Recitales de Ramonc¨ªn, Isabel Pantoja y Mar¨ªa Jimenez
El retorno de Ramonc¨ªn, la presentaci¨®n de Isabel Pantoja en Madrid y la precipitada vuelta de Mar¨ªa Jim¨¦nez son algunos de los acontecimientos musicales de esta semana que hoy acaba. Pero la sorpresa mayor se centra en el hecho de que la cantante Mar¨ªa Jim¨¦nez haya incorporado a su repertorio una canci¨®n del fil¨®sofo zamorano Agust¨ªn Garc¨ªa Calvo. La acracia ha entrado por la puerta grande en el Florida Park.
Afl¨ªjase la nueva ola de su ingratitud y desprecio hacia el pionero Ramonc¨ªn, que se sacrific¨® para que ellos, atentos y ma?osos, fabricaran mara?as muy rentables. Mas no debe afligirse el despreciado Ramonc¨ªn, que en el teatro Mart¨ªn ha demostrado, con un retorno en seco y dadivoso, la libertad de su canci¨®n rebelde. Estos dos recitales del autor de Marica de terciopelo y El rey del pollo frito evidencian qu¨¦ desprecian en ¨¦l los neomodernos y tambi¨¦n el porqu¨¦.Lo que desprecian es la disposici¨®n negada a la lamida, al trotecillo jipioso, al tatach¨ªn del viento venidero, dulz¨®n y algo blandengue a lo divino. Lo que desprecian es que sea legal y jam¨¢s a prop¨®sito para los enga?os. Lo que desprecian es que su ingenuidad sea verdadera y verdadera su violencia.
Y lo desprecian porque es mudo a la lisonja, porque no se ti?e el pelo ni lleva pantalones color fucsia y porque cuando le piden marcha -como en Lourdes-, ¨¦l piensa lo que escupe: ?La marcha es cosa de militares. Yo paso de eso, t¨ªos?. Pero hay mil cosas por las que ¨¦l no pasa.
S¨ª, ¨¦l fue, y se equivoc¨® de medio a medio, como puede equivocarse de cubierto un prolota invitado ¨¢ un galano banquete. Y se rieron del error. Pero, con mucho disimulo y polvera, los hijos de pap¨¢ copiaron sus ojeras y sus maneras. Lo falso es m¨¢s finolis, m¨¢s aceptable, m¨¢s vendible. Dieron por muerto al aguafiestas que estuvo a punto de alcanzar la gloria. Y celebraron desde?osos funerales por un espantap¨¢jaros barriobajero, que quer¨ªa cantar en el teatro Real.
Sin embargo, Ramonc¨ªn no ha muerto. Al cerr¨¢rsele todas las puertas, juveniles y discogr¨¢ficas, ha recobrado su inicial empuje de pirata rockero estepario.
La arrogancia de Isabel Pantoja
Arrogante y joven folkl¨®rica, Isabel Pantoja ha cosechado un rotundo ¨¦xito en la madrile?a sala Windsor. Irrumpi¨® desde atr¨¢s en plan chulapa, muy a lo Travolta ella, posesora de micr¨®fono inal¨¢mbrico, ofreciendo un porro de boquilla, defini¨¦ndose incluso como pastel de chupa y moja. El loquer¨ªo, garant¨ªa de que una folkl¨®rica sigue teniendo aceptaci¨®n o un porvenir asegurado, abarrotaba el local. Y la Pantoja, desde el comienzo, iba derecha al grano: ?Estoy como una perra que me derrito/por morder las hechuras/del se?orito?. Fue un recital donde rein¨® el eclecticismo: traje de chaqueta, Caperucita Roja, bata de cola... Hab¨ªa, tambi¨¦n nanas antiaborto, labios como miel de banana. la Virgen del Roc¨ªo, Torremolinos... Todo fue ovacionado hasta el delirio.Pero hay otra verdad. La Pantoja tiene la dura tarea de enlazar con las cl¨¢sicas del g¨¦nero, de devolverle la dignidad a la canci¨®n espa?ola, de resucitar los latios del melodrama nacional. Hoy por hoy, su buena voluntad y su osad¨ªa no anuncian todav¨ªa el milagro.
La blancura de Mar¨ªa Jim¨¦nez
Reci¨¦n casada, blanca y radiante, mostrando generosamente la pierna izquierda, volvi¨® Mar¨ªa Jim¨¦nez al Florida Park. Canciones del ardiente ayer y del presente incierto. Revoloteaba una maripo,sa. El sonido zumbaba sin desmayo. El personal, se mosqueaba, reprim¨ªa los piropos de anta?o para murmurar vengativas palabras de improbable adulterio. Van a ir a por ella. Y ella, intuitiva, ya lo sabe.Por eso baila con mayor garra que otras veces, se acaricia caderas, teta izquierda y pelo. Y su voz vence sobre la mala sensaci¨®n que nos ha dejado su ¨²ltimo disco. Se encuentra en un momento peligroso, que salva con sus viejos ¨¦xitos y subrayando lo que ayer reprim¨ªa. En cualquier caso, ella sabe, asimismo, que la acracia lava m¨¢s blanco, y ha tenido el atrevimiento de llevar a Garc¨ªa Calvo al Florida Park.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.