Del pacto social al pacto pol¨ªtico-social
A menudo, el llamado pacto social ha solido ser sin¨®nimo de deshonra y motivo de vilipendio, pero a la hora de la verdad esta agresividad parec¨ªa limitarse al reino de las palabras, pues, como se?ala el profesor V¨ªctor P¨¦rez D¨ªaz -en un reciente y magistral art¨ªculo publicado en la revista Papeles, de Econom¨ªa Espa?ola-, ?en las sociedades europeas occidentales los obreros han dado y dan su consentimiento como parte de un contrato social a cambio de una participaci¨®n significativa y creciente en los recursos econ¨®micos y pol¨ªticos de la sociedad?. Y as¨ª, desde los a?os cincuenta hasta mediados de los setenta, la historia del movimiento obrero de la Europa occidental se articula en torno a dos procesos fundamentales: ?la institucionalizaci¨®n de los mecanismos de voz? y la mejora sustancial (relativa) respecto a salarios, puestos de trabajo y bienestar general. Tampoco este compromiso reformista de los sindicatos debe escandalizar a nadie, hace ahora sesenta a?os que Gramsci, citando al l¨ªder de los mineros norteamericanos, John Lewis, recordaba: ?El sindicato forma parte integrante del sistema capitalista. Es un fen¨®meno tan capitalista como la sociedad an¨®nima?.La novedad es que este contrato social empieza a desmoronarse a consecuencia de la crisis actual, que provoca -volvemos al profesor P¨¦rez D¨ªaz- ?que los factores que aseguran la acumulaci¨®n del capital chocan con los t¨¦rminos sustantivos del contrato social?, es decir, chocan con el incremento salarial real, el pleno empleo y el bienestar general, y as¨ª las ca?as se tornan lanzas: congelaci¨®n/ reducci¨®n salarial, desempleo y desmantelamiento del Estado asistencial -?the farewell to the Welfare State?, como tan gr¨¢ficamente lo define, G. Frank. Y es en este momento cuando s¨²bitamente una de las partes rompe el contrato, y la otra, de vacilante t¨¢ctica y testimonial estrategia, se ve sumida en la perplejidad.
C¨®mo salir de la crisis
Como viene siendo habitual, las dolencias de las sociedades occidentales se convierten en Espa?a en procesos agudos rayanos con la muerte. Para empezar, a los obreros espa?oles nadie les invit¨® a participar en ese contrato social, y ahora vienen obligados a soportar tanto las insafisfacciones de su inexistencia Como los sufrimientos de su ruptura. Se enfrentan a la crisis m¨¢s at¨®nitos, m¨¢s empobrecidos y m¨¢s desasistidos que sus compa?eros occidentales. ?C¨®mo salir de ella? Parece claro -reduciendo el discurso a, categor¨ªas simples- que puede haber dos soluciones: el triunfo de una de las partes y la salida pactada.
Es bastante improbable la victoria obrera, y resultar¨ªa estremecedora la de su opositor. Estremecedora s¨ª, pero no imposible. Es econ¨®micamente viable una dr¨¢stica involuci¨®n del sistema capaz de experimentar las teor¨ªas del se?or Friedman, que acostumbra a contar con los carros de combate como principal aliado econ¨®mico. En suma, ?el liberal-pinochetismo?. En plan de ?acumulaci¨®n capitalista primitiva? (salvaje) podr¨ªa recuperarse la ca¨ªda de la tasa de ganancia y la formaci¨®n de capital constante, desmantelando radicalmente la funci¨®n asistencial del Estado, manteniendo a tres millones de espa?oles en la indigencia y emprendiendo respecto al resto un proceso de superexplotaci¨®n. Estremecedora s¨ª, improbable s¨ª, pero no imposible, porque el fascismo -de rostro inhumano, como siempre -existe, todos conocemos a sus evocadores y su proximidad hiede.
No parece, pues, que quede m¨¢s remedio que construir una estrategia basada en la salida pactada de la crisis, cuyo primer objetivo sea el de la contenci¨®n, y el siguiente, el de la recuperaci¨®n. Modesto primer objetivo, por cierto; parece como si se reclamara la ciudadan¨ªa del pa¨ªs de la Reina Roja -del fabuloso Alicia en el pa¨ªs de las Maravillas-, a cuyos habitantes les era necesario correr muy de prisa durante mucho tiempo para poder mantenerse en el mismo sitio.
El nuevo contrato social
El instrumento esencial para afrontar la crisis ser¨ªa un contrato social de nuevo tipo, que podr¨ªa ser llamado ?pacto pol¨ªtico-social?.
Hasta ahora la negociaci¨®n colectiva en nuestro pa¨ªs se ha caracterizado por su atomizaci¨®n y su contenido, referido fundamentalmente a salarios y jornada. En estos momentos este modelo de noigociaci¨®n empieza a resultar ineficaz, se impone la necesidad de concentrar la negociaci¨®n (y en ¨¦ste aspecto hay que destacar los aspectos positivos del AMI) y de modificar radicalmente su contenido. Hoy, el contenido del nuevo contrato social pasa por negociar el salario indirecto, el empleoy laparticipaci¨®n de los trabajadores en los ?mecanismos de voz?. Objetivos interdependientes que exceden el marco cl¨¢sico de las relaciones laborales invaden el ¨¢rea pol¨ªtica y exigen, por otra parte, una garant¨ªa de cumplimiento de lo pactado que s¨®lo puede dar la Administraci¨®n.
La atomizada negociaci¨®n del salario directo ha venido ocasio nando el corporativismo de gran empresa, el pagar a trabajos id¨¦nticos salarios muy diferentes, el marginar al ej¨¦rcito de parados, etc¨¦tera. En suma, lo que se ha conseguido es repartir dinero cada vez entre menos gente para que con este dinero puedan adquirir cada vez menos cosas. La soluci¨®n pasa necesariamente por que los sindi catos se vuelquen en la negociaci¨®n del salario indirecto y busquen, m¨¢s que la defensa salarial individual, la cobertura asistencial del colectivo, y si de lo que se trata es de rearmar el Estado asistencial reforzando los equipamientos colectivos, la sanidad, la educaci¨®n, los transportes p¨²blicos, etc¨¦tera, nos, encontraremos con que uno de los agentes b¨¢sicos de esta negociaci¨®n ser¨¢ la Administraci¨®n, lo que indirectamente supondr¨¢ la previa concertaci¨®n pol¨ªtica.
A estas alturas resulta tan angustioso y evidente el tema del desempleo que huelga escenificar su dramatismo y cuantificar sus cat¨¢strofes. La posibilidad de concluir 1981 con dos millones de parados no es un futurible desde?able, cifra esta a la que habr¨ªa que a?adir lo que con precisi¨®n Aurelio Desdentado denomina ?el ej¨¦rcito eventual de reserva dentro de la - poblaci¨®n ocupada?. La necesidad de un pacto sobre el empleo es acuciante; un pacto que persiga un triple objetivo: la ordenaci¨®n, reparto y regulaci¨®n del empleo existente, el re forzamiento del mercado en los sectores cuaternario y quinario y la extensi¨®n de la protecci¨®n del desempleo (recordemos que en el primer trimestre de 1979 el ¨ªndice de desprotecci¨®n era del 62,4% y que desde entonces ac¨¢ se ha incrementado, por desgracia, la escandalosa cifra). Y este tr¨ªptico de deseos tampoco se podr¨ªa conseguir a trav¨¦s de simples acuerdos bilaterales entre las representaciones de trabajadores y empresarios, de nuevo se impondr¨ªa la presencia de la Administraci¨®n.
Queda en ¨²ltimo lugar que los trabajadores negocien su presencia en los ?mecanismos de voz? y que se concrete el ejercicio de sus derechos de expresi¨®n, presi¨®n, influencia y poder. Si se pretende pactar la salida de la crisis y que dicho pacto se cumpla ser¨¢ imprescindible que participen los trabajadores en aquellos institutos de cuyo comportamiento depende la viabilidad de lo pactado, y, evidentemente, esto no se puede limitar a una presencia testimonial y folkl¨®rica en el INEM o en el IMAC, se exigir¨¢ un real reparto de poder e influencia en el ¨¢rea de la Seguridad Social y del sector p¨²blico... Lo que producir¨ªa en ¨²ltima instancia tambi¨¦n que el Gabinete de Gobierno se invistiera como garante del pacto; garant¨ªa que dif¨ªcilmente podr¨ªa ofrecer si, por ejemplo, fuera exclusivamente representante de los intereses bancarios y de sus grandes empresas cautivas...
Sobre la base de est¨¢ triple, y quiz¨¢ heterodoxa, ambici¨®n (salario indirecto/ empleo/ presencia institucional) se estar¨ªa en condiciones de pactar el reparto equitativo del sacrificio para salir de la crisis y se estar¨ªa entonces en condiciones de hablar de productividad y absentismo, de reorganizaci¨®n y reestructuraci¨®n industrial, de moderaci¨®n salarial y paz laboral, con las garant¨ªas suficientes de que se iba a cumplir lo pactado.
Hemos puesto muchas cosas en cuesti¨®n a la vez, desoyendo el consejo de Popper, para quien todo se puede poner en cuesti¨®n, pero no todo a la vez, pero quiz¨¢ la ¨²nica salida razonable que nos quede frente a esta terca e impertinente crisis sea a trav¨¦s de un pacto social de nuevo tipo: cuestionarlo todo a la vez y aunar voluntades para concertar una soluci¨®n entre todos, pues ya comienza a deslumbrar la luz roja de la emergencia.
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