Bolivia, la esperanza derrotada de America
Los veinte carros de combate austr¨ªacos ¨²ltimo modelo estaban en sus acuartelamientos, pero los militares bolivianos hab¨ªan decidido no utilizarlos esta vez, salvo que fuera imprescindible. El golpe de noviembre anterior hab¨ªa ense?ado a Luis Garc¨ªa Meza, que ya se perfilaba entonces como el pr¨®ximo ocupante del sill¨®n presidencial, que las matanzas callejeras a golpe de tanque se hacen r¨¢pidamente impopulares y pueden desencadenar fuerzas contrarias de dif¨ªcil control.A comienzos de junio pasado, cuando se viv¨ªa la fiebre electoral un militar extranjero hab¨ªa preguntado en un alto despacho del cuartel general de Miraflores, centro neur¨¢lgico de las FFAA de Bolivia: ??Para cu¨¢ndo es el golpe?? La respuesta del general que estaba detr¨¢s de la mesa fue cauta: ?No podemos ahora, los peri¨®dicos publican constantemente detalles sobre una inminente sublevaci¨®n, en la calle hay casi tanta informaci¨®n sobre los planes militares como en las jefaturas de algunas unidades?.
Adem¨¢s, Luis Garc¨ªa Meza hab¨ªa dicho en p¨²blico pocas semanas antes, en un acto castrense: ?Camaradas, nadie debe olvidar que las fuerzas armadas y, dentro de ellas, el Ej¨¦rcito han dado ejemplos aleccionadores de su gran esp¨ªritu c¨ªvico y su acendrada vocaci¨®n democr¨¢tica?. Por a?adidura, el 13 de junio, el general Armando Reyes, jefe nominal de los tres ej¨¦rcitos, se hab¨ªa presentado por la ma?ana en el palacio de Gobierno, para asegurar a la presidenta constitucional, Lidia Gueiler, que los militares ?son disciplinados y acatan todas las disposiciones y ¨®rdenes de su capitana general?.
Fin de la indulgencia
Pero dos factores insuficientemente calibrados vinieron a poner un brusco punto Final a la indulgente espera de las FFAA. Hern¨¢n Siles Zuazo, el l¨ªder centroizquierdista, hab¨ªa obtenido un indiscutible triunfo electoral, m¨¢s que duplicando los votos de la gran esperanza castrense, el ex dictador y general Hugo Banzer. M¨¢s grave: el alto mando tuvo pronta noticia de que el gran derrotado, V¨ªctor Paz Estenssoro, jefe de la derecha civilizada, se dispon¨ªa a reconocer la legitimidad del triunfo de Siles Zuazo y a otorgarle sus votos para la investidura presidencial del 6 de agosto.
La maquinaria cuidadosamente engrasada se puso en movimiento casi sola. Estaban preparadas las ?listas? de la gente que deb¨ªa ser puesta fuera de juego en las primeras horas del golpe. Las hab¨ªa puesto a punto el jefe de inteligencia del Ej¨¦rcito, coronel Luis Arze, un aventajado alumno de cursos militares en Espa?a, por el procedimiento de entrar a punta de metralleta en el Ministerio del Interior, poner contra la pared a su titular, Jorge Selum, y llevarse al cuartel de Miraflores los archivos del Departamento II.
Estaban listos tambi¨¦n los que hab¨ªan de ser protagonistas de la parte m¨¢s sucia del nuevo golpe (?el 180, el 200?): los paramilitares. Una mezcla de militantes de extrema derecha nutridos en la Falange Socialista Boliviana y de delincuentes comunes vinculados a la mafia de la coca¨ªna, la primera fuente de ingresos extraoficiales del pa¨ªs. Su ensayo general hab¨ªa sido la sublevaci¨®n de Santa Cruz de la Sierra, el 17 de junio. Su animador de entonces, el capit¨¢n Rudy Zald¨ªvar, jefe de una invencion banzerista denominada Pacto militar campesino, con muchos militares y pocos campesinos.
Aunque frustrados en Santa Cruz por la en¨¦rgica reacci¨®n popular, los paramilitares desplegaron en esa ocasi¨®n, con excepci¨®n de las famosas ambulancias, lo que hab¨ªa de constituir su arsenal fundamental un mes despu¨¦s: fusiles autom¨¢ticos M-1, explosivos pl¨¢sticos, granadas de fragmentaci¨®n, botes lacrim¨®genos... Era un calco del material y los procedimientos utilizados sobretodo en Argentina y Uruguay.
Faltaba por elegir el escenario de la chispa y un pretexto de ¨²ltima hora con visos de validez. Para lo primero, el general Luis Garc¨ªa Meza decidi¨® dar una nueva oportunidad a Trinidad, una guarnici¨®n tropical a orillas del r¨ªo Mamor¨¦, dependiente del VI Cuerpo de Ej¨¦rcito, mandada por el coronel Francisco Monroy, y de la que el propio Meza hab¨ªa sido jefe en 1978. En octubre de 1979, los regimientos de Trinidad hab¨ªan preparado tambi¨¦n el camino al golpe de Estado del coronel Alberto Natusch, que derroc¨® entonces al presidente interino Walter Guevara. El pretexto pol¨ªtico lo encontr¨® el comandante en jefe del Ej¨¦rcito boliviano en el fraude electoral: ?El Servicio de Inteligencia Militar (sic) hab¨ªa detectado un fraude favorable a la extremista Unidad Democr¨¢tica y Popular, que solamente en La Paz superaba los 200.000 votos?. El comunicado iba firmado por el Departamento II.
Aprender del pasado
En noviembre, Natusch hab¨ªa sacado a la calle todos los carros de combate del regimiento pace?o Tarapac¨¢, comprados por el general Padilla durante su Gobierno de transici¨®n a los civiles. El golpe, aunque esperado, fue un modelo de torpeza. La huida o impunidad de los l¨ªderes pol¨ªticos, la resistenc¨ªa popular y sindical y el aislamiento internacional acabaron con ¨¦l en quince d¨ªas. Garc¨ªa Meza, su cerebro, Luis Arze, y las tres docenas largas de asesores que hab¨ªan incrementado la representaci¨®n argentina en La Paz durante los ¨²ltimos meses, hab¨ªan puesto a punto un esquema mucho m¨¢s viable. Los d¨ªas siguientes mostraron que el plan funcion¨®. La euforia que reinaba en la embajada del general Videla el d¨ªa 22 de julio no era triunfalismo. Todos cayeron en la trampa de Trinidad. El Comit¨¦ Nacional de Defensa de la Democracia (Conade), una agrupaci¨®n sectorial de todas las fuerzas democr¨¢ticas del pa¨ªs, se reuni¨® urgentemente en los locales de la Central Obrera Boliviana (COB), en La Paz. La presidenta Gueiler, despu¨¦s de ser visitada por un Siles Zuazo visiblemente alarmado, convoc¨® una reuni¨®n extraordinaria de su Gabinete. Las noticias que daba la radio hablaban todav¨ªa de un ?movimiento militar en Trinidad y en otras poblaciones del departamento del Beni?.
Lo que sigui¨® dice mucho de los procedimientos aprendidos por la nueva generaci¨®n de golpistas. Individuos vestidos de paisano y transportados en ambulancias, j¨®venes y bien armados, tomaron por asalto la COB. All¨ª cayeron Juan Lech¨ªn, dirigente m¨¢ximo de los trabajadores de Bolivia, y Quiroga Santa Cruz, ¨¦ste para siempre. De un golpe, los militares que estaban tras los paramilitares hab¨ªan hecho dos presas decisivas. El jefe de los pistoleros que dirigi¨® la operaci¨®n, Francisco Mosca Monroy, un delincuente famoso en Santa Cruz y condenado el a?o anterior por asesinato, fue felicitado por el coronel Arze.
Monroy y sus hombres, muchos de ellos sacados de la c¨¢rcel en las semanas anteriores al golpe, hab¨ªan cumplido dos misiones fundamentales: asesinar al l¨ªder socialista Quiroga Santa Cruz y preservar la imagen de los militares bolivianos, que reservaban su actuaci¨®n para la ca¨ªda de la tarde de ese 17 de julio. Hab¨ªan sido tambi¨¦n los precursores del uso de ambulancias para fines represivos. Durante los d¨ªas siguientes se dispar¨® desde ambulancias, se secuestr¨® en albulancias, se golpe¨® dentro de ambulancias. En el patio principal del gran cuartel de Miraflores llegaron a contarse 37, muchas de ellas sin matr¨ªcula y todav¨ªa flamantes.
En el Palacio de Gobierno de la plaza de Murillo, Lidia Gueiler y su Gobierno corrieron mejor suerte que los ocupantes de la COB. Los paramilitares ocuparon el palacio y detuvieron a la presidenta y al Consejo de Ministros en pleno, pero no asesinaron. Para entoncel, las emisoras bolivianas ya transmit¨ªan que en Santa Cruz el II Cuerpo de Ej¨¦rcito y la fuerza a¨¦rea hab¨ªan tomado la segunda ciudad del pa¨ªs. Poco despu¨¦s suced¨ªa lo mismo en Cochabamba, y las primeras tropas aparec¨ªan ya en las calles de La Paz y ocupaban, edificios y lugares de valor estrat¨¦gico. Todo se hab¨ªa consumado.
Antes de que el nuncio apost¨®lico llegara a la plaza de Murillo y tomara bajo su protecci¨®n a la presidenta, Lidia Gueiler hab¨ªa sufrido la ¨²ltima humillaci¨®n de su mandato. La prima del general Garc¨ªa Meza rod¨® un tramo de escalera del palacio a consecuencia de los golpes que le propin¨® el jefe de los asaltantes. Algunos de sus ministros pudieron escuchar los insultos dirigidos a voces a la Gueiler, que s¨®lo semanas antes, y en el mismo lugar, hab¨ªa padecido ya la intimidaci¨®n f¨ªsica del general Garc¨ªa Meza. Entonces, Lidia Gueiler todav¨ªa pudo amenazar con quitarse la vida. En est¨¢ ocasi¨®n, los hechos consumados condujeron a la presidenta a leer al d¨ªa siguiente, por radio y entre l¨¢grimas, una pat¨¦tica carta al pa¨ªs en la que renunciaba a la jefatura del Estado: ? He intentado llegar hasta el final del camino con el deseo de cumplir con mi pueblo, pero ante los hechos que se hallan m¨¢s all¨¢ de mi capacidad creo mi deber evitar d¨ªas dolorosos y luctuosos para el pueblo ... ?.
Proclamaci¨®n con pistolas
Proclamado entre sus leales, armados de pistola y canana al cinto, el nuevo presidente de Bolivia present¨® as¨ª a la naci¨®n el golpe: ?Pueblo de Bolivia: en vista de la renuncia a su mandato y resignaci¨®n de su Gobierno ante la instituci¨®n tutelar de la patria por parte de la presidenta de la rep¨²blica, y
en uso de atribuciones legales conferidas por la Constituci¨®n vigente, as¨ª como el derecho de libre determinaci¨®n, las fuerzas armadas de la naci¨®n han asumido la responsabilidad directa de administrar y transformar positivamente el pa¨ªs... El electorado boliviano no concurri¨® a las urnas ni aval¨® con su presencia el fraude organizado y la violaci¨®n de la confianza p¨²blica. Por eso sus int¨¦rpretes, las fuerzas armadas, con la voz libre y Ia conciencia tranquila, con la fuerza colectiva y la fuerza moral, denunciamos ante el mundo, ante los tribunales de la historia y ante los cinco millones de habitantes del pueblo boliviano, que las elecciones son nulas de pleno derecho, raz¨®n por la que los poderes del Estado no pod¨ªan caer bajo el control de usurpadores de la voluntad soberana y falsificadores de la democracia?.
Con la misma firmeza con que pronunciaba su ret¨®rico epitafio del sistema democr¨¢tico, Garc¨ªa Meza ha comenzado a mostrar a los bolivianos su concepto de la administraci¨®n Positiva, Ejecutados, desaparecidos, apresados. Seg¨²n la Comisi¨®n de Derechos Humanos de Bolivia, que preside el sacerdote detenido Julio Tumiri, fosas comunes pueden albergar m¨¢s de un millar de muertos. Pero no hay datos oficiales. Los bolivianos se hacen una idea del alcance de la represi¨®n, secreta, selectiva, controlada cuidadosamente desde los despachos de Miraflores, cont¨¢ndose unos a otros el n¨²mero de desaparecidos o detenidos en su c¨ªrculo familiar, de amistades o laboral. Por si acaso, la polic¨ªa fue desarmada.
Sin m¨¢rtires continuos
En ning¨²n lugar del mundo se producen h¨¦roes o m¨¢rtires cada seis meses. El pueblo de Bolivia, el m¨¢s pobre de Latinoam¨¦rica, uno de los m¨¢s analfabetos, no se ech¨® esta vez debajo de los tanques. La resistencia al golpe, centrada en una huelga general decretada por la Central Obrera, fue languideciendo a medida que aumentaba la brutalidad de la represi¨®n y las amenazas de despido fulgurante a todos aquellos que no colaborasen con el nuevo r¨¦gimen. Radio y televisi¨®n llevan todav¨ªa claramente a las casas bolivianas un mensaje: los familiares de los subversivos sufrir¨¢n las consecuencias de las acciones de ¨¦stos. El propio ministro del Interior, coronel Arce, lo precis¨® urbi et orbe: ?Son los padres, los hijos y las esposas de esos delincuentes subversivos los que tienen que sufrir las consecuencias de su irresponsabilidad?.
Quedaba un reducto: los mineros. Pero un minero boliviano es un hombre que trabaja en unas zonas a las que s¨®lo llegan veh¨ªculos todo terreno. Garc¨ªa Meza cerc¨® con sus tropas de ¨¦lite los valles de las cuencas m¨¢s importantes (Catavi, Colquiri, Huanuni). Aunque no pudo silenciar sus emisoras, ni con la ayuda de la aviaci¨®n, s¨ª que pudo esperar a que se vaciaran sus almacenes. Los primeros d¨ªas del golpe las radios mineras llamaban a la resistencia armada, a la dinamita. Hombres, mujeres y hasta ni?os se aprestaban, una vez m¨¢s, banderas bolivianas por delante, a defenderse de la matanza. Los ¨²ltimos d¨ªas de la resistencia, Radio P¨ªo XII ya no convocaba a las armas, sino a que cada uno aportara al fondo com¨²n la comida que le quedase. El hambre rend¨ªa a quienes no rend¨ªan los fusiles.
El r¨¦gimen boliviano, iniciados los reconocimientos internacionales, comienza a consolidarse. Las fuerzas armadas est¨¢n bien abastecidas de carros de combate austriacos, tanquetas de asalto brasile?as y fusiles autom¨¢ticos norteamericanos. Cajones de estos ¨²ltimos ocupan salas enteras del cuartel de Miraflores. El presidente Garc¨ªa Meza se ha trasladado al Palacio de Gobierno y ha hecho regresar a La Paz a su familia. Meza se pasea por las calles leyendo el peri¨®dico o viaja a provincias para hacer proselitismo.
Los denominados militares ?institucionalistas?, democr¨¢ticos, han sido asimilados, de grado o por fuerza, en las estructuras castrenses. Los hombres de Padilla, Gary Prado, L¨®pez Leyt¨®n, Hermes FelIman, que hace s¨®lo un a?o parec¨ªan destinados a salvaguardar la posibilidad de un sistema democr¨¢tico en Bolivia, han sido rehabilitados y ocupan puestos de relativa confianza. Un oficial buen conocedor de Garc¨ªa Meza cuenta que el nuevo hombre fuerte del altiplano prefiere dar cargos a sus enemigos de uniforme en vez de deportarlos.
En realidad, el ensayo democr¨¢tico boliviano nunca lleg¨® a traspasar los muros de Miraflores. En una antesala de Garc¨ªa Meza, hasta donde este enviado especial lleg¨® a comienzos de julio para solicitar una entrevista con quien entonces s¨®lo era jefe del Ej¨¦rcito, cuelga un retrato del ¨²ltimo presidente de Bolivia. No es Lidia Gueiler, ni Walter Guevara. Ni siquiera el general Padilla. Detr¨¢s de aquellas paredes, el ¨²ltimo presidente de Bolivia era Hugo B¨¢nzer.
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