La polic¨ªa tuvo que emplearse a fondo para evitar el linchamiento de los detenidos
La detenci¨®n de los grapo a los que se atribuyen los asesinatos del general Gonz¨¢lez de Suso y del polic¨ªa nacional Ignacio Garc¨ªa Garc¨ªa fue seguida con tensa expectaci¨®n por numerosos vecinos de Alcorc¨®n que se concentraron en la confluencia de las calles de Jaboner¨ªa y de Polvoranca, atra¨ªdos por el espectacular cerco policial que fue montado tras el apresamiento de Jos¨¦ Jim¨¦nez Fern¨¢ndez, El Tigre, alrededor de las trece horas, en un descampado situado entre las calles indicadas.Una vez consumada la operaci¨®n policial, qued¨® patente la indignaci¨®n popular que han provocado los recientes atentados terroristas. La polic¨ªa tuvo que emplearse a fondo para evitar el linchamiento de los detenidos. Se oyeron gritos de Matadlos, matadlos. Pena de muerte para ellos. Otras personas, m¨¢s encolerizadas, se lanzaron sobre los supuestos grapo cuando los agentes trataban de introducirlos en un veh¨ªculo. Un hombre fornido lanz¨® un pu?etazo contra Bergado, y no logr¨® alcanzarle; su golpe fue a parar al arma de un polic¨ªa nacional, lo que le ocasion¨® una lesi¨®n importante en la mano.
Al menos uno de los veh¨ªculos utilizados por la Polic¨ªa result¨® da?ado ante el empe?o de varios hombres en castigar a los detenidos. Al parecer, un polic¨ªa se vio forzado a sacar su rev¨®lver para convencer a los m¨¢s airados de que dejasen sacar del lugar a los presuntos terroristas, seg¨²n informaron a EL PAIS testigos presenciales.
Otros individuos, con el ¨¢nimo m¨¢s sereno, optaron por aplaudir a la polic¨ªa y abrazar a algunos de los agentes que participaron en la operaci¨®n. Este fue el desenlace, cuando faltaban escasos minutos para las quince horas, de un hecho que mantuvo angustiados a buena parte de los vecinos de Alcorc¨®n durante la jornada de ayer.
Una vez que la polic¨ªa abandon¨® el lugar, las personas que se hab¨ªan congregado en las inmediaciones de la calle de Polvoranca permanecieron all¨ª durante un buen rato comentando los pormenores de lo que acababan de presenciar. Qui¨¦n m¨¢s, qui¨¦n menos, trataba de aportar datos a quienes hab¨ªan llegado tarde al espect¨¢culo o, por precauci¨®n, hab¨ªan renunciado a estar en primera fila.
Unos ensalzaron la valent¨ªa, de una mujer polic¨ªa, que hab¨ªa participado en la operaci¨®n; otros resaltaron la destreza del piloto del helic¨®ptero que sobrevolaba sin cesa el edificio donde estaba el piso de los presuntos grapo. Hubo tambi¨¦n quien consider¨® excesiva la contundencia con que se emple¨® un agente tras capturar a uno de los presuntos terroristas.
Los vecinos del inmueble donde ten¨ªan su refugio los presuntos asesinos del general Gonz¨¢lez de Suso no pod¨ªan ocultar su satisfacci¨®n al comprobar que todo hab¨ªa terminado. Con el miedo todav¨ªa en el rostro, una inquilina relat¨® como uno de los grapo, ante el cerco policial, llam¨® al piso de su amiga, en la cuarta planta, con la esperanza de que le franquease la entrada tras haber anunciado que ven¨ªa a cobrar una factura. El intento del fugitivo result¨® bald¨ªo y por ello opt¨® por romper una ventana, que encontr¨® en el rellano de la escalera, para introducirse en el cuarto piso de la quinta planta, que se encuentra deshabitado. Finalmente decidi¨® entregarse.
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