinchazo y estocada ca¨ªda. (silencio), Luis Francisco Espl¨¢: dos pinchazos, media estocada baja, rueda de peones y tres descabenos (aplausos y saludos). Bajonazo (oreja). Espartaco: pinchazo en la tripa, otros dos muy bajos y se acuesta el toro (silencio). Tres pinchazos horrorosos, media estocada ca¨ªda y rueda de peones (silencio).
En realidad, estos taurinos, solitos, sin ayuda de nadie, se encargan de echar de las plazas cada tarde unos cuantos miles de espectadores. En la corrida de Castell¨®n, el domingo, calculo que echaron 6.421 y un cervecero. A falta de mejor cosa que hacer me dediqu¨¦ a la alta matem¨¢tica. Empec¨¦ contando el n¨²mero de bostezos, pero picaban al primer camacho y ya llevaba anotados 37.494 y, como parec¨ªa que pod¨ªa llegar a una cifra inabarcable, prefer¨ª contar los bostezantes. En el tercer toro ya ten¨ªa los 6.421 y, en el cuarto, cay¨® el cervecero que, como hab¨ªa agotado sus existencias, llenaba su ocio extray¨¦ndose el cerumen de la oreja con un palillo.
Los pases que los afanosos diestros pegaban por la candente toda a trav¨¦s, no los cont¨¦, porque se suced¨ªan con vertiginosa rapidez. Te pones a contar de carrerilla, uno-dos-tres-cuatro-cinco, etc¨¦tera, y ya puedes acelerar cuanto quieras que Ruiz Miguel, Espl¨¢ y Espartaco, jam¨¢s pierden. Al final siempre te llevan por lo menos treinta o cuarenta derechazos de ventaja. De manera que lo dej¨¦. Anotar, como es sabido, los lances de cierta claridad o_gusto era vana intenci¨®n, pues de tal corte no hubo ni uno y, analizar si el toro resultaba bravo o manso, lo mismo, pues todos parec¨ªan tontos.
Tambi¨¦n eran flojos. Con un puyacito o simulacro, se pon¨ªan a morir. El cuarto y el quinto pegaban tumbos, y ese quinto, cuya invalidez provoc¨® un esc¨¢ndalo terrible, fue devuelto al corral. El sobrero, aunque manso declarado, ten¨ªa presencia y viveza, y dio un poco de emoci¨®n a la fiesta, en lo cual contribuy¨® Espl¨¢, que banderille¨® con torer¨ªa y estuvo valent¨®n en la faena de muleta.
Pero, a continuaci¨®n, sali¨® otro tonto toro de Camacho y sali¨® Espartaco, que sobre pegapases es transverso a la tauromaquia, y a los 6.421 espectadores y el cervecero les pudo dar una alferec¨ªa. Diles a esos 6.421 ciudadanos que vuelvan a los toros y ver¨¢s; ver¨¢s gayatos.
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