Manuel Seco
El ilustre y admirado maestro Manuel Seco le dice a Enriqueta Antol¨ªn, en este peri¨®dico, que el cheli est¨¢ haciendo tanto da?o entre la juventud como ciertos anglicismos y dialectalismos en otros medios: televisi¨®n, pol¨ªtica y as¨ª. Pero el propio Manuel Seco comienza utilizando el t¨¦rmino carroza, con lo que de entrada viene a autorizar una de las explicaciones de cualquier german¨ªa: la puramente ling¨¹¨ªstica. Con que quedase una palabra o una frase de cada argot, jerga o dialecto que generan los toros, el f¨²tbol, la juventud, la droga, la delincuencia o los quinquis, ya estar¨ªa justificada esa perversi¨®n transitoria del idioma correspondiente.Pero es que hay otras justificaciones/ motivaciones/ explicaciones, aparte la ling¨¹¨ªstica, como Manuel Seco sabe mucho mejor que yo: hablar quinqui es vivir quinqui, vivir en quinqui, por ejemplo, y no se vive en quinqui por capricho burgu¨¦s u ocioso. El cheli, m¨¢s que un fen¨®meno costumbrista, como pudiera serlo el castizo de Arniches, es un fen¨®meno generacional. En Arniches, los castizos se entienden entre s¨ª, padres e hijos hablando castizo. Los padres, hoy, no entienden a sus hijos. Como los quinquis, como los gitanos, como los chicanos, como todas las minor¨ªas/ mayor¨ªas marginadas, los j¨®venes hablan cheli (quienes lo hablan como lengua materna: la calle es una madre, no los snobs), porque viven cheli, viven en cheli. El cheli, como cualquier otra jerga, no es sino un sistema de defensas verbales, una empalizada de palabras., una estructura dialectal ofensivo/ defensiva que la juventud de hoy erige frente a una sociedad adulta que tiene recluidos a los j¨®venes, como pieles-rojas, en las reservas del paro, la falta de dinero o educaci¨®n, la privaci¨®n de ambiente familiar o, sencillamente, los solares inedificables de la gran ciudad.
Hoy me escribe el cura Llanos desde el Pozo del T¨ªo Raimundo: ? Paco, voy de almoneda y testamento?. El jesuita rojo, ya de viejo, se nos est¨¢ volviendo quevedesco. Quevedo, s¨ª, pasado por una construcci¨®n sint¨¢ctica tan cheli y pasota, por una f¨®rmula verbal actual¨ªsima: ?voy de?. Una frase que vale por toda la carta, siendo la carta buena y lacinante. Quevedo es, antes que nada, una prodigiosa construcci¨®n verbal, como dijo Borges, y esa construcci¨®n es un tejido, un entramado, una textura de letras cultas y letras populares, desde el lat¨ªn de sus cl¨¢sicos al castellano infame de sus meretrices. Los latinos, como sabemos, encontraban vulgar el lat¨ªn. Para bautizar barcos, por ejemplo, utilizaban el griego. Ya se lo dijo Tono a Einstein en Hollywood:
-Maestro. todo es relativo.
Y m¨¢s relativo que el tiempo, el espacio o la luz, el lenguaje. Mis relatos cortos m¨¢s traducidos o utilizados como texto de espa?ol por el mundo son los que recogen, no el cheli. pero los modismos dialectales callejeros del Madrid de los sesenta. Hay un pasotismo Ilustrado que habla cheli con la misma propiedad que el franc¨¦s. El Jarama, de S¨¢nchez-Ferlosio est¨¢ escrito en el cheli madrile?o de los cincuenta. Su genialidad consiste en trasladar el realismo de lo visual a lo coloquial, cosa que no se le hab¨ªa ocurrido a ning¨²n socialrealista. Importa el cheli en cuanto sistema de defensas Y agresiones, como digo, en cuanto c¨®digo y dialecto de una juventud que va a seguir sin saber qui¨¦n era Mar¨ªa Moliner.
El cheli es pobre, corto, limitado y ambiguo porque no es un idioma, sino un contraidioma. El sistema de se?ales de una juventud que no quiere se?alarse en nada. La destrucci¨®n del lenguaje que han so?ado todos los vanguardistas. No una forma de comunicarse, sino de incomunicarse (del mundo). Lo m¨¢s aproximado que han podido encontrar al silencio. Hasta que alguien les d¨¦ la palabra.
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