Cr¨ªtico, ling¨¹ista y creador
Alonso Zamora Vicente es un ejemplar ilustre del tipo de escritor, no raro en la Academia Espa?ola, en que se conjugan el creador, el cr¨ªtico y el ling¨¹ista. Es una excelente prueba de c¨®mo la tarea del investigador no s¨®lo no est¨¢ re?ida con la sensibilidad y la imaginaci¨®n, sino que es capaz de compenetrarse ¨ªntimamente con ella y alimentarse fecundamente de su aliento. Porque los estudios y ensayos de cr¨ªtica literaria de Zamora Vicente -por ejemplo, De Garcilaso a Valle-Incl¨¢n, Presencia de los cl¨¢sicos, Voz de la letra, Camilo Jos¨¦ Cela, Lengua, literatura, intimidad, Las sonatas de Valle-Incl¨¢n, Asedio a Luces de Bohemia, etc¨¦tera- interesan tanto por la finura y penetraci¨®n de sus juicios como por el encanto de la forma. Nunca la exposici¨®n de Zamora es ¨¢rida, pero, al mismo tiempo, nunca se queda en una brillante superficie.Esta virtud -que no ser¨ªa malo encontrair en otros doctos cr¨ªticos, que creen re?ida la seriedad con el arte- es, a mi juicio, una de las herencias de la escuela de Men¨¦ndez Pidal. Y, sin duda, la misma fuente cabr¨ªa se?alar a los trabajos ling¨¹¨ªsticos de Zamora, en este caso tambi¨¦n con la huella de otro maestro: Navarro Tom¨¢s. Naturalmente, en este terreno, la calidad de la forma est¨¢ sometida a la ineludible severidad de la materia; pero en Zamora se traduce siempre en transparencia y sobriedad.
La personalidad humana de Zamora Vicente re¨²ne en s¨ª, trasladados al gesto, a la palabra, algunos de los rasgos que acabo de se?alar en el cr¨ªtico y en el ling¨¹ista; pero lo que m¨¢s se reconoce de su obra en su persona es su creaci¨®n literaria. Zamora est¨¢ vivo en esos cuentos tan suyos, que retratan en largos mon¨®logos, con chisporroteanto lenguaje, mucho m¨¢s la ?forma interior? que la ?forma exterior? del hablar de la gente sencilla, siempre bajo la mirada, ir¨®nica y tierna a la vez, y tambi¨¦n bastante melanc¨®lica y aun amarga en el fondo, del autor. Algunos de los cuentos de Primeras hojas, A traque barraque, El mundo puede ser nuestro, Desorganizaci¨®n..., merecen figurar -en realidad ya figuran- en las antolog¨ªas. La propia novela Mesa, sobremesa, ahora galardonada, tiene -entre otros- este mismo hechizo. Creo que quien no conozca personalmente a Zamora puede penetrar, a trav¨¦s de estos libros, en esa sonrisa, en esa cordialidad sazonada siempre con una gota de burla (o en esa burla sazonada con una gota de cordialidad), en esa humanidad que es la clave de lo que hace y de lo que escribe Alonso Zamora Vicente.
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