Un ministro vidente

Existe un tipo de sentencias pol¨ªtico y lapidario, carente por completo de intencionalidad ir¨®nica. Se trata de frases cuya mera formulaci¨®n impele al ciudadano a reflexionar sobre el grado de osad¨ªa o de ingenuidad imputable al autor. Por ejemplo, cuando el general Prim asegur¨®: ??Los-Borbones al trono? ?Jam¨¢s, jam¨¢s, jam¨¢s! ?. O cuando el m¨¢s reciente dictador de nuestra extensa n¨®mina nacional afirm¨®: ?Todo est¨¢ atado y bien atado?. O cuando el almirante y delf¨ªn daba por descontado que en Espa?a no volver¨ªan a existir los partidos pol¨ªticos. Son frases todas ellas vanas, gratuitas, concluyentes, dogm¨¢ticas, temerarias, absorbentes, restrictivas y antip¨¢ticas.Puesto en el trance de acu?ar otra sentencia de parecidas caracter¨ªsticas, sabe Dios si destinada a integrarse y desintegrarse en la misma antolog¨ªa, est¨¢ claro que Rodolfo Mart¨ªn Villa no se qued¨® corto. Frente a las c¨¢maras de Televisi¨®n, y dando muestras de una firme convicci¨®n, privativa de un augur o de un vidente, su estilo fue rotundo: ?Espa?a no ser¨¢ nunca un Estado federal?.

No resulta aventurado inferir que don Rodolfo tiene en muy alta estima sus propias facultades premonitorias. Pero yo, que todav¨ªa no he conseguido salir de mi estado de perplejidad, me pregunto: ?qui¨¦n se habr¨¢ cre¨ªdo que es el se?or Mart¨ªn Villa?/