Los l¨ªderes sindicales de British Leyland ordenan la vuelta al trabajo
La decisi¨®n y la firmeza de su presidente, sir Michael Edwardes, ha salvado de un seguro cierre definitivo a la empresa nacionalizada British Leyland, al conseguir que los l¨ªderes sindicales den marcha atr¨¢s y ordenen la vuelta al trabajo de los 18.500 obreros en huelga.
Edwardes, considerado uno de los m¨¢s j¨®venes y prestigiosos ejecutivos de la industria brit¨¢nica, se jug¨® una vez m¨¢s todo su prestigio personal en su confrontaci¨®n con el sindicato m¨¢s poderoso del Reino Unido, el Transport and General Workers Union, cuyos miembros hab¨ªan iniciado una huelga para protestar contra la decisi¨®n de la empresa de imponer unos incrementos salariales rechazados por la base.El presidente del gigantesco complejo automovil¨ªstico brit¨¢nico, nacionalizado hace a?os, y cuya situaci¨®n econ¨®mica y financiera es desastrosa como consecuencia de su poca competitividad, lanz¨® un ultim¨¢tum el lunes a los 18.500 obreros especializados afiliados al sindicato del transporte que hab¨ªan conseguido parar la producci¨®n en todas las cadenas de producci¨®n de los distintos modelos Leyland. El ultim¨¢tum era simple: ?O vuelta al trabajo el pr¨®ximo mi¨¦rcoles o despido sin atrasos ni indemnizaci¨®n?. Nunca se hab¨ªa empleado un lenguaje tan duro en la historia de las relaciones industriales de las empresas nacionalizadas.
Pero Edwardes contaba con dos bazas importantes: la primera, que el segundo sindicato importante de Leyland, el Amalgamated Union of Engineering Workers, hab¨ªa rechazado secundar la huelga. La segunda, la situaci¨®n real de la empresa, cuya situaci¨®n, al borde de la suspensi¨®n de pagos, es del dominio p¨²blico.
En una reuni¨®n de nueve horas celebrada el jueves entre los directivos de Leyland y la ejecutiva del Transport and General Workers Union, encabezada por su secretario general, Moss Evans, el mensaje fue claro y contundente. No hay m¨¢s cera que la que arde, y Leyland, en su situaci¨®n actual, no se puede permitir la p¨¦rdida de una sola hora de trabajo. Una huelga en estos momentos significar¨ªa que la empresa, que empez¨® una lenta, pero s¨®lida, recuperaci¨®n del mercado brit¨¢nico en marzo, no podr¨ªa seguir adelante con sus planes de lanzamiento de nuevos modelos y se ver¨ªa forzada a cerrar definitivamente sus f¨¢bricas, con la p¨¦rdida de cientos de miles de puestos de trabajo.
Por tanto, Leyland no tiene m¨¢s remedio que mantener los aumentos decididos, que oscilan entre un 5 % y un 10%, y, adem¨¢s, mantener las nuevas condiciones de trabajo establecidas como base para una reestructuraci¨®n de la productividad, que, de hecho, implican una limitaci¨®n del poder sindical dentro de la empresa. De acuerdo con esas condiciones, la direcci¨®n de la empresa podr¨¢ realizar cambios de turno y de puestos de trabajo con la ¨²nica condici¨®n de comunicarlo a los enlaces sindicales con diez d¨ªas de antelaci¨®n.
Ante la posibilidad cierta de un cierre total de la empresa, Evans y su directiva aceptaron dar por terminada la huelga y ordenaron a los afiliados a su sindicato la inmediata vuelta al trabajo. La ¨²nica concesi¨®n arrancada a British Leyland fue la retirada del ultim¨¢tum a los huelguistas, ultim¨¢tum dejado sin efecto en la pr¨¢ctica por la orden de vuelta al trabajo dada por el sindicato.
La reacci¨®n entre los huelguistas ha sido de total desencanto con sus dirigentes sindicales. Ayer, los piquetes de obreros ped¨ªan a gritos la dimisi¨®n de su secretario general, a quien acusaban de haberlos vendido. En una de las f¨¢bricas de Leyland, los obreros votaron en contra de la orden de vuelta al trabajo y a favor de la continuaci¨®n de la huelga. Pero en este pa¨ªs, en la pr¨¢ctica, es absolutamente imposible que un conflicto laboral tenga la m¨¢s m¨ªnima probabilidad de ¨¦xito si no cuenta con la bendici¨®n oficial de los sindicatos.
En cuanto a Edwardes, no es la primera vez que se juega su prestigio personal a una carta. Hace meses, el presidente de Leyland puso a votaci¨®n secreta su plan de remodelaci¨®n de la empresa, rechazado por los sindicatos, y que prev¨¦ el cierre de trece factor¨ªas y el despido de 25.000 obreros en los pr¨®ximos tres a?os. El resultado no dej¨® lugar a dudas sobre el sentir de la fuerza laboral. El plan Edwardes fue aprobado en la proporci¨®n de siete a tres. A ¨²ltimos del pasado a?o orden¨® el despido del enlace sindical m¨¢s poderoso de Leyland, el comunista Derek Robinson, una peligrosa medida que pudo provocar una reacci¨®n en cadena. La huelga decretada por el sindicato de obreros mec¨¢nicos en apoyo de Robinson constituy¨® un completo fracaso.
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