Maratoniano recital de Lola Flores
Tras cinco meses de inactividad, a causa de una operaci¨®n, ha reaparecido en Madrid, en la sala Windsor, la folkl¨®rica Lola Flores. Se mantuvo durante cerca de tres horas en el escenario. No s¨®lo cantando y bailando, sino tambi¨¦n diciendo sus opiniones sobre la actualidad sociopol¨ªtica, leyendo las l¨ªneas de la mano, presentando a sus hijas, saludando a los espectadores famosos y hasta replic¨¢ndole a alguien que le mostraba la presencia de Carmen Sevilla en la sala: ?Puedo tener unos a?itos, pero ciega no estoy?. Ni ciega. Ni paral¨ªtica. Ni muda.
La figura de Lola Flores, como acaso dijera Gald¨®s, nadie podr¨ªa responder de poderla pintar, porque lo que es real en un suspiro se convierte de pronto en espejismo. Si cantara el coro, algo as¨ª le dir¨ªa: ?Respetemos el dolor azul de la que se sali¨® de la muerte por buler¨ªas y brot¨® como un hongo alucin¨®geno en las rocas del templo de Salom¨®n. Sacerdotisa pura en traza de mujer, nunca divagaremos por sus dos senos de matrona atleta, ni gozaremos tejiendo sus cabellos negros. Nunca disfrutaremos con estas manos su calurosa piel morena, ni nadie ha de tocarla sino el aire o el agua blanca de los insaciables. Envidiamos, se?ora, el agrio gusto de ignorar tu historia y la historia de Espa?a?. Pero el coro no canta, sino que chilla: ? ?Toma casta?a! ?. Y tambi¨¦n, mano alzada: ??Espa?a!, ?Espa?a!, ?Espa?a! ?.Poco puede contarse, a fuerza de abundancia, de[ recital de Lola Flores. Result¨® interminable. Y lo era. Cambios de trajes, chistes bastos, s¨²plicas primitivas y opiniones sin ton ni son iban quebrando de continuo el ritmo de lo que pudo ser una actuaci¨®n espl¨¦ndida. Para colmo, ella empleaba el micr¨®fono como una escoba y lo llevaba de un lado para otro, a menudo sujeto entre las tetas, d¨¢ndole upos porrazos soberanos.
Ech¨® mano de todos los recursos. Le bailaron los brazos de maravilla, movi¨® la cola real con gran salero, se abanic¨® llena de gracia, tacone¨® con frenes¨ª y, en la canci¨®n, hizo un despliegu.e bronco de cuajados matices. Hubo melod¨ªas tiernas y violentas, l¨¢grimas, risas, torbellinos, golpes de pecho, comicidad y tragedia, estampas polvorientas, espuma de yegua desbocada, poemas de homenaje a Lorca (La nata de la canela), furia en plan de Agustina de Arag¨®n, vivas a Espa?a, claveles y ovaciones estruendosas.
Sin embargo, el exceso tend¨ªa sin cesar al seguro naufragio. Ella supo mantenerse a flote por medio de un final de fiesta que recog¨ªa un buen muestrario de sus mejores,¨¦xitos. Pero pronto reca¨ªa en el lago del esparto parlanch¨ªn y de la desmesura. Fue dedicando frases embarulladas a todos los presentes: a la Prensa (?aunque luego me ponga mal?), a Manuela Vargas, Juanito D¨ªaz, Nadiuska, un peluquero, La Polaca, Grac¨ªa Montes, Dolores Abril, Mikaela, Pepe Rubio, la esposa de Enrique M¨²gica, Pilar Franco (arreciaron los gritos: ??Espa?a!, ?Espa?a!, ?Espa?a!?), Marujita D¨ªaz, Encarnita Polo, Aurora Bautista, Mari Trini, Carmen Sevilla y un centenar m¨¢s.
Babelia
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