Un disparo en un libro del Archivo de Indias
Jos¨¦ de la Pe?a mir¨® nost¨¢lgico a sus libros acarici¨® el lomo del que m¨¢s le despert¨® ese sentimiento, la noche del lunes 23: un volumen sin importancia, que guarda en la biblioteca de su casa, en la calle de la Reina Mercedes, y cuya ¨²nica particularidad es un enorme agujero en el centro.El agujero procede de una bala que orden¨® disparar Queipo de Llano la tarde del 18 de julio de 1936 contra la zona de bibliotecas del Archivo de Indias, en el que trabajaba el historiador Jos¨¦ de la Pe?a.
Un hombre de la quinta del dieciocho, Jos¨¦ de la Pe?a, cuenta hoy 83 a?os. Socialista de carn¨¦ desde 1929, dice ir¨®nicamente que tiene una carrera pol¨ªtica ?sensacional?: comenz¨® como senador de las que ¨¦l llama constituyentes de 1977; fue luego presidente del comit¨¦ provincial del PSOE, y hoy es presidente de la agrupaci¨®n local R. Luxemburgo.
?Era s¨¢bado?, precisa De la Pe?a, para recordar los sucesos del 18 de julio. ?Yo estaba de vacaciones, pero iba al Archivo por las tardes. Ese d¨ªa hab¨ªa estado revisando la traducci¨®n del libro de Harding sobre el imperio espa?ol en Am¨¦rica. Cuando sal¨ª del Archivo, en la calle no hab¨ªa un alma y se notaba algo raro en el ambiente. Desde el tranv¨ªa que tom¨¦, o¨ªmos un tiroteo, nos tiramos al suelo y luego nos refugiamos en una casa?.
Fue una noche tensa, que Jos¨¦ de la Pe?a pas¨® en su casa, tratando de escuchar la radio; viv¨ªa al lado de un cuartel desde el que los soldados de Queipo disparaban contra objetivos imaginarios para mantener a la poblaci¨®n asustada; en d¨ªas sucesivos, paraban los mausers para permitir que las amas de casa o sus criadas fueran a hacer la compra.
El sigui¨® metido en casa, oyendo lo que entonces ya se empez¨® a llamar las radios rojas. Llenos de insignias nacionales, entre ellas la combinaci¨®n de las banderas de Italia, Marruecos, Alemania y Espa?a, otros circulaban por las calles de Sevilla. La Universidad, en la que daba clases el historiador, estaba tomada por soldados, y el Archivo de Indias era objeto de las iras de Queipo. En esas circunstancias, una de aquellas noches, Jos¨¦ de la Pe?a hab¨ªa apagado la radio al tiempo que se o¨ªa en la calle el ruido seco de un coche que se para. Le conminaron a abrir la puerta, ?porque si no, la abrimos a culatazos?. Uno de los militares fue directamente hacia la radio; estaba caliente y el dial situado en zona roja. D¨ªas m¨¢s tarde, trastornado, casi loco, Jos¨¦ de la Pe?a abandonaba la mazmorra gracias a los buenos oficios de un pariente pr¨®ximo a Falange.
?Debe usted entregar los libros rojos?, le dijeron. El, como buen archivero, hizo una relaci¨®n por triplicado de los libros que enviaba a las huestes de Queipo y sugiri¨® a los torquemadas que cuando pasaran aquellas circunstancias devolvieran la bibliograf¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.