El poder constitucional, civil y militar, conjuro en toda Espa?a, coordinadamente, la actuaci¨®n de los sediciosos
??Qu¨¦ chorradas est¨¢is diciendo, pero si eso es imposible!?. A las 18.20 horas del lunes pasado, el gobernador civil de Sevilla, Jos¨¦ Mar¨ªa Sanz Pastor, piensa que eso de que ?en el Congreso de los Diputados est¨¦n pegando tiros? -como le anuncia por tel¨¦fono su secretario particular- es una chorrada. El gobernador ha subido un momento a su residencia, a recoger unos papeles, y all¨ª le sorprende la noticia. Le acompa?a en ese momento su esposa, Mar¨ªa del Carmen Moreno, sobrina nieta del almirante Salvador Moreno, dos veces ministro de Marina. con Franco, y nieta del almirante Francisco Moreno, cuya actuaci¨®n en el paso del Estrecho por las tropas de Franco, vital para los sublevados del Dieciocho de Julio, le hizo merecedor a un t¨ªtulo de nobleza: marqu¨¦s de Albor¨¢n.La reacci¨®n de Sanz Pastor, de incredulidad, no es muy distinta de la mayor¨ªa de los espa?oles. Pero a diferencia de muchos, a quienes el miedo, en unos casos, o la pura estupefacci¨®n, en otros, los paraliza durante largo tiempo, Jos¨¦ Mar¨ªa Sanz Pastor reacciona inmediatamente: llama a Madrid, desde su despacho oficial, primero, para pedir confirmaci¨®n a las noticias todav¨ªa no se lo cree-, y despu¨¦s, para recibir instrucciones.
Pero no las hay. El subdirector general de Pol¨ªtica Interior es el alto funcionario que responde en esos momentos en el Ministerio, s¨®lo sabe lo que cuenta la radio. El golpe est¨¢ siendo retransmitido en directo.
El teniente general Guti¨¦rrez Mellado, por esos momentos, aguanta a pie firme, sin mov¨¦rsele un m¨²sculo de la cara, el estampido de los disparos hechos en el hemiciclo del Congreso por los guardias civiles asaltantes. Es la reacci¨®n valiente de un profesional de la milicia. A quinientos cuarenta y tantos kil¨®metros de la carrera de San Jer¨®nimo, de Madrid, frente al sevillano parque de Mar¨ªa Luisa, Sanz Pastor reacciona en gobernador civil: hay que defender la Constituci¨®n, de acuerdo con la Constituci¨®n. Y convoca en su despacho, con car¨¢cter de urgencia, a los responsables de la polic¨ªa, Polic¨ªa Nacional y Guardia Civil.
En el tiempo que media hasta la reuni¨®n de la Junta de Orden P¨²blico, iniciada a las 19.30 horas, el gobernador civil -con una pistola cargada y montada al alcance de la mano, m¨¢s dos cargadores llenos- se entera que, adem¨¢s de amigos y corre ligionarios, los hombres del teniente coronel Tejero mantienen secuestrados a seis miembros de su familia: una hermana, un cu?ado, dos primos hermanos (uno de ellos es Leopoldo Calvo Sotelo, candidato a la investidura) y dos sobrinos. Se lo cuenta su padre, que le ha llamado por tel¨¦fono para preguntarle qu¨¦ va a hacer. La pregunta la hac¨ªa un hombre que ha vivido una sublevaci¨®n militar, la de 1936, a otro, hijo suyo, que carec¨ªa de tal experiencia. Pero que, como diplom¨¢tico de carrera, ha presenciado dos golpes de Estado.
Informaci¨®n contra rumores
Lo que pudieron hablar aquella tarde padre e hijo se desconoce. La actuaci¨®n de ¨¦ste en las horas pr¨®ximas permite, sin embargo hacerse una composici¨®n de lugar En la indefinici¨®n de Madrid, el gobernador civil de Sevilla decide actuar por su cuenta. Si el elemento sorpresa es vital para el contrario hay que ganarle en la iniciativa. S los de enfrente -quienes quiera que fuesen- pueden propalar rumores, arrastrar a personas de buena voluntad o cercar a fuerzas leales al Gobierno, entonces lo que hay que hacer es dar m¨¢s informaci¨®n y m¨¢s puntualmente que nadie, aclarar sin lugar a dudas qui¨¦n es el que manda en la provincia y no encerrar a las fuerzas de polic¨ªa en sus acuartelamientos. El gobernador es tambi¨¦n periodista.Cuando, hora y diez minutos despu¨¦s de la irrupci¨®n del teniente coronel Tejero en el Congreso, se re¨²ne al fin la Junta de Orden P¨²blico de Sevilla, los asistentes se encuentran con que el gobernador les lee una nota, en la que est¨¢ resumida todo su pensamiento y todo su programa de acci¨®n. Sanz Pastor ordena la alerta m¨¢xima (?Bajo mi total responsabilidad?, dice), intensificar los servicios de informaci¨®n y ser informado ?al instante? de cualquier incidencia y, por ¨²ltimo, estar listos para una posible intervenci¨®n r¨¢pida. Esta, a?ade la nota, ?ser¨ªa ordenada exclusiva, directa y personalmente por mi autondad?. El encuentro dura un cuarto de hora. Los reunidos saben qu¨¦ hacer y, sobre todo, ?que no hay ni buenos ni malos hist¨®ricos, sino s¨®lo la defensa de la Constituci¨®n, de la Monarqu¨ªa y de Espa?a, y que sus enemigos, sean quienes sean, ser¨¢n los nuestros?.
De esa nota se hacen fotocopias y se env¨ªan con urgencia a los medios de comunicaci¨®n, para que sean difundidas inmediatamente. Un peque?o fallo de aquella tarde ser¨ªa detener durante unos diez minutos estos env¨ªos porque faltaba la direcci¨®n de una agencia de Prensa.
Simult¨¢neamente se organiza la protecci¨®n de los representantes del pueblo y de las instituciones Los partidos pol¨ªticos, las centrales sindicales, las emisoras de radio, y los peri¨®dicos advierten la presencia de efectivos policiales. En Radio Sevilla, de la cadena SER, hay un peque?o incidente, m¨¢s bien un malentendido. El teniente de la Polic¨ªa Nacional que manda las fuerzas exige el control de todo lo que se emite; no censura nada, pero lee previamente todo lo que se pone en antena. La protecci¨®n de las fuerzas de orden es especial en la Junta de Andaluc¨ªa. ?M¨¢s que nada, para m¨ª era algo simb¨®lico?, explicar¨¢ despu¨¦s el gobernador; ?cre¨ªa que el concepto autonom¨ªa era de lo que m¨¢s podr¨ªa chirriar al concepto de los rebeldes?.
Mientras tanto, en Valencia, el bando de Milans del Bosch, que suspend¨ªa todos los derechos ciudadanos, era h¨¢bilmente sorteado por el gobernador civil, Jos¨¦ Mar¨ªa Fern¨¢ndez del R¨ªo. Contra viento y marea, Del R¨ªo convoc¨® la Junta de Seguridad ciudadana en la ¨²nica hora en que le fue posible, a las diez de la noche del lunes 23. Tras el mensaje del Rey, la Junta celebrar¨ªa una nueva reuni¨®n a la 1.30 de la madrugada. Milans del Bosch no hab¨ªa dado todav¨ªa su brazo a torcer; sin embargo, se sab¨ªa ya en el Gobierno Civil que se contaba con todo el apoyo del director general de la Seguridad del Estado, Francisco La¨ªna.
Mientras las moles verdinegras de los carros de combate se situaban estrat¨¦gicamente en la plaza del Temple, frente al sobrio palacio g¨®tico donde tiene su sede el Gobierno Civil, su titular, Jos¨¦ Mar¨ªa Fern¨¢ndez del R¨ªo, hac¨ªa frente a la situaci¨®n junto al general Hermosilla -el sucesor del sancionado general Atar¨¦s en el mando de la Guardia Civil de la zona de Valencia-, del jefe superior de Polic¨ªa, Rafael del R¨ªo, y del jefe de la Polic¨ªa Municipal, Manuel Jord¨¢n, quien, con m¨¢s de una d¨¦cada de actuaci¨®n en este puesto, es tambi¨¦n profesor universitario de Derecho Romano y doctor en Derecho Can¨®nico.
Paralelamente, en Alicante, el gobernador militar, general Leonardo L¨®pez, visitaba en su despacho al gobernador civil accidental, Luis Romero, y le ley¨® el bando emitido por Milans del Bosch, al tiempo que le comunicaba que a partir de entonces asum¨ªa el poder civil. Desde aquel momento, la Junta de Defensa pasaba a reunirse en el Gobierno Militar. Alicante se encontraba tambi¨¦n bajo el estado de excepci¨®n y, sin embargo, el ¨²nico punto del bando que se cumpli¨® con todo rigor fue el cierre de espect¨¢culos y lugares p¨²blicos. Tanto los coches particulares, como los peatones, pudieron circular libremente sin ning¨²n problema. Ning¨²n destacamento militar hizo acto de presencia en las calles. S¨®lo unos cuantos jeeps de la Polic¨ªa Militar se encontraban en las proximidades del Gobierno Militar. El resto de los edificios p¨²blicos, as¨ª como la sede de los partidos pol¨ªticos, centrales sindicales y medios de informaci¨®n estuvieron protegidos por la Polic¨ªa Nacional. Inmediatamente despu¨¦s de la intervenci¨®n del Rey en televisi¨®n, el gobernador militar llam¨® por tel¨¦fono al gobernador civil para comunicarle que el poder volv¨ªa a sus manos, al tiempo que le informaba que sal¨ªa hacia Valencia. Luis Romero, que no hab¨ªa dejado de mantenerse en contacto con el estamento pol¨ªtico de la ciudad en ning¨²n momento, reanud¨® las operaciones propias de la Junta de Defensa. Fue entonces precisamente cuando cobr¨® m¨¢s relieve el hecho de que hubiera hecho, ante el gobernador militar, algunas puntualizaciones sobre la auticonstitucionalidad del bando en el momento en que ¨¦ste le fue le¨ªdo.
Por lo que se refiere al resto de los miembros de la Junta, hay que se?alar que el jefe de la Polic¨ªa Municipal -militar con graduaci¨®n de comandante- se puso a las ¨®rdenes del gobernador militar. El teniente coronel jefe de la Comandancia de la Guardia Civil se encontraba en Madrid en el momento del golpe; sin embargo, se traslad¨® en seguida a Alicante. Su sustituto, el comandante Leyva, mostr¨® desde el primer momento su respeto y adhesi¨®n al Gobierno constituido, y lo mismo hizo el jefe de Polic¨ªa, Rafael Arjona.
La esposa de Albino Caballero, gobernador civil de Murcia, jam¨¢s hab¨ªa hecho tantas tortillas de patata como la noche del 23 al 24; ni reparti¨® tanto caf¨¦ con leche. Murcia estaba tambi¨¦n bajo el bando de Milans del Bosch, pero Caballero estuvo doce horas reunido con sus hombres de confianza en el Gobierno Civil.
La primera llamada telef¨®nica entre Albino Caballero y el gobernador militar de la plaza, general Llamas, se hab¨ªa producido reci¨¦n proclamado el bando de Valencia. Llamas anunci¨®, en ?tono correcto?, que se hac¨ªa cargo del poder civil, administrativo y judicial. Caballero, al parecer resignado, contest¨® que no ten¨ªa inconveniente. A las 21.30 horas, el general Llamas habl¨® otra vez con el gobernador. Esta vez le invitaba a que fuera a visitarlo. Caballero conect¨® con Francisco La¨ªna, director general de la Seguridad del Estado, que le orden¨® no moverse de su sitio. Caballero se lo comunic¨® as¨ª al general Llamas, y ¨¦ste, comprendi¨¦ndolo, no insisti¨®. Ambos gobernadores se pusieron de acuerdo para no enfrentarse, y el general acept¨® las medidas que tom¨® Caballero de proteger con la Polic¨ªa Nacional las emisoras locales y los peri¨®dicos.
El almirante de la zona del Mediterr¨¢neo no asume el bando de Milans
En Cartagena, el almirante de la zona del Mediterr¨¢neo asegur¨® a Murcia que ¨¦l no asum¨ªa el bando del general Milans del Bosch. Pero en Lorca, donde est¨¢ ubicado el Regimiento Motorizado Mallorca 13, se pudo comprobar que algunos jeeps del regimiento circularon hasta el pueblo de Librilla, a unos once kil¨®metros de Murcia.La Junta de Defensa de Murcia segu¨ªa tomando medidas oportunas, como formar retenes en los ayuntamientos, reforzar las brigadas de seguridad ciudadana y ordenar a los coches patrulla del 091 que circularan por la ciudad con las luces encendidas, ?para que la poblaci¨®n no pudiera confundirles con movimientos militares y se tranquilizara?. A cien metros escasos del Gobierno Civil, la ¨²nica instituci¨®n que manten¨ªa las luces encendidas era el Ayuntamiento. En su interior, el alcalde, Jos¨¦ Mar¨ªa Aroca; el jefe de la Polic¨ªa Municipal, comandante Casanova, y concejales de diversos partidos pol¨ªticos manten¨ªan la vigilancia a base de comunicados y bocadillos preparados por el cuartelillo de la Polic¨ªa Municipal.
En Albacete, la situaci¨®n estaba bastante m¨¢s controlada por el Gobierno Civil. Su titular, Juan Jos¨¦ Franch, el teniente coronel jefe de la Guardia Civil, Francisco Almi?ana; el comandante de la Polic¨ªa Nacional, Antonio Gallardo, y el jefe de la Polic¨ªa Nacional, Vicente Romera, formaban la Junta de Defensa. Estuvieron reunidos ?siempre que fue necesario?, al decir de ellos mismos, y no se realiz¨® ning¨²n movimiento de tropas sin orden directa del gobernador civil. La Junta acord¨® que la Polic¨ªa Nacional intensificara la vigilancia de los puntos estrat¨¦gicos de la ciudad, sin olvidar las emisoras de radio. Fueron precisamente ¨¦stas las que, bajo ¨®rdenes directas del Franch, emitieron el comunicado del Gobierno de la naci¨®n proclamado por los secretarios de Estado y subsecretarios. Al mismo tiempo, Franch se neg¨® a que el bando de Milans del Bosch fuera enviado a la Diputaci¨®n y al Ayuntamiento. Aunque el bando estaba ya en la calle, lo cierto es que el gobernador militar, coronel Francisco Fern¨¢ndez Cerezo, lo transmiti¨® con considerable retraso.
Todas las tropas de la Polic¨ªa Nacional, Guardia Civil y Ej¨¦rcito fueron inmediatamente acuarteladas. Precisamente aquel mismo lunes 23, camiones del Ej¨¦rcito, procedentes de C¨®rdoba, hab¨ªan llegado al polvor¨ªn de Chinchilla -a escasos kil¨®metros de Albacete- para recoger armamento y munici¨®n, en una misi¨®n que habla sido calificada de ?normal? por el gobernador militar. En la base a¨¦rea de Los Llanos, los Mirage F-1 segu¨ªan en tierra, sin novedad.
Los hechos de Valencia ofrec¨ªan pocas dudas: era un golpe militar lo que estaba en marcha. En Sevilla, en cambio, las tropas segu¨ªan acuarteladas y el entendimiento entre los dos gobiernos, el civil y el militar, cordial. Sanz Pastor y el general Esquivias hablaron varias veces por tel¨¦fono a lo largo de esa noche, y comentaron el bochornoso espect¨¢culo del Congreso, en el que un teniente general es zarandeado,e insultado por otros hombres de uniforme, seg¨²n la apreciaci¨®n del gobernador civil.
?Para m¨ª estaba claro?, comenta Sanz Pastor, ?no era un cuartelazo, sino la punta de iceberg de un golpe de Estado. En aquellos momentos yo ten¨ªa una ventaja: conoc¨ªa a Tejero, de Algeciras. Y sab¨ªa que, podr¨ªa ser un visionario o un iluminado, pero no un est¨²pido. Pensaba que un hombre acostumbrado a mandar tropa no arrastra a sus hombres ni pone en peligro el futuro de trescientas familias, sin contar con apoyos, sin estar seguro. Por lo que pudiera pasar en Sevilla., me pongo en contacto con la autoridad militar, le informo que el orden est¨¢ asegurado. En cualquier caso, no estaba dispuesto a entregar gratis el Gobierno ?.
E igual hacen los alcaldes. El de Camas llam¨® al jefe del puesto de la Guardia Civil para decirle que, en aquellas circunstancias, asum¨ªa las funciones de la Junta de Seguridad, Por ser la m¨¢xima autoridad, y que deb¨ªa ponerse a sus ¨®rdenes. El de Baldelatosa, comunista or-
ganiz¨® partidas de vigilancia en los accesos del pueblo, mientras que los vecinos se intercambiaban escopetas y cartuchos. El ambiente de tensi¨®n y autodefensa, debi¨® ser tal que el comandante de puesto de la Guardia Civil se present¨® al alcalde para decirle que estaba a favor de la Constituci¨®n y que se pon¨ªa a sus ¨®rdenes.
En Villar del R¨ªo estaba convocado un mitin de Comisiones Obreras sobre la autonom¨ªa y el Plan de Urgencia de Andaluc¨ªa. Lo iba a dar el secretario de organizaci¨®n de CC OO del Campo. Pero el acto se suspendi¨® y el l¨ªder sindical pas¨® a organizar una red de contactos clandestina, por si el golpe triunfaba. A las nueve de la noche, dos horas y media despu¨¦s del inicio del golpe, m¨¢s de medio centenar de pueblos estaban conectados con Comisiones Obreras.
?Fue muy f¨¢cil coordinar a los pueblos?, ha comentado posteriormente Romero, secretario general de Comisiones del Campo. ?Aparte de que tengamos muchos alcaldes comunistas, socialistas y de izquierda, es que la gente recuerda todav¨ªa c¨®mo sacaron a sus padres en 1932 y en 1936 y los fusilaron a la puerta del cementerio. Y como en las zonas rurales todos tienen escopeta legal, para cazar, la mayor parte durmi¨® con ella bajo la almohada. La gente se dec¨ªa: a m¨ª no me sacan de casa, si no es con los pies por delante. Muchos se fueron a dormir con la escopeta al campo, debajo de un olivo.
En Sevilla capital, la reacci¨®n de la izquierda es m¨¢s indecisa. El socialista Manuel del Valle, senador y presidente de la Diputaci¨®n, a quien las noticias del golpe le sorprendieron en lo alto del pe?¨®n de Alfamitas, con unos ingenieros, viendo d¨®nde se pod¨ªa perforar el suelo con m¨¢s posibilidades de encontrar agua subterr¨¢nea, regres¨® aquella misma tarde a la capital, y se fue directamente a su casa. Despu¨¦s, pasada la media noche, se encamin¨® a la sede de su partido.
?Fui yo solo, en mi coche?, ha explicado posteriormente. ? Sevilla estaba desierta a esas horas y no not¨¦ ning¨²n movimiento de tropas ni nada extra?o. En realidad, yo tuve mucha m¨¢s sensaci¨®n de peligro directo el d¨ªa en que volaron a Carrero Blanco que la otra noche. Entonces trabajaba con Felipe Gonz¨¢lez en el mismo despacho laboralista, y me acuerdo que s¨®lo unos minutos despu¨¦s de conocer la noticia, a las 10.30 horas, yo estaba tirando papeles comprometedores a un canal del Guadalquivir.
Tras la reuni¨®n celebrada aquella noche en la sede del PSOE (?se tomaron medidas para poner a salvo los archivos?), Manuel del Valle regres¨® a su domicilio. A la ma?ana siguiente, cuando a¨²n continuaba tomado por los sediciosos el palacio del Congreso, la Comisi¨®n de Gobierno de la Diputaci¨®n Provincial de Sevilla se reun¨ªa con absoluta normalidad y con el n¨²mero de miembros suficiente como para obtener qu¨®rum.
Al secretario regional del PSOE en Sevilla, Jos¨¦ Rodr¨ªguez de la Borbolla, la noticia del golpe le sorprendi¨® en la sede del partido, preparando la asamblea de C¨®rdoba sobre el Estatuto.
?O¨ªrnos los tiros por la radio ?, ha comentado Rodr¨ªguez de la Borbolla, ?y pensamos que los hab¨ªan matado a todos. Tuvimos veinte minutos de consternaci¨®n, en los que intentamos evaluar lo sucedido. En ese tiempo intentamos hablar con el PSOE provincial y con Madrid. Luego abandonamos la sede, que qued¨® vigilada por el servicio de orden. Yo me fui a casa, cog¨ª a los m¨ªos y los traslad¨¦ fuera de Sevilla, a un lugar seguro. Hacia las ocho volv¨ª a la sede. Entonces hablamos con el Gobierno Civil y nos dijeron que no, ten¨ªan noticias de que Capitan¨ªa estuviera en el golpe. Llamamos tambi¨¦n a los cargos (al presidente de la Diputaci¨®n, al consejero del Interior de la Junta, al primer teniente de alcalde sevillano) para que no se abandonasen las instituciones. Acordamos, en fin, que Antonio Ojeda, consejero del Interior, ejerciera de presidente de la Junta de Andaluc¨ªa en funciones. En calidad de tal, Ojeda llam¨® al gobernador civil y a la Zarzuela. El primero fue muy claro. Le dijo: ?Si llega aqu¨ª un capit¨¢n, a m¨ª no me van a sorprender como en Valencia; eso te lo aseguro. "En cuanto a la Zarzuela, un ayudante del Rey -su nombre no lo s¨¦- tranquiliz¨® a Ojeda"?.
Alrededor de las once de la noche, los partidos de izquierda y las centrales emiten un comunicado conjunto, en el que se hace un llamamiento a un paro de dos horas, Aparte de los socialistas, los reunidos son representantes del Partido Comunista de Andaluc¨ªa, del Partido Socialista de Andaluc¨ªa, de UGT y de CC OO. No asistieron los de U CD ni el alcalde de la capital, Luis Uru?uela, del PSA, que no aparec¨ªa por ninguna parte. Juan Carlos Aguilar, diputado del mismo partido e ¨ªntimo amigo suyo, explicar¨ªa despu¨¦s que a Uru?uela es dif¨ªcil encontrarlo ?incluso en circunstancias normales?.
Hacia las 0.30 horas, una comisi¨®n fue a entregar el comunicado de los partidos al Gobierno Civil, pero s¨®lo se le permiti¨® entrar al secretario de organizaci¨®n socialista, Perales. Seg¨²n ha contado ¨¦ste, le dijeron que el gobernador no pod¨ªa recibirle, y cuando quiso dejar el comunicado, se lo rechazaron, dici¨¦ndole ?que estaba cerrado el registro y que no abrir¨ªan hasta la ma?ana siguiente?. Rodr¨ªguez de la Borbolla ha reconocido el incidente y ha explicado que el gobernador civil, el cual les ha pedido disculpas, pensaba que los paros eran intolerables en aquellas circunstancias.
Horas antes, en el Pirineo gerundense, hubo alguien tambi¨¦n que no crey¨® conveniente algunos gestos. Por ejemplo, el presidente de la Diputaci¨®n de Gerona, Arcadio Calzada Salavedra, que se encontraba cerca de Puigcerd¨¢ realizando una gira oficial cuando la radio retransmiti¨® en directo el brutal asalto al Congreso de los Diputados. Antes de subir al coche oficial, el ch¨®fer le pregunt¨® si le parec¨ªa bien que quitara la senyera del cap¨®, a lo que Calzada respondi¨® inmediatamente: ?Me parece que ser¨¢ lo mejor?.
En aquellos momentos, el gobernador civil de Gerona, Ram¨®n Codina Rivas, se reun¨ªa con el teniente coronel de la Guardia Civil, Jos¨¦ Bl¨¢zquez Pedraza, el comandante de la Polic¨ªa Nacional Luis Ramos y el comisario de la Jefatura Provincial Juan Francisco Pancorbo. La reuni¨®n se prolong¨® durante toda la noche y toda la ma?ana siguiente. El gobernador militar, general Ricardo Oltra Calder¨®n, estuvo informado desde los primeros momentos del golpe. ?Inmediatamente estuvimos de acuerdo?, declar¨® m¨¢s tarde el gobernador civil. Por su parte, el general Oltra declarar¨ªa: ?En ning¨²n momento pens¨¦ que el golpe de Estado pudiera seguir adelante. Era evidente que se trataba de un grupo sin demasiada importancia y que, por tanto, no pod¨ªa cuajar en el resto de la naci¨®n?. La misma tranquilidad demostr¨® el jefe de la Polic¨ªa Municipal, Pedro Serra Planella, que se encontraba en Barcelona cuando el golpe. Se traslad¨® inmediatamente a Gerona, pero no intervino en las Juntas de Seguridad.
En L¨¦rida, la tranquilidad ven¨ªa marcada tras una ausencia: desde el pasado 3 de febrero la plaza se hallaba sin gobernador militar titular; hasta entonces, el general Alfonso Armada -ahora arrestado- hab¨ªa ocupado el cargo. En la actualidad lo ostentaba, en funciones, el general Gimeno, que se puso directamente a las ¨®rdenes del capit¨¢n general de Catalu?a, Pascual Galmes. Mientras tanto, el gobernador civil, Jos¨¦ Mart¨ª, y los cinco miembros de la Junta de Seguridad tranquilizaban a la poblaci¨®n, que ya estaba distendida al ver que a las ocho de la tarde se pod¨ªa ver a los soldados como cualquier d¨ªa normal paseando por la calle. Tampoco en las fronteras con Andorra y Francia se hab¨ªan recibido instrucciones cara a medidas especiales. El gobernador civil crey¨® que el asalto a las Cortes era obra de un loco. Con todo, Jos¨¦ Mart¨ª ofreci¨® protecci¨®n policial a las dos emisoras de radio de la ciudad y a los dos peri¨®dicos hasta el desenlace de los acontecimientos. S¨®lo un peque?o incidente en la madrugada del martes 24: polic¨ªas de paisano se presentaron en el diario La Ma?ana -de la Cadena de los Medios de Comunicaci¨®n Social del Estado- para solicitar del director,
Jos¨¦ Antonio Rosell, que les fuera entregado -para su lectura- el comunicado que hab¨ªan elaborado conjuntamente UGT y CC OO. El director se neg¨® a ello,
Barcelona estaba tranquila. Tanto era as¨ª que los miembros que componen la Junta de Defensa consideraron que, dado el clima de normalidad ciudadana, no era necesaria la constituci¨®n de la misma. Fue el ¨²nico caso en todo el territorio espa?ol. Desde los primeros momentos del golpe, el alcalde de Barcelona, Narc¨ªs Serra, se puso en comunicaci¨®n telef¨®nica con el capit¨¢n general de Catalu?a, Antonio Pascual Galmes. ?Aqu¨ª, el que se mueve, la paga?, le habr¨ªa manifestado el general Galmes,
No obstante, cada uno de los organismos cuyos responsables forman la citada junta determin¨® una serie de medidas de car¨¢cter preventivo. La Polic¨ªa Nacional dispuso un discreto servicio de vigilancia en varios centros de inter¨¦s (Generalidad, emisoras de radio, peri¨®dicos). Todo segu¨ªa en calma. El jefe superior de Polic¨ªa, Enrique Mosquera, permaneci¨® inicialmente en el Gobierno Civil. A medianoche regres¨® a su despacho de la V¨ªa Layetana y dijo a la Prensa: ?No ten¨ªa ning¨²n objeto que continuara en el Gobierno Civil. Hab¨ªa un clima de completa calma. Ni robos, ni incidentes, nada. Normalidad total?. Excepto en las conversaciones telef¨®nicas. Como la que sostuvo el gobernador civil de Barcelona con L¨®pez Bulla, secretario general de CC OO de Catalu?a. Para la misma noche del lunes, Comisiones Obreras hab¨ªa convocado una huelga general. Coderch, gobernador civil, intent¨® disuadirle para que desconvocara la huelga. L¨®pez Bulla le contest¨® airadamente que hablara con el secretario local en Barcelona, que ¨¦l era secretario para Catalu?a. Acabaron colg¨¢ndose mutuamente el tel¨¦fono. El incidente lo solvent¨® m¨¢s tarde el propio Pujol.
En Sevilla, la nota del Gobierno hab¨ªa previsto ya que las medidas de seguridad adoptadas podr¨ªan provocar roces en el ejercicio de dos derechos fundamentales: el de reuni¨®n y el de opini¨®n. La nota dec¨ªa: ?En previsi¨®n de que, en uso del ejercicio del derecho de reuni¨®n en lugares abiertos al tr¨¢nsito p¨²blico, pudiera producirse alg¨²n tipo de disturbios, mi autoridad recuerda que no podr¨¢n desarrollarse sin su previo conocimiento?. En cuanto al derecho de opini¨®n, la nota dec¨ªa que para evitar la divulgaci¨®n de ?noticias confusas procedentes de grupos incontrolados?, el Gobierno Civil mantendr¨ªa informada a la opini¨®n p¨²blica, ?preserv¨¢ndola as¨ª de posibles actos de divulgaci¨®n irresponsable?.
"El poder lo tengo yo o lo tienen los vecinos"
La falta de informaci¨®n le jugar¨ªa una mala pasada al Gobierno Civil de Sevilla. Cuando a las nueve de la noche Jos¨¦ Mar¨ªa Sanz Pastor se entera que el coronel de la Polic¨ªa Nacional ha recibido un comunicado de Capitan¨ªa General, con el n¨²mero de registro 150, por el que entra en vigor la alerta 2, tambi¨¦n llamada operaci¨®n Diana, nadie en el Gobierno Civil sabe en qu¨¦ consiste y ni siquiera que existiese. Otro que ignora de qu¨¦ se trata es el jefe superior de Polic¨ªa. Pero lo saben los militares, la Guardia Civil y la Polic¨ªa Nacional. El coronel de este cuerpo de la Seguridad del Estado, con quien Sanz Pastor se pone en contacto por tel¨¦fono, acabar¨¢ explic¨¢ndolo: la alerta 2 u operaci¨®n Diana supone la puesta en marcha de algunas medidas militares. ?Yo lo que quiero saber?, acabar¨¢ dici¨¦ndole Sanz Pastor al coronel, ?es si el poder lo tengo yo o lo tienen los vecinos? (en Sevilla, Capitan¨ªa General y Gobierno Civil se encuentran frente a frente, a no m¨¢s de doscientos metros de distancia). Se encuentra as¨ª con que el poder es suyo; o sea, civil, pero las medidas son militares y han sido adoptadas, sin consult¨¢rsele, por militares. A las cuatro de la ma?ana, el Gobierno Civil recibe una explicaci¨®n verbal, la ¨²ltima comunicaci¨®n habida hasta ahora, casi una semana despu¨¦s del intento del golpe, entre los dos poderes: ? Hemos cumplido las ¨®rdenes de Madrid?.En Capitan¨ªa, mientras tanto, el teniente general Pedro Merry Gordon, con uniforme de la Legi¨®n y gorra de tanquista, despacha con sus m¨¢s inmediatos colabora dores: el general Esquivias, gobernador militar, y el general Saavedra, jefe de la Divisi¨®n Motorizada Guzm¨¢n el Bueno n¨²mero 2, y persona muy allegada a Milans del Bosch, a cuyas ¨®rdenes estuvo en varios destinos. Merry Gordon, en cuya casa se recibe por esas horas a varias se?oras de la alta sociedad sevillana, hablar¨¢ esa noche con Alfonso Armada, varias veces con la Zarzuela y varias tambi¨¦n -parece que cinco- con Milans del Bosch. Estos contactos har¨¢n decir que el mando militar de Sevilla es tuvo indeciso hasta muy avanzada la madrugada.
Elementos de derechas, cuyas simpat¨ªas por los golpistas ni siquiera tratan de ocultar, dir¨ªan a la ma?ana siguiente que el teniente general Merry Gordon no se puso al tel¨¦fono cuando se le llam¨® de la Zarzuela, lo cual no es cierto. Har¨¢n ostentaci¨®n tambi¨¦n de conocer con mucha anticipaci¨®n el nombre de aquella autoridad competente, militar por supuesto, que los hombres de Tejero esperaban en el Congreso de los Diputados. Se transmit¨ªa por tel¨¦fono, en forma de acertijo, entre los iniciados: ? Empieza por ay termina por a?.
La izquierda, que no se acost¨® en toda la noche, pendiente de la radio y la tele y que si se durmi¨® fue bajo un olivo, con la escopeta de caza a mano, a la ma?ana siguiente bromeaba tambi¨¦n. El tejerazo recib¨ªa el nombre de una canci¨®n y de una pel¨ªcula, que dentro de pocos d¨ªas veremos por Televisi¨®n Espa?ola, interpretada por Lola Flores: Morena clara. ?Por qu¨¦? Porque, como dice la canci¨®n: ?Entr¨® un civil con bigote, oz¨² que mieo chav¨®, se ech¨® er fusil a la cara, y de esta manera habl¨® ... ?
En este pa¨ªs de contrastes, del ingenio y la chunga andaluza se pas¨® a la sobria ocurrencia castellana. En Benavente (Zamora), en pleno golpe de Estado, se reuni¨® el Ayuntamiento en sesi¨®n extraordinaria y decidi¨® enviar telegramas a los parlamentos sueco y noruego solicitando el Premio Nobel para el rey Juan Carlos, por su actuaci¨®n en los momentos que se estaban viviendo.
Las viejas provincias de Castilla vivieron con serenidad estas horas tensas. La actuaci¨®n de los gobernadores civiles y de los distintos partidos fue de colaboraci¨®n y mutuo apoyo, en l¨ªneas generales, al igual que los contactos con la autoridad militar. ?Dando taconazos como jam¨¢s en la vida se hab¨ªan visto?, afirman fuentes del Gobierno Civil de Le¨®n, los mandos de las Fuerzas de Orden P¨²blico de esta provincia se presentaron al requerimiento del gobernador, aun antes de que se hubieran recibido ¨®rdenes de Madrid.
En Burgos, sin embargo, hubo dificultades para localizar al teniente coronel de la Guardia Civil, Jaime Salom, que se encontraba de ?visita por la provincia?, seg¨²n se dijo despu¨¦s. El inmediato inferior a Salom no quiso ocupar su puesto hasta entrar en contacto con el teniente coronel.
En Segovia, a primeras horas de la noche del d¨ªa 23 se incorpor¨® al Gobierno Civil el comandante de la Polic¨ªa Nacional Francisco Cassillas, actualmente director de la Academia Especial de dicho cuerpo en Aguilafuente, considerado como un hombre de la l¨ªnea dura, que particip¨® en los graves sucesos de El Ferrol a principios de los sesenta y que poco despu¨¦s ascendi¨® de teniente a capit¨¢n. El coronel del tercio de la Guardia Civil Buenaventura L¨®pez permaneci¨® en contacto, pero no abandon¨® su cuartel. Vecinos de la avenida de Jos¨¦ Antonio, donde est¨¢ ubicado el regimiento de artiller¨ªa de campa?a n¨²mero 41 y la base mixta de carros de combate, observaron movimiento de toas.
En Zamora capital, entre tanto, Jos¨¦ Ram¨®n Onega (hermano de Fernando, el periodista, y primera autoridad provincial) emulaba a los profesionales de los medios de comunicaci¨®n y utilizaba como arma prioritaria la radio para tranquilizar a los ciudadanos y darles cuenta de lo que ocurr¨ªa.
Cuatro aviones con doscientos soldados a bordo
En Salamanca, Manuel Engo Morgado, recientemente nombra do gobernador militar de esta provincia, ofrece su colaboraci¨®n in condicional al titular del Gobierno Civil. Este rechaza por innecesario el ofrecimiento de este militar, considerado de ideolog¨ªa conservadora. En el cuartel de ingenieros, Regimiento de Zapadores, un teniente coronel re¨²ne a la oficialidad y les dice que se ponen al ser vicio de la Constituci¨®n, y para ello facilita a la tropa mochila, fusil cetme y ochenta balas a cada sol dado, colocando el cuartel en situaci¨®n de intervenir en cualquier momento. En la base de Matac¨¢n, cuatro aviones de carga, con dos cientos soldados a bordo, permanecen listos para lo que ordene el Rey. Seg¨²n un parlamentario vallisoletano, las detenciones de ultraderechistas de hace un mes en esta ciudad evitaron que se produjeran incidentes graves tras conocerse la acci¨®n de Tejero. Tom¨¢s Rodr¨ªguez, alcalde socialista de Valladolid, mand¨® cerrar las puertas del Ayuntamiento a la Polic¨ªaMunicipal, nada m¨¢s escuchar por radio los disparos en el Congreso, en evitaci¨®n de posibles conflictos. Existe la creencia de que la ultraderecha conoc¨ªa en esta ciudad el golpe de Estado horas antes de que se produjera.
La gran inc¨®gnita en estas horas fue el capit¨¢n general de la Regi¨®n, teniente general Angel Campano L¨®pez. La actuaci¨®n del general gobernador militar de Valladolid, Manuel Mar¨ªa Mej¨ªas, antiguo profesor del Rey y hombre, al que se considera clave en la evoluci¨®n de los hechos, tranquiliz¨® a las autoridades civiles de esta provincia. Habl¨® varias veces con el Rey y se puso incondicionalmente al servicio de las posibles necesidades de las autoridades civiles. El teniente general Campano, con el que trataron de hablar esa noche varios gobernadores civiles de esta regi¨®n, sin conseguirlo, se ha negado en d¨ªas posteriores al del golpe de Tejero a hacer declaraciones a los medios informativos.
Normalidad en Galicia
En las cuatro provincias gallegas la normalidad fue tambi¨¦n pr¨¢cticamente total. En todas ellas, una vez conocidas las noticias del golpe, se formaron las juntas de defensa en los correspondientes gobiernos civiles. En Pontevedra se orden¨® el acuartelamiento inmediato de las fuerzas por la tarde, mientras que en Vigo recibieron instrucciones en un acuartelamiento de que estuvieran preparados desde la ma?ana del lunes para una posible salida por la tarde.La Junta de Defensa de La Coru?a, pese a estar implicado en el golpe el gobernador militar, general Torres Rojas, no tuvo problema alguno para actuar con normalidad. En Orense se form¨® sin novedad la Junta de Defensa, a la que pertenec¨ªa el teniente coronel Campos, jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Orense, que con anterioridad y durante dos meses hab¨ªa estado a las ¨®rdenes del teniente coronel Tejero. En Lugo tambi¨¦n fue absoluta la normalidad, y las fuerzas de seguridad estuvieron sometidas en todo momento a una perfecta disciplina. S¨®lo se vivi¨® un momento tenso en la Junta de Orense cuando fracas¨® el primer intento de comunicar con la Capitan¨ªa General de la VIII Regi¨®n Militar.
En Zaragoza, la Divisi¨®n Acorazada Brunete -que se hallaba realizando unas maniobras, previstas de antemano, en el campo de San Gregorio- se puso, seg¨²n unas fuentes, a disposici¨®n del capit¨¢n general de Zaragoza; otras noticias se?alan que un teniente coronel de Capitan¨ªa tuvo que rastrear durante algunas horas antes de dar con los carros de combate. La Junta de Zaragoza, a las ¨®rdenes del gobernador civil, Francisco Javier Minondo -39 a?os, sustituto de Francisco La¨ªna en el cargo-, ampar¨® emisoras de radio, peri¨®dicos, emisora de RTVE y la terminal del oleoducto Rota-Zaragoza.
Era, m¨¢s que nunca, la hora de las lealtades. Todos los despachos coinciden en se?alar al capit¨¢n general de Canarias, Jes¨²s Gonz¨¢lez del Yerro, como uno de los prime ros en mostrar su lealtad al Rey y en adherirse al orden constitucional. Como hizo el teniente coronel jefe de la Guardia Civil Manuel Pal¨¢u -antiguo miembro de la Casa Militar del Rey- cuando el gobernador civil, Rebollo Amandi, le pregunt¨® con qui¨¦n estaba: ?Estoy?, dijo Pal¨¢u, ?con el Rey y con us ted?. Cuando m¨¢s y m¨¢s amenaza doramente arreciaban las malas noticias hubo un ciudadano que llam¨® por tel¨¦fono al gobernador civil con una duda: ??Podremos celebrar los carnavales??. ?Jam¨¢s he pensado en suspender la fiesta?, respondi¨® Rebollo; ?este pueblo ha demostrado c¨®mo hay que comportarse en los momentos dificiles?.
Pedro Ar¨ªstegui, gobernador civil de San Sebasti¨¢n, record¨® tiempos dictatoriales ajenos cuando escuch¨® los tiros en el Congreso. Estaba en Fuenterrab¨ªa y oy¨® por la radio la violenta irrupci¨®n de Tejero y los suyos. En seguida le vino a la memoria su tiempo en Nicaragua, donde fue embajador, en uno de sus destinos de diplom¨¢tico de carrera. En diez minutos se puso en San Sebasti¨¢n y estableci¨® contacto con los mandos policiales y con el gobernador militar. No fue posible hasta despu¨¦s de las ocho de la tarde reunir a. los miembros de la Junta Provincial de Orden P¨²blico. Una ausencia notable: la del jefe de la Polic¨ªa Municipal, que no fue convocado.
Ni en los calabozos ni en la comisar¨ªa hab¨ªa entonces detenidos por actividades terroristas, ?lo que facilit¨® las cosas?; otra cosa que facilit¨® la tarea del gobernador civil fue la actitud de la Polic¨ªa Nacional, tranquila, literalmente y dormida: ?No pasa nada, mi comandante. Los guardias se han metido en la cama a la hora de siempre y ni siquiera han querido o¨ªr la radio?, contest¨® el capit¨¢n de guardia a un superior
Mientras tanto, en Ceuta las cosas no se complicaron porque el mando militar y el mando civil se concentran en una sola persona, el general Gerardo Mari?as, que hab¨ªa dicho a unos periodistas de El Faro de Ceuta que la acci¨®n hab¨ªa sido obra de unos irresponsables; la actitud de Milans del Bosch al decretar el estado de excepci¨®n en Valencia fue disculpada: es para salvaguardar el orden, dijo el general Mari?as.
La acci¨®n de Tejero interrumpi¨® las vacaciones del comandante de la Guardia Civil de Granada, Pedro Cort¨¦s Camacho. El hijo del famoso capit¨¢n Cort¨¦s, defensor del santuario de la Virgen de la Cabeza durante la guerra civil, se person¨® de inmediato en el Gobierno Civil, cuando el reloj a¨²n no marcaba las siete de la tarde del d¨ªa 23, para ponerse a las ¨®rdenes de la Junta de Orden P¨²blico. El capit¨¢n general de la IX Regi¨®n Militar (Granada, Ja¨¦n, M¨¢laga y Almer¨ªa), Antonio Delgado Alvarez, se encontraba en Almer¨ªa despidi¨¦ndose de sus compa?eros de armas por pase a la reserva, y regres¨® urgentemente a Granada al tener noticias del golpe. El gobernador militar de la provincia sustituy¨® al capit¨¢n general hasta su reincorporaci¨®n a la plaza.
?A los quince minutos de que se iniciaran los sucesos del Congreso, que escuch¨¦ en directo por radio, al no haber podido hablar con Madrid, y sin saber exactamente lo que estaba pasando, llam¨¦ a los mandos de la Guardia Civil, Polic¨ªa Nacional y jefe superior de Polic¨ªa?, confiesa el gobernador civil de M¨¢laga, Jos¨¦ Est¨¦vez M¨¦ndez. ?No s¨¦ lo que est¨¢ pasando en realidad?, les dije. ?Pero les comunico que asumo el mando de todas las Fuerzas de Orden P¨²blico. Pasamos al estado de alerta. Les ordeno que dupliquen los efectivos de todos los servicios y que una vez cumplido esto se reincorporen al Gobierno Civil?.
Est¨¦vez M¨¦ndez habl¨® numerosas veces, sin ning¨²n problema en el di¨¢logo, con el gobernador militar, general Puig Riobo. En los cuarteles, incluido el del Tercio, hab¨ªa tranquilidad. Al coronel jefe de la Guardia Civil de M¨¢laga, Rafael Lafuente Mart¨ªn, le sorprendi¨® el golpe de paisano y limpiando su coche. Este hombre, muy querido en M¨¢laga por los ciudadanos y la Prensa (dio toda serie de facilidades cuando los atentados de ETApm del verano), se puso el uniforme y se present¨® de inmediato en el Gobierno Civil.
El teniente coronel Tejero, a?os antes de sus intentos golpistas de la operaci¨®n Galaxia y del asalto del Congreso, fue jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de M¨¢laga. Protagoniz¨® en aquellos d¨ªas un grave incidente con el gobernador civil, Enrique Riverola, al detener a punta de metralleta una manifestaci¨®n autorizada en la calle de la Carreter¨ªa. Tejero, como consecuencia de este incidente, fue relevado de la comandancia de esta ciudad.
En Almer¨ªa, donde se suspendi¨® la despedida del capit¨¢n general de la regi¨®n de sus compa?eros de armas, fuentes socialistas han mostrado su extra?eza de que ning¨²n representante de la Polic¨ªa Municipal fuera convocado a la Junta Provincial de Seguridad, y han protestado, al igual que los centristas, de la desprotecci¨®n de sus sedes; aunque el gobernador civil insisti¨® que hab¨ªa ordenado tal protecci¨®n.
El primero al servicio de la Constituci¨®n
Rafael Torres, jefe de la Polic¨ªa Municipal de C¨®rdoba, lleva en la manga de su uniforme un escudo de la Divisi¨®n Azul, en la que particip¨®. A la hora del golpe, sin embargo, se puso como el primero al servicio de la Constituci¨®n. Las autoridades civiles y militares estuvieron toda la noche en contacto y sin problemas. La tranquilidad fue absoluta, los partidos retiraron por precauci¨®n los ficheros de sus sedes, y la vigilancia se redobl¨®. Algunos veh¨ªculos militares repostaron gasolina en una c¨¦ntrica calle de M¨¢laga, en los Jardines de la Victoria, pero fuentes militares aseguran que se deb¨ªa al retorno de un contingente militar de unas maniobras.En Huelva, donde el gobernador civil, Jes¨²s Posado Moreno, es hijo de otro gobernador que lo fue bajo el mando de Franco, todo transcurri¨® con normalidad. Jos¨¦ Tena, gobernador militar, expres¨® reiteradamente la colaboraci¨®n del Ej¨¦rcito con las autoridades civiles.
Un falso rumor se extendi¨® por C¨¢diz a los pocos momentos del golpe: la Marina hab¨ªa tomado el Ayuntamiento de San Fernando (esta ciudad es sede de la Capitan¨ªa General del Estrecho), y fuerzas de mariner¨ªa se dirig¨ªan hacia C¨¢diz. El rumor, completamente falso y que pudo ser originado por la similitud en el chaquet¨®n de la Polic¨ªa Municipal y de los infantes de Marina, lleg¨® a provocar especiales medidas de seguridad. Hubo tambi¨¦n temor de que algunos ultraderechistas se vistieran de militares y atacasen el Ayuntamiento. En la provincia de C¨¢diz, numerosos ayuntamientos de izquierda redoblaron la vigilancia de sus polic¨ªas municipales, aunque en alg¨²n caso, como el de Algeciras, su titular (un comunista), Francisco Esteban, diese orden de que no se utilizasen las armas de fuego. El PSOE, por su parte, estableci¨® en La L¨ªnea de la Concepci¨®n un sistema para pasar a Gibraltar en caso de que prosperase el golpe y se complicase la situaci¨®n.
En la provincia de Ja¨¦n, la tranquilidad fue absoluta. La totalidad de los jefes castrenses permanecieron en aquellas horas cr¨ªticas al servicio de la Junta Provincial de Orden P¨²blico.
Pese al temor y la indignaci¨®n reinantes, el buen humor no ha faltado. Algunas agrupaciones del Carnaval de C¨¢diz, que se est¨¢ celebrando en estas fechas, han incluido en su repertorio letras alusivas al fallido golpe de Estado. El cuarteto Cuatro Parlamentarios Parlanchines y Estrafalarios realiz¨® incluso una parodia de la llegada al hemiciclo del teniente coronel Tejero (Telera, para ellos), lo que provoc¨® un fuerte aplauso del p¨²blico que asist¨ªa al concurso de agrupaciones.
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