La filosof¨ªa de Xavier Zubiri
Al t¨¦rmino de su conferencia ?Hegel y el problema metaf¨ªsico?, recuerda y glosa Xavier Zubiri dos textos de Arist¨®teles: una sugestiva met¨¢for¨¢ y un curioso apunte antropol¨®gico. El hombre, dice esa met¨¢fora, es la verdadera luz de las cosas; lo que las cosas son, lo son a la luz de la existencia humana. La filosof¨ªa, ense?a el apunte antropol¨®gico, nace de la melancol¨ªa; de una melancol¨ªa h¨ªgida, no morbosa, kat¨¢ physin, no kat¨¢ n¨®son, en la cual el hombre, porque se siente radicalmente solo, esto es, segregado de la totalidad del universo, siente su humana necesidad y su humana capacidad de estar entera y radicalmente acompa?ado: acompa?ado por la totalidad de lo que hay, en tanto que le falta. Y pasando t¨¢citamente por su propia experiencia de fil¨®sofo, de hombre que filos¨®ficamente se sabe luz del ser de las cosas, y sabe filos¨®ficamente lo que es buszar la compa?¨ªa de lo que hay, y lo que es esa compa?ia, el comentarista termina su reflexi¨®n poniendo al lector ante uno de los m¨¢s centrales problemas de nuestra vida nacional: la situaci¨®n de nuestro pa¨ªs en la historia del pensamiento filos¨®fico. ?Esperemos que Espa?a, pa¨ªs de luz y melancol¨ªa?, escribe, ?se decida alguna vez a elevarse a conceptos metaf'lsicos?. Desde este particular punto de vista -la historia del pensamiento esfa?ol- quiero examinar hoy la significaci¨®n de la obra intelectual de Xavier Zubiri.Con el compromiso de exponer acto seguido las razones de mi aserto, comenzar¨¦ enunciando concisamente lo que podr¨ªa ser, m¨¢s a¨²n, lo que debe ser la conclusi¨®n de este breve estudio. Dir¨¦, pues, que a los casi cincuenta a?os de haber sido escritas las palabras precedentes, la obra intelectual de Xavier Zubiri es la de un espa?ol que resueltamente ha querido y ha sabido elevarse a conceptos metafisicos.
Aventura de una minor¨ªa
L¨ªbreme Dios de dise?ar ahora, ni siquiera en apretada sinopsis, l¨¢ historia del pensariicnto filos¨®fico espa?ol. M¨¢s precisamente, la sucesiva, a veces dram¨¢tica aventura con que una minor¨ªa de espa?oles, siempre en tensi¨®n m¨¢s o menos patente con una scciedad que s¨®lo como avisada resignaci¨®n o como praemeditatio moreis sabe entender el t¨¦rmino ?filosof¨ªa?, ha ido creando algo a lo cual pudiera con raz¨®n llamarse pensamiento filos¨®fico. ?Por qu¨¦ ha sido tan exigua la minor¨ªa de los espa?oles filosofantes? ?Por qu¨¦ esa habitual actitud animica de la sociedad tradicional espa?ola inte la especulaci¨®n filos¨®fica y ,a investigaci¨®n cient¨ªfica? En mi opini¨®n, s¨®lo desde la visi¨®n de la historia de Espa?a que propuso A. Castro puede darse respuesta satisfactoria a esas interrogaciones, y s¨®lo ella nos permite entender hist¨®ricamente que a partir de la europeizaci¨®n de algunas mentes espa?olas, parcial o pintoresca en el siglo XIX (Balmes, Llorens y Earba, Sanz del R¨ªo), pol¨¦mica, pero real, a comienzos del siglo XX (Miguel de Unamuno), cada vez m¨¢s amplia y consciente a lo largo de este siglo (Izquierdo, Serra Hunter, Ors, Zarag¨¹eta, Ortega, Xirau, Ortega, naturalmente, en primer t¨¦rmino), surgiese dentro de la sociedad espa?ola, y sin que en el cuerpo de ¨¦sta se hubiesen extinguido los h¨¢bitos mentales de nuestra tradici¨®n, una filosofia que no fuese, como desde el siglo XVII era t¨®pico, mera repetici¨®n de las consabidas f¨®rmulas escol¨¢sticas.
En el seno de esa minor¨ªa espa?ola ya responsablemente europeizadal, y luego en la entra?a de la misma Europa, recu¨¦rdese lo que su formaci¨®n intelectual ha sido desde 1915 hasta 1939, Xavier Zubiri ha vivido la solitaria melancol¨ªa del fil¨®sofo -m¨¢s a la llana: ha sentido nacer su vocaci¨®n intelectual- y, para salir de la soledad hacia la compa?¨ªa, a?o tras a?o ha librado, muchas veces en silencio, esa ?gigantomaquia en tomo,a la esencia? que para Plat¨®n (Soph, 246 a) es el nervio del quehacer fdos¨®fico. Se trata ahora no de exponer telegr¨¢ficamente el contenido de la respuesta de Zubiri a tal requerimiento, sino de mostrar con alg¨²n rigor y cierto orden el conjunto de las notas que en el pensamiento filos¨®fico espa?ol y en el de todo el Occidente hacen tan singular y eminente esa respuesta suya. Para lo cual, y puesto que de ?notas? hablo, s¨¦anme permitidas dos osad¨ªas: trasladar anal¨®gicamente al an¨¢lisis de una obra humana -en este caso, la obra filos¨®fica de Zubiri- la distinci¨®n entre ?notas constituc¨ªonales? y ?notas esenciales? que para la recta ¨ªntelecci¨®n de la realidad de la s cosas establece el propio Zublrl; y, a continuaci¨®n, se?alar en dicha obra cu¨¢les son las notas meramente constitucionales y cu¨¢les las notas Constitutivas o esenciales.
? mi modo de ver, las m¨¢s destacadas notas constituc¨ªonales de la obra filos¨®fica de Zubiri son tres: la autenticidad, la integridad y la precisi¨®n.
Llamo en este caso autenticidad al h¨¢bito mental de hacer filosofia en la l¨ªnea de lo que, seg¨²n el sentido m¨¢s fuerte del t¨¦rmino, desde Her¨¢clito y Parm¨¦nides, la filosof¨ªa viene siendo: un saber -o una pretensi¨®n de saber- acerca de lo que en s¨ª misma es la realidad en general o en s¨ª mismos son los diversos campos o modos de ser en que la realidad se nos ofrece, el hombre, el cosmos, la vida, el espacio, el tiempo, la historia. A lo largo de unas d¨¦cadas en que la filosofia se ha limitado al an¨¢lisis del conocimiento l¨®gico, o se ha resistido a trascender la cr¨ªtica, o no ha pasado de glosar a Hegel o a Marx, o se ha convertido en mero ensayo antropol¨®gico o estructuralista, Zubiri, sin la,menor concesi¨®n a lek especulaci¨®n puramente formal, al contrario, sin cesar apoyado en la experiencia directa y cient¨ªfica de la realidad, constantemente ha querido que su reflexi¨®n acerca de ¨¦sta fuese ante todo prima philosophia, metaf¨ªsica. No afirmo yo, claro est¨¢, que Zubiri sea hoy el ¨²nico fil¨®sofo en cuyo pensamiento perdure el cultivo metaf¨ªsico de la filosof¨ªa; pero s¨ª debo decir que, para m¨ª, ning¨²n fil¨®sofo actual hace metaf¨ªsica de modo tan riguroso y eminente. Con otras palabras: que su obra filos¨®fica es, a mi juicio, la que de m¨¢s evidente manera posee hoy esa nota que acabo de llamar autenticidad. Lo cual, creo yo, otorga al autor de esa obra un puesto muy singular en la historia de la actual filosof¨ªa y, afortiori, en la historia del pensamiento espa?ol. Desde Su¨¢rez, ?ha habido entre nosotros un pensador que m¨¢s resuelta y met¨®dicamente haya buscado la autenticidad metaf¨ªsica en el cultivo de la filosof¨ªa?
Integridad, dice nuestro diccionario oficial, es la calidad de aqueHo a lo cual no falta ninguna de sus partes; defmici¨®n que no quedar¨ªa completa sin advertir que las partes de una cosa pueden pertenecer a su estructura figurativa, como el astro es parte de la figura del universo, y a su estructura constitucional, co mo la ley de Hubble lo es de la din¨¢mica, y por tanto de la consti tuci¨®n efectiva del cosmos. C¨®mo se nos aparece la diversidad de una cosa compleja en las partes que la forman, c¨®mo esa diversidad se constituye por partes desde la uni dad radical de la cosa misma, c¨®mo las partes visibles conducen a la unidad de que proceden y arraigan en ella; tales son los aspectos car dinales de la integridad de una cosa. Pues bien: trasladando anal¨®gicamente a las obras la distinci¨®n que respecto de las cosas acabo de hacer, el m¨¢s miope de los ojos advertir¨¢ que seg¨²n esas dos l¨ªneas de la integridad es ¨ªntegra la filosof¨ªa de Zubiri. Lo es porque desde los m¨¢s diversos campos y modos en que a la inteligencia humana se muestra la realidad -la matem¨¢tica, la f¨ªsica te¨®rica, la astrof¨ªsica y la fisica at¨®mica, la biolog¨ªa, la psicolog¨ªa, la sociolog¨ªa, la ling¨¹¨ªstica, la historia, la vida religiosa- se ha movido su mente para dar raz¨®n filos¨®fica del dominio de la realidad a que cada uno concierne, y de la realidad misma: integridad en la l¨ªnea de la estructura figurativa. Lo es asimismo porque apenas hay un campo o. un modo de la realidad -hasta a la propia -de los entes de ficci¨®n ha llegado la reflexi¨®n metaflsica de Zubiri- en el que no hayan que dado patentes las partes y las v¨ªas de su respectivo arraigo en la b¨¢sica unidad de lo real: integridad en la l¨ªnea de la estructura constitucional. Poniendo unosjunto a otros los libros, los cursos y los manuscritos de Zubiri, d¨ªgase si en la filosofia actual y en toda la historia del pensamiento espa?ol hay una obra personal en que, as¨ª entendida, sea la integridad tan vigorosa y tan patente.
Filosofia y precisi¨®n
Y con la autenticidad y la integridad, la precisi¨®n. ?O se hace literatura, o se hace precisi¨®n, o se calla uno?, reza una exigente sentencia del Ortega joven-, y yo me pregunto si entre nosotros ha habido jam¨¢s un locuente que pudiera acogerse a ese dilem¨¢tico fuero de la precisi¨®n con tanto derecho como un pensador en que originalmente se actualizan los modos expresivos de Arist¨®teles, Tom¨¢s de Aquino, Spinoza, Kant y Heidegger. La cristalina precisi¨®n del lenguaje filos¨®fico de Zubiri no llega hasta la despiadada exclusi¨®n de todo patetismo, y bien lo saben quienes hayan o¨ªdo con la adecuada sensibilidad los p¨¢rrafos finales de tantas de sus lecciones, o con ojo avizor hayan le¨ªdo algunas de sus l¨ªneas impresas. Como Descartes a la princesa Isabel, tambi¨¦n ¨¦l podr¨ªa escribir: ?No soy de esos fil¨®sofos crueles que quieren que el sabio sea insensible?. Tan acendrada voluntad de precisi¨®n -ese permanente h¨¢bito de decir con un m¨ªnimo de palabras m¨¢ximamente expresivas y pulcramente ordenadas todo y y s¨®lo lo que tiene que decirse- no le prohibe, por otra parte, la ocasional apelaci¨®n ret¨®rica al viejo recurso de la met¨¢fora. Pero, en tanto que fil¨®sofo, siempre procurar¨¢ Zubiri que la raison du coeur sea expresada como batlement du cerveau, y siempre preferir¨¢ el rigor del concepto y la evidencia del ejemplo, ¨¦ste, de ordinario, de car¨¢cter severamente cient¨ªfico, al aura su gestiva que la met¨¢fora ofrece a veces a la mente del hombre.
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