Una "ruptura democr¨¢tica "para Italia
La crisis del -Gobierno que preside Arnaldo Forlani la ha abierto el partido que en este momento parec¨ªa, al menos, dispuesto a hacerlo. En realidad, Forlani es, entre los democristianos, el ¨²nico candidato que los socialistas pueden aceptar como presidente del consejo de ministros, el ¨²nico por otra parte, que hab¨ªa votado en la direcci¨®n de su partido a favor de una presidencia socialista en tiempos dif¨ªciles.La crisis ha sido abierta por los socialistas en malas condiciones para ellos, porque si la P-2 es la ocasi¨®n de la apertura de una cuesti¨®n moral, no se puede olvidar que la lista de Licio Gelli, jefe de esta logia, coloca juntos a socialistas, socialdem¨®cratas y democristianos. Pero Bettino Craxi, con su instinto habitual, ha querido la ca¨ªda del Gobierno, porque se da cuenta de que se ha abierto una crisis de r¨¦gimen y que si ¨¦l intentase cubrirla ser¨ªa arrollado tambi¨¦n por ella.
De hecho, vivimos ya bajo un ?Gobierno de los jueces?: los hombres pol¨ªticos que acaban ante los magistrados son incontables. Los democristianos han ganado con mil leguas de distancia en este tortuoso camino a todos los partidos juntos. Pero es evidente que la crisis del Estado no se refiere s¨®lo a los elegidos del pueblo. El sistema democristiano ha gobernado mediante la confusi¨®n sistem¨¢tica de la esfera estatal y la del partido. Los grupos (corrientes) democristianos se repart¨ªan los carn¨¦s, los cargos, los ministerios y el subgobierno. Las clientelas atravesaban verticalmente el Estado.
En esta estructura ha entrado todo: especulaci¨®n y golpismo, petr¨®leo y contrabando, armas y droga, violencia y muerte. El poder democristiano es el sistema de los contrapoderes reales, trasversales a los formales. La estructura mafiosa, con la, cual la Democracia Cristiana se sinti¨® compatible a partir de un cierto momento de su historia, ha hecho escuela. Ha nacido en Italia, bajo el ejemplo mafioso, un sistema de poder que usa las leyes para realizar fines opuestos a los del Estado.
El superpoder de los jueces
Con la P-2, los jueces se convierten en el superpoder: la burocracia y las finanzas, el Ej¨¦rcito y la Prensa, todos los poderes reales y formales del Estado, deber¨ªan encontrarse en las salas de audiencias del palacio de justicia. El partido socialista corre el peligro de estar comprometido directamente en el cicl¨®n.
La realidad pol¨ªtica pide, pues una ?ruptura democr¨¢tica?. Estas palabras, surgidas de la situaci¨®n espa?ola, nos llegan puntuales y f¨¢ciles: en los a?os setenta la oposici¨®n al franquismo ped¨ªa la ?ruptura democr¨¢tica?, es decir, que el cambio del r¨¦gimen se hiciese sin una soluci¨®n de continuidad. Ha triunfado, en cambio, el ?continuismo?. Pero hoy est¨¢ muy claro que el ?continuismo? ha colocado a la democracia espa?ola bajo la tutela, es decir, bajo el chantaje de un Ej¨¦rcito fundamentalmente franquista.
Ninguno de los dos grandes partidos de la izquierda italiana ha elegido nunca espont¨¢neamente la ?ruptura democr¨¢tica?. Tanto el ?compromiso hist¨®rico? como la alternanza planteada por los socialistas son decisiones ?continuistas? que arrancan de la esperanza de una transici¨®n sin sobresaltos. La una, primero, y la otra, despu¨¦s, se han hallado frente al sobresalto sin la transici¨®n
El sobresalto de la crisis moral, civil e institucional provocada por el terremoto del pasado diciembre oblig¨® a Berlinguer a liquidar la ?izquierda democristiana?, de la cual hab¨ªa soportado pr¨¢cticamente todo. Fue entonces cuando espos¨® aquella pol¨ªtica de la alternativa de poder, que tan solemnemente hab¨ªa rechazado en su famoso art¨ªculo despu¨¦s del drama chileno de 1973. ?No ha llegado para Craxi la misma hora de la verdad? El se halla hoy obligado a realizar el mismo gesto que Berlinguer hizo en diciembre,es decir, a poner en crisis, por una cuesti¨®n moral, una mayor¨ªa pol¨ªtica.
La alternativa en Italia no la quiere nadie: quiz¨¢ no se la espera ni siquiera el electorado. Pero ella nace sencillamente de la fuerza de las cosas. Han escrito muchas veces que la verdad es increible: la izquierda y la Democracia Cristiana quieren gobernar juntas, pero no pueden. Es imposible gobernar con la Democracia Cristiana, porque la DC no existe ya como fuerza de Gobierno, sino s¨®lo como sistema combinado de poder y de contrapoder, y as¨ª ha perdido su imagen, Ni siquiera logra producir hombres. ?Qu¨¦ cr¨¦dito podr¨ªa tener un Gobierno Piccoli o un Gobierno Bisaglia? ?Qu¨¦ confianza podr¨ªa inspirar un Gobierno Fanfali, ahora que su contrafigura, Cresci, ha acabado en la P-2? ?Qu¨¦ tranquilidad podr¨ªa dar un Gobierno Andreotti o un Gobierno Donat-Cattin?
Hablemos el lenguaje de la comedia humana: ?es posible imaginarse un Gobierno De Mita o un Gobierno Bianco? Les ver¨ªamos a los dos en seguida en un duelo hasta la ¨²ltima gota de sangre para controlar los fondos concedidos para la reconstrucci¨®n de las zonas del terremoto.
No se vive s¨®lo de Estado, pero tampoco sin Estado. La democraciano puede dejar de ser el r¨¦gimen en el que, la ley es igual para todos. Un ministro socialista (el ministro de la Defensa, se?or Lagorio) no puede declarar que considera a un alto oficial inocente s¨®lo bajo s¨² palabra. Si fuera as¨ª, ?caer¨ªamos en seguida en la situaci¨®n espa?ola, en la cual la primera preocupaci¨®n de un socialista es la de no disgustar a un general. Podr¨¢ ser desagradable tener que reconocer que alternativa y democracia no son sin¨®nimos, pero los franceses acaban de hacerlo y no les va mal. Hagamos unas combativas elecciones anticipadas por un "cambio" contra el r¨¦gimen democristiano, por una izquierda unida en sus objetivos, y la democracia se salvar¨¢?.
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