El Presupuesto de 1981 y la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno
Alrededor de la presentaci¨®n de los Presupuestos P¨²blicos para 1981 se han ido delimitando los contornos de la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno que obtuvo el voto de confianza del Congreso. Quiz¨¢ la abundancia de informaci¨®n sectorizada y lo abstruso en muchos casos de los conceptos t¨¦cnico-presupuestarios expliquen la ausencia de juicios vertidos sobre el significado de dicha pol¨ªtica econ¨®mica en el contexto de las pol¨ªticas alternativas. El prop¨®sito que anima estas l¨ªneas es, precisamente, el de llevar a cabo una valoraci¨®n global en tales t¨¦rminos de la pol¨ªtica econ¨®mica propuesta por el Gobierno.Naturalmente toda valoraci¨®n implica selecci¨®n de aquellas actuaciones relevantes, en opini¨®n de quien valora, actuaciones que pueden aparecer dispersas o colocadas al mismo nivel que las restantes, dada la estructura legal todav¨ªa predominante en nuestro presupuesto. A este respecto debemos destacar las siguientes actuaciones -incluidas en los proyectos de presupuesto o en su entorno- como principales piezas configuradoras del estilo de pol¨ªtica econ¨®mica que se propone:
- La extensi¨®n del mercado -como dir¨ªa Smith- estimulando la demanda sobre determinados sectores que se entienden estrat¨¦gicos. Los sectores elegidos han sido los de vivienda, energ¨ªa, transportes, agricultura y servicios p¨²blicos locales.
- La potenciaci¨®n de los planes de reestructuraci¨®n de aquellos sectores productivos que, pese a hallarse en situaci¨®n de crisis, se entienden viables, limitando, en cambio, las subvenciones directas a las cuentas de explotaci¨®n.
- La alteraci¨®n del patr¨®n distributivo de las cargas p¨²blicas, especialmente mediante una inversi¨®n de la tendencia en la relaci¨®n entre impuestos directos e impuestos indirectos.
Asimismo, en el entorno presupuestario, aunque no estrictamente dentro del presupuesto, existen dos temas claves sobre los que tambi¨¦n existe convenio elaborado:
- Primero, sobre el tema de los salarios, respecto del cual el Gobierno decide los correspondientes al sector p¨²blico e igualmente, con libertad para la negociaci¨®n en lo que al sector privado se refiere, ofrecer¨¢ unas l¨ªneas orientadoras de la negociaci¨®n que resulten coherentes con los proyectos generales de pol¨ªtica econ¨®mica.
- Segundo, la pol¨ªtica de liberalizaci¨®n del sistema financiero, especialmente a trav¨¦s de la reducci¨®n de los coeficientes de inversi¨®n obligatoria, seguir¨¢ adelante de acuerdo con los prop¨®sitos manifestados al respecto.
La soluci¨®n conservadora
El conjunto de medidas indicadas resultan, en nuestra opini¨®n, suficientes para enmarcar la l¨®gica y ubicaci¨®n de la pol¨ªtica econ¨®mica que apareja el documento presupuestario. Su valoraci¨®n, sin embargo, ¨²nicamente puede hacerse con seriedad, como antes indic¨¢bamos, sobre el trasfondo de las alternativas posibles cuya identificaci¨®n puede realizarse, esencialmente, por la postura adoptada ante dos par¨¢metros fundamentales. En primer lugar, por la postura ante el coste de los factores productivos y muy especialmente ante el coste de la mano de obra. En segundo lugar, por las decisiones que se adopten respecto de la socializaci¨®n o no de determinados costes privados, entre los cuales los derivados de los precios del petr¨®leo tienen especial significaci¨®n.
La primera alternativa existente, como posibilidad l¨®gica, es la que deriva de lo que hemos denominado en otras ocasiones la soluci¨®n conservadora, cuya l¨®gica fundamental consiste en actuar directa o indirectamente sobre los par¨¢metros antes aludidos con objeto de trasvasar recursos en favor del aparato productivo existente, que es el que constituye, precisamente, el dato inamovible de esta pol¨ªtica. En consecuencia, los perfiles b¨¢sicos de la misma vendr¨ªan dados por los siguientes elementos:
- Reducci¨®n del coste de la mano de obra por unidad de producto, a trav¨¦s de cualquiera de los procedimientos disponibles que parten del dato de la organizaci¨®n existente y que van desde la simple congelaci¨®n de salarios nominales y/o los aumentos de precios, pasando por el desempleo, la reducci¨®n de los programas de bienestar y seguridad social, etc¨¦tera.
-Reducci¨®n de los costes del capital, trasladando la carga de la misma, en primer lugar, sobre las instituciones financieras, y, en la medida de lo posible, sobre los ahorradores, mediante la utilizaci¨®n de canales especiales de financiaci¨®n a tipos de inter¨¦s bonificados.
- Socializaci¨®n de costes privados, especialmente los mayores costes del petr¨®leo a trav¨¦s del mantenimiento de sus precios de venta y absorbiendo el Estado las diferencias que pudieran surgir. Esencialmente este mecanismo puede extenderse a otros supuestos, por lo cual resulta fundamental a esta soluci¨®n conservadora que la estructura de financiaci¨®n del Estado, y muy especialmente el sistema fiscal, resulte claramente regresiva.
El modelo progresista
Frente a una orientaci¨®n de la pol¨ªtica econ¨®mica con los rasgos que sucintamente se acaban de describir cabr¨ªa situar un modelo progresista que, arrancando de la aceptaci¨®n de los par¨¢metros antes aludidos, propugnase los cambios necesarios para su compatibilizaci¨®n con el aparato productivo. Una pol¨ªtica de este corte vendr¨ªa caracterizada, en todo caso, por las siguientes notas:
- Aceptaci¨®n del nivel de salarios existente en la econom¨ªa espa?ola, que si bien ha evolucionado durante los ¨²ltimos a?os a un ritmo notablemente m¨¢s vivo que el registrado en los restantes pa¨ªses industrializados de Occidente, todav¨ªa, en niveles absolutos, se halla sensiblemente distante de aqu¨¦l.
La pretensi¨®n igualmente existente en este caso de reducir el coste de la mano de obra por unidad de producto busca, en cambio, sus caminos, a diferencia de lo que sucede en la versi¨®n conservadora, mediante innovaciones en las t¨¦cnicas de producci¨®n, la b¨²squeda de nuevos mercados, y en general en la mejora de la capacidad de gesti¨®n y operativa de las empresas.
- Propugnar la profundizaci¨®n no s¨®lo en el proceso de liberalizaci¨®n del mercado financiero espa?ol, sino, igualmente, del aumento de la competencia abriendo la comunicaci¨®n de nuestro mercado con los exteriores.
- Limitar cualquier socializaci¨®n de costes privados y en particular trasladar a los precios de los productos finales el aumento de costes que se produzcan en los crudos de petr¨®leo.
- Defender la necesidad de un ajuste fundamentalmente privado de nuestro aparato productivo, reduc¨ªendo asimismo los niveles de intervenci¨®n p¨²blica innecesarios y potenciando una m¨¢s eficaz utilizaci¨®n de los recursos en este ¨²ltimo sector.
Desde esta perspectiva, el mecanismo fundamental de ajuste del sector privado deber¨ªa hallarse en un mayor nivel de competencia en nuestra econom¨ªa respecto a los mercados internacionales, tanto en lo que se refiere a las relaciones comerciales como a los mercados financieros.
Este es un factor, el de la competencia internacional, especialmente relevante en nuestro caso. Con demasiada frecuencia, la adaptaci¨®n de nuestro aparato productivo a lo que inevitablemente, constituyen par¨¢metros y no variables, va a exigir una profunda renovaci¨®n de los gestores empresariales y, en consecuencia, la necesidad de factores de dinamizaci¨®n que sit¨²en dicho proceso de sustituci¨®n en un marco temporal socialmente aceptable. Y este es, precisamente, el papel clave que la competencia exterior -que no significa solamente vender en mercados extranjeros, sino igualmente admitir que los extranjeros operan en nuestros mercados- tiene como factor plausible de dinamizaci¨®n dentro de los plazos exigidos.
Medidas dinamizadoras del aparato productivo
Hay que reconocer que la pol¨ªtica econ¨®mica seguida por el Gobierno durante los ¨²ltimos a?os ha tenido m¨¢s ingredientes de la soluci¨®n conservadora que de su contraria y, en este sentido, cabe hoy afirmar que, al menos a nivel de prop¨®sitos, los rasgos que configuran la pol¨ªtica econ¨®mica proyectada han basculado desde aquella posici¨®n para recoger diversas opciones incluidas en el modelo m¨¢s progresista. Por ello, aunque la pol¨ªtica resultante combina elementos de ambos modelos, tal como puede verse en el esquema simplificado que se incluye en el cuadro adjunto, existe un claro predominio de medidas dinamizadoras del aparato productivo.
Respecto del primero de los temas centrales, esto es, la posici¨®n de la pol¨ªtica econ¨®mica frente a los salarios, la postura del Gobierno combina, como apuntamos, elementos de ambos modelos. Aunque el principio general es el de libertad de contrataci¨®n, es claro que aquellos salarios que d¨¦penden del sector p¨²blico se fijan administrativamente, al tiempo que no se renuncia, aun por v¨ªa de la orientaci¨®n, al establecimiento de ciertos criterios a tener en cuenta en el proceso de negociaci¨®n de los salarios del sector privado.
En cuanto al segundo tema importante, el de los costes del capital, la pol¨ªtica propuesta por el Gobierno insiste en la profundizaci¨®n del proceso de liberalizaci¨®n, proceso que constituye, sin duda, una condici¨®n necesaria, aunque no suficiente, para el logro de mercado financieros competitivos.
Una tercera l¨ªnea de avance es la referente a los mecanismos de socializaci¨®n de determinados costes privados. Tambi¨¦n aqu¨ª la pol¨ªtica inicialmente propuesta parece situarse en una l¨ªnea progresiva, a pesar del aumento experimentado por las desgravaciones e incentivos fiscales a la inversi¨®n privada. As¨ª deben interpretarse los prop¨®sitos de alterar el planteamiento de los apoyos p¨²blicos a las pol¨ªticas de reestructuraci¨®n sectorial, sustituyendo las acciones puntuales por planteamientos coherentes a nivel de sector y recortando a la vez las subvenciones dirigidas a las cuentas de explotaci¨®n. En consecuencia cabe esperar, a este respecto, un mayor protagonismo de los propios sectores afectados, que podr¨¢n contar, no obstante, con el preciso apoyo p¨²blico en aquellos casos que resulte patente su viabilidad.
En esta misma l¨ªnea deben juzgarse positivamente las medidas tendentes a aproximar el precio de determinados productos petrol¨ªferos -todav¨ªa subvencionados- a determinados costes de producci¨®n, cerrando as¨ª, paulatinamente, este importante elemento de distorsi¨®n en el proceso de ajuste.
Quiz¨¢ la ausencia inicial m¨¢s destacable, repasando el cuadro
El Presupuesto de 1981 y la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno
que sintetiza las medidas, sea la instrumentaci¨®n y el ritmo de una pol¨ªtica de liberalizaci¨®n exterior, que, en nuestra opini¨®n -como antes indic¨¢bamos-, constituye el camino m¨¢s adecuado para lograr una dinamizaci¨®n de nuestro aparato productivo. En paralelo, aunque quiz¨¢ esto se entienda incluido en los programas de reestructuraci¨®n sectorial, existe igualmente la necesidad de configurar todo un marco institucional, imaginativo y ¨¢gil, que promueva el proceso de inversiones espa?olas en el extranjero como parte esencial igualmente del proceso de ajuste privado antes aludido.Sin perjuicio de la primac¨ªa en el proceso de ajuste de la l¨®gica del mercado, deben valorarse, igualmente, de forma positiva las actuaciones p¨²blicas sobre la demanda de sectores productivos con elevado potencial de arrastre, puesto que a la cuesti¨®n central del ajuste de la estructura productiva -y en buena medida como consecuencia de ello- se superpone, por el lado de la demanda, una secuencia acumulativa a la baja que s¨ª es suscept¨ªble de tratamiento. No se trata, por supuesto, de iniciar una pol¨ªtica indiscriminada de expansi¨®n de la demanda, pero s¨ª de impedir que sea este factor exclusivamente el que, en muchos casos, con aparatos productivos razonablemente eficientes, est¨¦ limitando alcanzar el adecuado nivel de actividad.
Moderaci¨®n de tensiones
Globalmente consideradas, pues, las l¨ªneas de pol¨ªtica econ¨®mica que se articulan alrededor del presupuesto contienen, como se?al¨¢bamos anteriormente, un conjunto de acciones correspondientes a ambos modelos, con predominio de las acciones progresistas.
En t¨¦rminos de fuerzas sociales y precisamente por ese car¨¢cter mixto del programa, la opci¨®n escogida presentar¨¢ mayor n¨²mero de campos de tensiones, aunque con un nivel m¨¢s moderado que si se hubiese optado por cualquiera de los modelos polares.
En efecto, una opci¨®n netamente conservadora hubiese hallado, sin duda, una importante oposici¨®n por parte de las fuerzas sindicales y diversas tensiones secundarias -dignas de especial atenci¨®n-, entre una parte de los sectores industriales y los financieros, ya que la afici¨®n de los primeros por canales de financiaci¨®n a bajos tipos de inter¨¦s pugna cada vez m¨¢s, en la actual situaci¨®n del mercado financiero, con el inter¨¦s de los segundos, en la mayor parte de los casos.
La segunda opci¨®n, la que hemos calificado de progresista, tiene su campo de tensi¨®n fundamental entre aquellos sectores industriales que se liallan en crisis o cuya adaptaci¨®n no resulta viable a medio plazo junto a aquella parte del sistema financiero que err¨®neatrtente ha identificado la eliminaci¨®n de coeficientes de inversi¨®n obliliatoria con la existencia de un mercado competitivo, frente a los sectores m¨¢s din¨¢micos o emergentes de nuestro aparato productivo, entre los cuales hay que destacar la mayor parte de la inversi¨®n extranjera.
El cuadro de medidas pol¨ªticas adoptadas trata de que las tensiones sean de grado inferior, aunque a cambio de ello, las multiplica forzosamente en n¨²mero. Es una estrategia razonable de la que s¨®lo queda esperar sus resultados.
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